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Columnas y artículos de opinión
A salto de mata
De si la ciencia dice la verdad
Gino Raúl De Gasperín Gasperín
25 de noviembre de 2021
alcalorpolitico.com
Al hacer referencia a la encuesta aplicada a 1875 filósofos sobre los temas más polémicos de esa disciplina, la que obtuvo el segundo lugar en aceptación es la que se refiere a si la ciencia consigue elaborar teorías aproximadamente verdaderas acerca del mundo tal como es en sí mismo.
 
Hay básicamente dos posiciones: una, en la que está de acuerdo el 72 % de los filósofos encuestados, es que la ciencia es efectiva, y constantemente logra describir y explicar la realidad tal como es, de tal manera que teorías como las relativas a las partículas subatómicas, los campos electromagnéticos. el mundo de los virus, la composición genética, etc., sí corresponden a lo que sucede en el mundo real. La postura opuesta indica que las teorías científicas son simples herramientas conceptuales (y políticamente útiles) que sirven para manipular la realidad y, a veces, hacer algunas previsiones muy relativamente válidas. Muy en consonancia con la filosofía kantiana, la ciencia se entiende, según esta posición, como un constructo mental en el que prevalecen esquemas prefabricados o preinscritos en nuestra mente, y de los que echamos mano para poder, más o menos, entendernos con una realidad que se nos escapa (noumenon ) y a la que nuestra mente no puede penetrar con certeza. Esta postura sostiene, pues, que ese mundo que escapa a nuestra experiencia sensible (lo que vemos, olemos, tocamos, saboreamos, etc.) es más imaginación que verdad, o es una «verdad» absolutamente utilitaria: sirve a quien sirve y mientras sirve y punto.
 
De este lado, también, está la postura que afirma que la ciencia está tan impregnada de intereses (económicos, religiosos, políticos, ideológicos, etc.) que no se puede ya confiar en ella. Está, por ejemplo, el tema de las vacunas. Al lado de quienes creen o confían en que los científicos sí han sido capaces de entender y controlar (aun sea parcialmente) la estructura y funcionamiento de una buena cantidad de virus (y, al parecer, andan tras otro buen racimo de estos), tales como el de la Covid-19, y eso ha permitido fabricar vacunas que pueden controlarlos, unas con mayor eficiencia que otras, pero, sin duda, certeras; al lado, repito, de estos están quienes, con el escepticismo propio de quienes tantas veces han sido víctimas de fallos o fracasos en el tratamiento de algunas enfermedades, sospechan que todo es un fantasmagórico y funambulesco circo y hasta llegan a pensar en complots ideados para exterminar si no a toda, una buena parte de la humanidad. Como consecuencia de ese escepticismo pragmático encuentran a toda la ciencia como un tinglado sospechoso, de la que hay que huir mientras sea tiempo... y refugiarse en esoterismos que, si no curan, consuelan.
 

Desde luego, los filósofos encuestados no parecen ser tan ingenuos en pensar que toda la ciencia es impoluta. Por lo menos el 44 % piensa que la ciencia está impregnada de valores y no es posible que exista una que sea por completo neutral axiológicamente. Por lo demás, la mitad de ellos se declaran naturalistas, es decir, sostienen que la filosofía debe seguir los pasos de la ciencia, no solo en lo que esta aporta al conocimiento, sino hasta en el método por ella empleado más asiduamente. El 92 % de los filósofos, sobre todo los inclinados al empirismo, piensan que la filosofía debe seguir el procedimiento empírico o experimental y ser menos teórica, racional o especulativa, y ya ni se diga de recurrir a procesos sobrenaturales.
 
Al respecto habrá que ser cautos con el reduccionismo y pensar que el único método válido y confiable es el experimental, cuando hay realidades (al menos así lo entendemos) que están más allá de ser escudriñadas y manipuladas con ese solo procedimiento científico. La historia de la ciencia nos ha mostrado casos de descubrimientos demostrados utilizando, por ejemplo, cálculos matemáticos o deducciones lógicas antes de ser comprobados experimentalmente.
 
Por otra parte, existe razón en los filósofos naturalistas que afirman que la filosofía debe partir de la realidad y no de entelequias mentales, es decir, su punto de partida debe ser empírico y para eso son sumamente provechosos los descubrimientos de las distintas ciencias naturales y sociales. Estas proveen constantemente de temas que son auténticos retos para el filósofo. Por ejemplo, las ciencias biológicas, la genética en particular, y las ciencias sociales, la pedagogía, la sociología en particular, ponen a pensar seriamente a los filósofos en cuanto a los criterios éticos (estrictamente ético-filosóficos) respecto al aborto, la fecundación in vitro, los vientres «sustitutos», la adopción de hijos por matrimonios «igualitarios», etc., etc.
 

Abreviando, según la encuesta hecha a los filósofos, entre otros temas están los siguientes: el 63 % considera que el género (sexual) es puramente social, el 45 % se mostró favorable al vegetarianismo, la mayoría se inclina por pensar que el objetivo de la filosofía es comprender y explicar la realidad y solo el 12 % cree que es la felicidad, el 62 % afirma que hay hechos morales objetivos y el 69 % afirma que los juicios morales son expresiones con bases en la realidad y no mera expresión de emociones, el 64 % es favorable al uso de la ingeniería genética en humanos, el 45 % acepta la inmortalidad si fuera tecnológicamente posible, el 54 % sostiene que sería mortal que se pudiera verter toda nuestra mente en una máquina y el 60 % afirma que es compatible la existencia del libre albedrío con lo que afirman las leyes físicas y, digamos, algunas teorías psicológicas.
 
En fin, temas controversiales y las opiniones de los filósofos encuestados (se trata de una muestra reducida) expresan tendencias pero no posiciones universales ni definitivas. Lo evidente es que es mayoritaria la tesis de que la verdad objetiva es una realidad, por lo que la posverdad y la simple negación de la verdad o su manipulación quedan reducidas a simples falacias. Por ello, como concluye Antonio Diéguez, maestro de filosofía y lógica de la Universidad de Málaga, es gratificante comprobar que es falso que «los filósofos en general defiendan el adiós a la verdad que se ha proclamado desde algunas tribunas ni que piensen que todo discurso es igualmente válido y merece la misma autoridad epistémica».
 
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