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Columnas y artículos de opinión
Diario de un reportero
Carajo
Miguel Molina
8 de julio de 2021
alcalorpolitico.com
El sol salió cuando faltaban siete minutos para las seis de la mañana. A esa hora uno tomaba café y leía los periódicos, y se encontró con la noticia de que quinientos estudiantes de enseñanza media superior de Puebla decidieron ir a Cancún a festejar su graduación, y al menos treinta de ellos se contagiaron de coronavirus, y no se sabe cuántos más están infectados ni a quienes pueden haber comprometido en Cancún, durante su viaje de regreso, y en sus propias casas. Carajo.
 
El secretario de Salud de Puebla, José Antonio Martínez García, pidió a los jóvenes que actúen con responsabilidad para evitar un contagio masivo. Pero las invitaciones no sirven, como ya se vio en Veracruz, cuyo gobierno también sugirió a los muchachos que tengan mucho cuidado porque la pandemia todavía no está bajo control, ni mucho menos.
 
(Para dar una idea del tamaño del mal: del once al veintinueve de mayo se identificaron en nuestro país diecisiete variantes del coronavirus: A.2.5, B.1, B.1.1, B.1.1.222, B.1.241, B.1.301, P.4, Epsilon, Lota, Lambda, Alpha, Delta, Gamma, y las cepas nacionales B.1+E484K, B.1.621, y B.1.1.519)
 

Las invitaciones a los jóvenes no sirven, porque los jóvenes no se autorregulan. Es inútil pensar que un joven va a seguir indicaciones cuando las hormonas están a todo lo que dan, a una edad en que uno piensa que es indestructible o inmortal. Es como decirles que no descubran su sexualidad, o no fumen o no beban o lo que sea. Hay una edad en que uno no entiende que no entiende.
 
Tampoco sirven los semáforos, que un día están en rojo y al otro en verde y al tercer día vuelven a estar en rojo porque así lo decidieron las autoridades sanitarias, rebasadas desde hace tiempo por una realidad que se empeñan en ignorar, como muestra el ejemplo de los estudiantes poblanos. Las medidas de seguridad no han servido...
 
Y después de contagiado el joven cierran todo, o casi todo. En Xalapa, cerrarán – es un decir – bares, cantinas, casinos, salones de fiestas y albercas, y las autoridades municipales intentarán convencer a los líderes de los tianguis, donde "se han aflojado las medidas", para que acaten "correctamente" las disposiciones sanitarias. Hasta el martes. Y después todo volverá a ser como antes, es decir como ahora.
 

Si acaso, volverán a recomendar a los muchachos que no vayan a fiestas y se protejan. Y servirá para lo mismo. De nada sirve explicar que el virus no tiene pies, y necesita alguien que lo lleve de un lado a otro. En las hormonas o en cualquier otra parte...
 
Nosotros
 
Alguien cita la opinión de personajes famosos de hace más de un siglo: hay medios que existen para impedir que la verdad se oiga (Chesterton), y la prensa mercenaria, demagógica, corrupta y cínica crea un público tan vil como ella misma (Pulitzer). Cosas así. Pudo ser así y puede ser ahora, porque hay de todo. Pero no todos son todos.
 

Más que preocuparme la fama – buena o mala – de los medios, me atribula ver que el cuestionamiento de un sector de la cuarta transformación sobre el periodismo y la función social del oficio se acerca a la intolerancia. El intolerante está convencido de que tiene la verdad, y quien no piense como él (aunque también hay ellas) está equivocado o miente. No hay nada más triste. Todos tenemos derecho a decir lo que pensamos, aunque a veces no pensemos lo que decimos, o aunque no todos piensen igual.
 
Creo, como algunos, que la respuesta a la respuesta oficial al periodismo es seguir haciendo periodismo. Y en el oficio hay de todo, como en todos los oficios. Si se mira bien, lo que contamos es la historia de cada día, para que no se olvide qué pasó o qué dijeron quiénes y qué dijimos cuándo, y cada quien cuenta no lo que pasó sino lo que hubiera querido que pasara. Pero tenemos que hacer un mejor periodismo si queremos ser mejores.
 
Desde el balcón
 

El sol salió después de dos días de aguaceros. Es miércoles y la tarde tiene calor de agua. Uno sale al balcón antes de que venga la lluvia, y se solaza oyendo discusiones de pájaros y gritos lejanos de niños hasta que una pregunta pone el dedo en la llaga veracruzana. Y luego otro y otro y otro.
 
¿Se acabó la impunidad? ¿Cuántos ex funcionarios de alto nivel han sido detenidos y procesados en Veracruz por corrupción, lavado de dinero, enriquecimiento inexplicable, asociación delictuosa, en los últimos cinco años? ¿Cuántos han devuelto sumas millonarias y propiedades valiosas para evadir cualquier castigo? ¿Cuántos cumplen sentencias de cuánto tiempo en cuál prisión?
 
¿Sigue siendo verdad que la parte medular de los problemas nacionales (aquí tendría que haber dicho Veracruz, porque la cita está en el Plan Estatal de Desarrollo, pero el que copió el texto y lo pegó no sabía eso) no deriva de la falta de leyes ni de su ineficiencia, sino de la falla en la voluntad política para cumplirlas?
 

Se nubló. La tarde palideció y se hizo oscura. No tardaría en llover. Uno sirvió un jerez seco y fresco, y se sentó a esperar que comenzara el chubasco. Unos pájaros invitaban a otros para hacer las cosas que los pájaros hacen con los pájaros. El vecino tocaba el piano. Voluntad política, dedo en la llaga. Otra vez carajo.