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Columnas y artículos de opinión
Diario de un reportero
Algo nuevo sabrá...
Miguel Molina
30 de junio de 2022
alcalorpolitico.com
Y entonces vino el presidente López Obrador y ordenó a la secretaria del Medio Ambiente y Recursos Naturales que atendiera el asunto de los permisos federales y estatales para construir un patio de almacenamiento de contenedores sobre humedales de un área natural protegida de Veracruz. Algo nuevo sabrá, algo nuevo le habrán dicho.

La idea de los rellenos no es nueva ni se limita a Veracruz. Nada más fácil que desmontar, emparejar un terreno y echarle concreto encima, porque después de todo ahí no vive nadie ni nada, y lo que haya no vale la pena. Y alguien pide licencias y alguien se las da, y cuando vienen las inundaciones ya nadie se acuerda quiénes firmaron qué cosas.

El caso del relleno de humedales en el puerto tampoco es nuevo. La Procuraduría Federal de Protección al Ambiente cerró la obra en mayo, un mes antes de que el presidente diera instrucciones de ver qué había pasado, y en el escritorio de quién estuvo qué documento y cuándo. Tal vez ya le dijeron todo eso.


El decálogo ambiental

Entonces hay que ver el decálogo ambiental. Lo primero es un proyecto de modernización de dieciséis plantas hidroeléctricas y de incremento de producción de energía limpia. Lo segundo es destinar dos mil millones de dólares – entre fondos públicos y créditos internacionales – para reducir las emisiones de metano en la industria petrolera.

La modernización de hidroeléctricas comenzó hace un año con una inversión de mil millones de dólares, y contemplaba catorce centrales. Pero aunque logre reducirse el contenido de metano en la extracción y el proceso del petróleo (la mitad de todas las emisiones de metano se concentra en el sur de Veracruz, en Tabasco y en Campeche), los dos mil millones de dólares para disminuir las emisiones de ese gas son muy poco frente a los quince o dieciocho mil millones de dólares que se han gastado en la refinería inconclusa de Dos Bocas para producir más hidrocarburos que a su vez producirán más metano. En fin.


El decálogo ofrece que el año que viene México dejará de comprar gasolina en el extranjero, y que dentro de ocho años la mitad de los vehículos que circulen en el país no emitirán gases nocivos, porque "hace apenas tres meses nacionalizamos el litio, mineral estratégico en la elaboración de baterías". Según publicaciones especializadas, el tiempo de extracción del litio oscila entre ocho meses y tres años.

El decálogo incluye el inicio de un parque solar fotovoltaico de ochocientas treinta y siete hectáreas en Puerto Peñasco, Sonora. La primera fase del proyecto está programada para este año, y la cuarta y última para dentro de seis. La lista del presidente también tiene una mención a los diálogos y compromisos del gobierno de México con diecisiete empresas estadounidenses del sector energético para garantizar inversiones en energía solar y eólica.

Sería muy largo y tal vez aburrido seguir viendo de cerca – más o menos – las implicaciones de las diez medidas que anunció no hace mucho el presidente. Hay quienes dirán que no es suficiente, porque es una lista de lo que piensa hacer el gobierno, pero no hay ninguna mención del papel que puede tener el pueblo noble y sabio. Hay quienes dirán que por algo hay que empezar, aunque haya quien señale que el gobierno va a la mitad y no se ha hecho gran cosa en materia ambiental.


Allá cada quien. El medio ambiente siempre es responsabilidad de otros, como siempre son de otros los permisos para dañar cosas que no tienen precio. Pero como el discurso oficial no habla de áreas naturales protegidas, casi podría apostar que no pasará nada en el caso de los humedales de Veracruz. Casi...

Desde el balcón

Cae un aguacero de verano, con lluvia tibia que no dura pero moja. El alma descansó – es un decir – dos semanas entre calorones, y uno dejó de enterarse – también es un decir – de la triste condición del mundo, agobiado por guerras y otras violencias, y por plagas y carencias y tantas otras cosas con remedio o sin él.


Pero volvió, porque uno siempre termina por volver. Y a la luz ámbar de la malta, desde el balcón, uno llega a los versos de José Emilio Pacheco: A los veinte años nos dijeron: "Hay/ que sacrificarse por el mañana"./ Y ofrendamos la vida en el altar/ del dios que nunca llega./ Me gustaría encontrarme ya al final/ con los viejos maestros de aquel tiempo./ Tendrían que decirme si de verdad/ todo este horror de ahora era el mañana.