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Columnas y artículos de opinión
A salto de mata
La música de la filosofía
Gino Raúl De Gasperín Gasperín
6 de enero de 2022
alcalorpolitico.com
Eventualmente recibo comentarios de alguno de los artículos publicados. No es muy frecuente porque el ritmo de la vida que llevamos, en este siglo XXI y en este mundo atiburrado de información y desinformación, de plagas y de incertidumbres, parece que no hay suficiente tiempo para estar haciendo comentarios a lo que otros escriben y a quienes ofrecemos la generosidad de la lectura, si es que...
 
Sin embargo, de entre estos comentarios extraigo una conclusión: la constante preocupación por hallar un camino que sea propicio recorrer para entender, aunque sea un poco, esta realidad que a veces resulta aplastante. Hay deseos de entender lo que sucede y, sobre todo, de vislumbrar lo que viene y velar armas (es un mal decir) para enfrentar ese futuro.
 
En particular, quienes practican la rara virtud de indagar, pensar y reflexionar, coinciden en que se requiere tener eso que se llama una “filosofía de la vida” para sortear las dificultades y penalidades que se nos van presentando, al mismo tiempo que nos sirvan para no caer en el tremendismo, el catastrofismo, el pesimismo o, simplemente, en el cinismo de cerrar ojos y oídos para “nadar de al muertito” (otro mal decir) sobre la corriente de la vida.
 

Ha sorprendido, por esto, que esa ciencia tan aparentemente inescrutable, esotérica, árida y hasta propia de mentes ociosas, como es la filosofía, de pronto surja del pantano o de la ignominia en que algunos la habían sepultado y se convierta en una posible luz al final de esta caverna platónica.
 
Cuando en la Grecia clásica, especialmente en las ciudades más renombradas (Atenas, Esparta, Tebas, Corinto, Éfeso, Agrigento’, etc.,) se vivían crisis producidas por las frecuentes guerras tanto intestinas como las originadas por las ambiciones de dominio de los sátrapas asiáticos, estos griegos tan sagaces, tan inquietos, tan peleoneros, tan aguerridos, tan sofisticados y hábiles, encontraron en algunos filósofos, convertidos casi en predicadores cuaresmales, algunas opciones para enfrentar sus penalidades y sobrevivir con cierta resiliencia, con una cierta capacidad de adaptación frente a perturbaciones, estados o situaciones adversos y, como indica la etimología de esta palabra de origen latino ‘echarse para atrás. rebotar, replegarse’ y así sobrevivir. Al menos hasta que los romanos asomaron las narices por aquellos rumbos.
 
Cuando los grandes y clásicos pensadores de la edad de oro, Sócrates, Platón y Aristóteles, eran soslayados por las premuras que el destino les marcó y por las que ellos mismos se buscaron, aparecieron los filósofos del llamado Helenismo, cuyas escuelas mostraban los posibles caminos que recorrer para una, si no feliz, por lo menos no tan apabullante sobrevivencia.
 

Los escritos y algunas frases de aquellos predicadores en tiempos de crisis, nos revelan esas boyas que en el mar indican un camino más o menos seguro. Son teorías, básicamente, sobre la felicidad, digamos, ahora, sobre el bienestar, el vivir bien o en bien vivir, que son semejantes, pero no iguales.
 
Entre estas doctrinas o corrientes filosóficas, se cuentan especialmente cuatro: el epicureísmo, el estoicismo, el escepticismo y el eclecticismo. Desde luego, sobreviven las teorías de Sócrates, Platón y Aristóteles, pero aquellas con un sentido, digamos, más práctico, más aplicado a las circunstancias que son muy parecidas a las actuales. Y no porque las ideas de los tres grandes mencionados no sean tan actuales como las otras, sino porque sus pensamientos sobre este tema forman parte, al menos en Platón y Aristóteles, de un sistema filosófico y se pasean felizmente por el empíreo de las ideas, bastante abstractas en general. ¿Y, entonces, las otras no? No, porque un sistema filosófico es una explicación integral de los grandes temas: conocimiento, lógica. física, metafísica, ética, política, estética, y todo a partir de una idea, de una intuición central que guía todo el conjunto. En cambio, las teorías de los filósofos griegos inmediatamente posteriores a estos tres grandes, solo versan fundamentalmente en uno o varios, pero no todos, los temas de la filosofía.
 
Así, el epicureísmo, el estoicismo y el escepticismo abordan solo tres temas: lógica y teoría del conocimiento, física y ética. Aunque todos entran en asuntos de cómo conocemos y de cómo distinguir verdad de falsedad, de cómo es la naturaleza de las cosas y de cómo debemos vivir para alcanzar lo que ellos definen como felicidad, sus aportes tanto de la física como de la lógica solo les sirven de base para afrontar lo esencial de su doctrina: el comportamiento humano, individual y social, y de cómo sobrevivir de la mejor manera posible a los avatares de la fortuna, o mejor, de los infortunios.
 

Por ello, sus doctrinas están en la línea de lo que los griegos llamaban frónesis, que es esa filosofía práctica que orienta a alguien para que tome las debidas medidas para lograr vivir bien.
 
Y buena falta les hacía, como ahora a nosotros.
 
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