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Columnas y artículos de opinión
Los militares en la calle o al cuartel
Luciano Blanco González
23 de septiembre de 2022
alcalorpolitico.com
Quizás la política sea la actividad más dinámica de la sociedad, pues ésta se desarrolla en un movimiento constante en que las fuerzas que la integran se suman, se contrarrestan, se sustituyen y sus motores, los líderes y las ideas se posicionan momento a momento transformando su nomenclatura para fortalecerse, debilitarse o conservar su status, camino a lograr su objetivo principal, el poder.

Así con el ropaje de la apariencia, manifiesta en la falsa proclama atractiva y deslumbrante para la gran masa de los gobernados en el discurso significan los grandes valores de la sociedad como justicia, democracia, libertad y solidaridad con todos los estratos sociales para volverse atractivos con esa carnada para rebozar sus redes de incautos y creídos.

Por eso sus líderes se revisten de pureza y de honestidad franciscana, para citar la frase en boca del incorruptible presidente López Obrador, estos dicen una cosa y hacen otra.


Presumen de poseer una fortaleza a toda prueba, como si estuvieran hechos de moldes de acero inquebrantables a los que nada ni nadie lograra doblar con ningún golpe y a ningún precio y resultan al momento de la verdad, auténticos blandeques, débiles con una consistencia moral que da pena, pero ellos al parecer no conocen la vergüenza exhibiéndose como héroes y salvadores del pueblo.

Son políticos miserables que solo logran sobrevivir en una sociedad aparentemente conformista e indiferente al deplorable espectáculo del momento, pero que vive llenando su saco emocional de hastío, de asco, que derramará furiosa en las urnas para borrar toda la indigna porquería que jactanciosa ensucia las instituciones del país y ofende las sanas conciencias del pueblo que aspira a tener líderes honestos y congruentes.

Alejandro Moreno y la sucia caterva de aplaudidores que lo respaldan en su postura claudicante y entreguista merecen el desprecio unánime de toda la sociedad.


No porque estén mal en su iniciativa de prórroga a la presencia militar en las calles y en la vida de México, que es donde siempre han estado y seguirán estando con aprobación constitucional o sin ella, se preocupan porque creen que evitarán que después del 24, los soldados tengan que regresar a los cuarteles y ya no anden en labores de policía, de albañiles, de diseñadores y constructores de aeropuertos, ferrocarriles y bancos o que tengan que regresarse los marinos del control de las aduanas o del aeropuerto y que en estas áreas regresen las constructoras y la policía federal.

Decía que no porque este mal la iniciativa del PRI, sino porque “Alito” su líder había comprometido su palabra, su honor y su vida a rechazar cualquier intento de modificar la constitución para ese fin, sobre todo porque ese compromiso era la base de la sólida alianza partidista “Va por México” para participar unidos como oposición en las próximas elecciones, estatales y federales del país.

No fue así y ya no es ni será así cuando menos con los líderes, pero ese es motivo para que esa escoria política, amacollados y llenos de un cinismo ofensivo y desvergonzado, levanten sus copas y llenos de regocijo brinden por el cese de la persecución penal de su dirigente, porque Alito, ya no irá a llorar tras las rejas de una horrenda celda en el altiplano o en cualquier parte de la República.


Ya no será presa de la mofa y del escarnio desde las ondas sonoras que desde la cueva del jaguar allá en Campeche, brotaban a toda la nación para desnudarlo de su impúdica y procaz personalidad.

Pero en el otro bando también hay jubilo, aunque la Gobernadora Layda tuvo que callar por órdenes superiores, a su callado pacto de silencio, debe de haberlo aderezado con un aquelarre irrefrenable de contento al lograr poner de rodillas ante el presidente no tan solo a ”Alito”, sino a 63 diputados priistas más.

Con ella en la mayoría de palacio de gobierno y de la nación, en las sedes partidistas de morena en los palacios Legislativos y en los ayuntamientos que controla aquel partido, se desternillaron con risas burlonas y despectivas de la cobardía priista.


Los más sensatos de sus cuadros políticos avizoraron el inminente resquebrajamiento de la alianza va por México, que se levantaba como un potente enemigo capaz de unificar en su contra a la población inconforme y descontenta con el actual gobierno, lo que es totalmente cierto, pero no necesariamente suficiente para aniquilar a la oposición. Pero para ellos también motivo de celebración, ya que con su capacidad operativa ganaron una gran batalla y demostraron estar preparados para la batalla final.

La reforma constitucional, esta o cualquier otra no debe de ser preocupación presidencial ni partidista, sobre todo cuando ambos perciben en el ambiente de la nación que el pueblo les entregará no tan solo la Presidencia de la República, también el senado y la cámara de diputados que al tomar posesión de inmediato ya con la mayoría total, harán los cambios que se propongan, a menos que la preocupación sea que sin Andrés Manuel en las boletas pierdan ambas cámaras legislativas.

Porque resulta que durante 18 años en que el actual presidente fue candidato, educó enérgicamente al pueblo en todas las plazas públicas del país y en los medios nacionales, para oponerse a que el Ejército desempeñe labores de policía y de seguridad publica en las calles de México, exigiendo su regreso a los cuarteles, porque dijo era el principio de una dictadura.


Por eso parte de la población aplaude en silencio a los senadores y los veracruzanos a su diputado federal José Yunes Zorrilla, que se han mantenido firmes con regresar a los militares a sus cuarteles, que como ya está dicho continuarán en las calles aunque sea con uniforme de la Guardia Nacional.

Este cambio de enfoque del Presidente, seguramente obedece a que él ha experimentado y está convencido de que es lo mejor para México y confía en que su estrategia de combatir las causa de la inseguridad y de la violencia, repartiendo abrazos y no mortales disparos, creando empleos, sembrando vida y construyendo la paz le ha dado buenos resultados.

En el mismo tema de la Seguridad pero en otro ámbito, debo de referirles la admiración ciudadana de los tuxpeños y visitantes de aquella ciudad que hace unos meses era un infierno en materia de seguridad, transitar por sus calles era una aventura llena de sobresaltos. Tránsito Municipal estaba en manos de una banda de atracadores que cometían todo tipo de atropellos en contra de los indefensos conductores, tanto vecinos como turistas eran presa de caza de los agentes que en vehículos y motocicletas, por nada marcaban el alto a los conductores y por nada amenazaban con quitarles el vehículo y llevarlo al corralón, se apostaban en el libramiento de la ciudad, se distribuían alrededor de las fiestas o en el camino a la playa según el día y la hora, por cualquier falta mayor, llamaban al apoyo policiaco y un comando de ellos llegaba con torretas y sirenas encendidas para amedrentar al infractor que resolvía aquellos incidentes con el consabido moche y al partir la ira encendida del afectado se atenuaba por dentro, vaciando el coraje con las mentadas, aunque fuera al aire. Igual sucedía con la policía, la ciudad ya era una plaza libre en manos de la delincuencia que aterrorizaba a la ciudad con extorsiones, amenazas, secuestros, robos a casa habitación, y al comercio con el cobro de piso.


Fue necesaria la preocupación de quien es responsable de los destinos municipales, en este caso el contador José Manuel Pozos Castro, quien, con el apoyo del Gobernador Cuitláhuac García, en una cruzada en la que participan empresarios, ganaderos, comerciantes, colonos y público en general, inició una depuración y cambios de fondo en Tránsito municipal para que la situación mejorara, arrancando de raíz toda la purulenta corrupción, sustituyendo para ello a los funcionarios por otros nuevos con mentalidad de servicio y apoyo a la comunidad.

Con la policía tuvieron que ser más drásticos, se intentó depurarla, se cambiaron mandos, se dieron cursos, pero la situación mejoraba muy poco, hasta que un día previo acuerdo, sorpresivamente llegó la Marina Armada de México, requisó el armamento y remitió a todos los elementos políticos a la academia de policía El Lencero, en Xalapa, con el acuerdo convincente del Presidente de que se capacitaran y se certificaran, para aumentarles sueldos y prestaciones, cosa de días o de semanas, pero ahora la Puerta de Oro de la Huasteca Veracruzana es ejemplo de seguridad. ¿Sí deberían de estar los militares en las calles?, recuerdo los casos Tijuana, Monterrey y otros en tiempo de los liberales, sin abrazos pero con balazos impusieron la tranquilidad y recuperaron la paz. Así, sí.

La cita viene a propósito de nuestra querida ciudad de Xalapa, que de pacífica y alegre se ha convertido en un campo abierto de la delincuencia, en que los cuerpos de seguridad se han mostrado poco eficientes ante la ola de crímenes horrendos, alterando la tranquilidad propia de una ciudad laboriosa dedicada a la cultura y a las artes, ¿Podría Don Ricardo convencer al Gobernador para coordinar una acción similar en la tierra del Secretario de Marina, Almirante Rafael Ojeda Durán, y devolver a la capital la tranquilidad de antaño, quizás esa sea la solución al desasosiego que se vive?.


Finalmente, considero que no es solo la permanencia militar en las calles lo que pueda resolver el problema de la seguridad en las calles, esta es una buena opción cuyos resultados ya los hemos vivido en la recuperación de varias ciudades y estados, cuando el Ejército actúa, pero lo que no se ha hecho y a lo que está obligado el estado por disposición constitucional es fortalecer los cuerpos de seguridad pública a todos los niveles, capacitarlos, avituallarlos decorosamente, dotarlos de potente y moderno equipo y armamento, entrenarlos para las más difíciles tareas de combate al crimen, desafortunadamente todo esto en aras del ahorro se ha postergado, al extremo de que hay Estados con escaso personal policiaco y municipios que ni policía tienen, pero con lo que se tiene en el país, se puede hacer mucho, solo falta voluntad, hagámoslo.-por el bien de la causa.