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Columnas y artículos de opinión
Diario de un reportero
El programa y el hombre
Miguel Molina
2 de junio de 2022
alcalorpolitico.com
Enrique Peña Nieto fue a Misantla el día que murió Carlos Fuentes. Era martes y más maestras que maestros de Veracruz esperaban al candidato del Revolucionario Institucional. De pronto hubo un sacudimiento, un rumor que se convirtió en gritería, y se rompieron las barreras y las maestras y algunos maestros tocaron al hombre, y el hombre les sonrió, saludó de mano a unas y otros, se dejó tomar selfies y se ganó el voto de todos. Comenzaron a irse cuando el candidato iba a medio discurso.
 
Eso fue hace diez años. Y entonces, como ahora, no sé por qué, recordé a Jesús Reyes Heroles y lo que dijo hace cincuenta y nueve años, minutos más o minutos menos, cuando convocó a su partido, el mismo de Peña Nieto, a trabajar en las silenciosas labores de acumular y seleccionar material para hacer un programa de gobierno.
 
Primero el programa y luego el hombre, declaró con una lógica impecable y una autoridad definitiva tiempo después, cuando se preparaba el destape de José López Portillo y Luis Echeverría era presidente. No le hicieron caso. Pero tenía razón.
 

Y la sigue teniendo. Si uno piensa bien, hasta la fecha no se conocen las intenciones concretas de los candidatos ni los planes de los partidos que buscan el poder. Si acaso hay manifiestos vagos y declaraciones de principios que duermen en algún rincón de la internet. No sabemos el país que quieren construir ni cómo piensan hacerlo. Eso pasó antes y pasa ahora.
 
Reyes Heroles veía tres tipos de partidos. Los que tenían – o tienen – como fundamento único los intereses de una clase determinada y operan como verdaderos partidos de clase. Los carismáticos, que se agrupaban – o agrupan – en torno a una personalidad, creyendo que existe un hombre dotado de dones sobrenaturales. Y los formados por hombres que se asociaban – o se asocian – en torno a ideas políticas, económicas o sociales, o de los tres tipos. La cosa no ha cambiado mucho.
 
Lo que se ha visto en México, en el mejor de los casos, ha sido una mezcla de las tres clases de partidos cuyos aparatos se imponen a las bases, la creación rebelándose al creador. Lo importante en la política nacional es el candidato. Luego se verá qué se hace, porque siempre es más fácil hacer consultas o venir con ocurrencias.
 

Me volví a acordar de Reyes Heroles cuando Edgar me preguntó cómo veía a los candidatos – o precandidatos – a la presidencia. Hablamos de mengano y de fulano, pero al fin coincidimos en que la gente votará por ellos sin saber qué, porque para eso son las mesas redondas y los planes de desarrollo, que de todos modos van a revelar las pobrezas y las tristezas nacionales. Y a ver qué puede hacer el partido cuando sea gobierno.
 
Hay partidos, pero no hay una idea de qué hacer con el país, y esa es la vaina. Y Peña Nieto ganó porque salía bien en las fotos.
 
Desde el balcón
 

Animado por la presencia de una copa de malta cerca de la mano, uno lee la prensa de Veracruz, rinconcito de patria donde hacen su nido las olas del mal, y lee la historia de los repartidores de comida.
 
La policía detiene a uno de ellos y lo acusa de asesinato. Lo exhibe y lo crucifica hasta que se comprueba que el asesino no fue él sino alguien que se llama igual. Mientras el muchacho está detenido hubo manifestaciones de repartidores, y hubo violencia. Se comprueba que el detenido no tuvo que ver con el crimen. El gobernador mismo le ofrece una disculpa.
 
A los pocos días se organizan retenes para revisar a los repartidores, y se descubren dos casos de narco al menudeo. Dos. Y el gobernador Cuitláhuac García Jiménez declaró que algunos de los repartidores se niegan a la revisión y eso causa suspicacia, pues "si nada debes, nada temes".
 

En alguna oficina del Palacio de Gobierno habrá algún licenciado pensando, como uno, en el artículo dieciséis de la Constitución, que desde mil novecientos diecisiete dice que nadie puede ser molestado en su persona, familia, domicilio, papeles o posesiones, sino en virtud de mandamiento escrito de la autoridad competente, que funde y motive la causa legal del procedimiento. Ni más ni menos.
 
Tal vez ese licenciado anónimo piense en todos los repartidores de comida, sobre todo en los dos que fueron sorprendidos con las drogas en la bolsa, y repita en voz baja que no le vengan con el cuento de que la ley es la ley. Uno, por si las dudas, toma la copa de malta y brinda por el Estado de derecho y los repartidores que no son delincuentes.