30 de enero de 2025
alcalorpolitico.com
Se miente cuando se jura cumplir y hacer cumplir las leyes y luego otorgar apoyo y protección a los funcionarios que han sido acusados de tantas cosas por las instituciones y por la opinión pública encargadas de vigilarlos, se miente cuando no se investigan riquezas repentinas de quienes no tenían nada o tenían poco antes de ocupar un puesto, se miente cuando se contratan empresas fantasma, se miente ahora como se mentía antes, y cada una de esas mentiras es una traición al pueblo.
No sirve de nada repetir los casos en que la palabra presidencial – la voz del poder – ha declarado inocentes a funcionarios y gobernadores involucrados en asuntos dudosos. Ninguno de esos personajes ha sido llamado a cuentas, sometido a prisión preventiva oficiosa, acusado formalmente, procesado, y todo lo demás que los mexicanos que no son funcionarios enfrentan cuando se topan con la fuerza del Estado.
En el sexenio que pasó – pero no ha terminado – sancionaron a más de quince mil funcionarios del gobierno federal, ninguno de alto nivel. Seis mil fueron inhabilitados, cuatro mil suspendidos, y seiscientos veintidós tuvieron que pagar multas, según el diario La Jornada. Hasta donde se sabe, ninguno pisó la cárcel.
Así no es la cosa. El movimiento que quería iniciar "una reflexión nacional sobre los principios y valores que pueden contribuir (a) una convivencia armónica y respeto a la pluralidad y la diversidad" terminó replicando los vicios del sistema que fue antes que el suyo.
Hay ejemplo. Está el desmadre del gobierno de Cuitláhuac García Jiménez, un hombre "honesto" por definición presidencial, un aprendiz de político, y un funcionario inútil si uno ve lo que hizo y lo que dejó hacer, lo que dejó de hacer y lo que hicieron otros con su permiso y sin él.
La responsabilidad del gobierno de Rocío Nahle ante la opinión pública es grande. No puede ignorar los señalamientos del Órgano de Fiscalización Superior, una institución del Estado, sobre las empresas fantasmas que florecieron durante la administración – hay que llamarla de alguna manera – de García Jiménez, ni las denuncias sobre la corrupción que al parecer florecía en la secretaría de Educación y en otras oficinas públicas.
La gobernadora tendría que buscar (buscar no porque seguramente ya tiene la información) lo que hizo la Fiscal General con casos – de propios y extraños – que guardó en cajones oscuros de oficinas anónimas en nombre de intereses que tienen nombre y apellidos, y hacer algo sin pensar en su partido. En fin. Uno tiene que decir las cosas. Y alguien tiene que actuar para no mentir, para no traicionar al pueblo.
Autoridad moral y de la otra
Y en eso estábamos cuando vino la Comisión Estatal de Ayuda y Protección a Periodistas y recomendó que quienes contamos la historia de lo inmediato debemos mantener un comportamiento ético y profesional en nuestras vidas públicas y privadas para colaborar y mantener un clima de paz y orden social. De ese tamaño.
El anónimo – o la anónima – colega que escribió esa vaina tendría que saber que la ética es una convención privada y la decencia es una cuestión pública, como explicó Marguerite Yourcenar en sus Memorias de Adriano, aunque tal vez no haya leído ese libro.
Pero leer no parece importante para quienes escribieron y autorizaron la publicación del comunicado que causó molestia en el gremio. El asunto radica en que un escolta federal encargado de la protección de una colega hizo un disparo al aire "con el aparente propósito de amedrentamiento", en una situación que nada tenía que ver con la labor periodística de la reportera, según la CEAPP, que al parecer ignora muchas cosas. Según la comisión, fue un asunto entre particulares, en el que la comisión no tiene por qué meterse.
Y aunque la colega no disparó un arma, la CEAPP aprovechó la oportunidad para recordar a todos los periodistas de Veracruz – y quizá de México y del mundo – que hay que vivir vidas ejemplares, tal vez como las de los integrantes de la Santa Comisión, que sin duda tienen la autoridad moral de la cuarta transformación para decirles a los periodistas cómo vivir en estos tiempos. Qué vaina.
Desde el balcón
Hace frío y hace sol. La malta tiembla en la copa y la copa tirita en la mano. Uno puede ver algunas montañas, cerca y lejos. En el sendero de enfrente todavía pasan parejas, niños y niñas, perros, señoras y señores con paraguas precavidos y abrigos hasta donde pueden. Enero se va como vino, casi por sorpresa, con muchas sorpresas. Lejos, muy lejos, Saturno y Venus brillan y uno alza la copa de malta y brinda.
No sirve de nada repetir los casos en que la palabra presidencial – la voz del poder – ha declarado inocentes a funcionarios y gobernadores involucrados en asuntos dudosos. Ninguno de esos personajes ha sido llamado a cuentas, sometido a prisión preventiva oficiosa, acusado formalmente, procesado, y todo lo demás que los mexicanos que no son funcionarios enfrentan cuando se topan con la fuerza del Estado.
En el sexenio que pasó – pero no ha terminado – sancionaron a más de quince mil funcionarios del gobierno federal, ninguno de alto nivel. Seis mil fueron inhabilitados, cuatro mil suspendidos, y seiscientos veintidós tuvieron que pagar multas, según el diario La Jornada. Hasta donde se sabe, ninguno pisó la cárcel.
Así no es la cosa. El movimiento que quería iniciar "una reflexión nacional sobre los principios y valores que pueden contribuir (a) una convivencia armónica y respeto a la pluralidad y la diversidad" terminó replicando los vicios del sistema que fue antes que el suyo.
Hay ejemplo. Está el desmadre del gobierno de Cuitláhuac García Jiménez, un hombre "honesto" por definición presidencial, un aprendiz de político, y un funcionario inútil si uno ve lo que hizo y lo que dejó hacer, lo que dejó de hacer y lo que hicieron otros con su permiso y sin él.
La responsabilidad del gobierno de Rocío Nahle ante la opinión pública es grande. No puede ignorar los señalamientos del Órgano de Fiscalización Superior, una institución del Estado, sobre las empresas fantasmas que florecieron durante la administración – hay que llamarla de alguna manera – de García Jiménez, ni las denuncias sobre la corrupción que al parecer florecía en la secretaría de Educación y en otras oficinas públicas.
La gobernadora tendría que buscar (buscar no porque seguramente ya tiene la información) lo que hizo la Fiscal General con casos – de propios y extraños – que guardó en cajones oscuros de oficinas anónimas en nombre de intereses que tienen nombre y apellidos, y hacer algo sin pensar en su partido. En fin. Uno tiene que decir las cosas. Y alguien tiene que actuar para no mentir, para no traicionar al pueblo.
Autoridad moral y de la otra
Y en eso estábamos cuando vino la Comisión Estatal de Ayuda y Protección a Periodistas y recomendó que quienes contamos la historia de lo inmediato debemos mantener un comportamiento ético y profesional en nuestras vidas públicas y privadas para colaborar y mantener un clima de paz y orden social. De ese tamaño.
El anónimo – o la anónima – colega que escribió esa vaina tendría que saber que la ética es una convención privada y la decencia es una cuestión pública, como explicó Marguerite Yourcenar en sus Memorias de Adriano, aunque tal vez no haya leído ese libro.
Pero leer no parece importante para quienes escribieron y autorizaron la publicación del comunicado que causó molestia en el gremio. El asunto radica en que un escolta federal encargado de la protección de una colega hizo un disparo al aire "con el aparente propósito de amedrentamiento", en una situación que nada tenía que ver con la labor periodística de la reportera, según la CEAPP, que al parecer ignora muchas cosas. Según la comisión, fue un asunto entre particulares, en el que la comisión no tiene por qué meterse.
Y aunque la colega no disparó un arma, la CEAPP aprovechó la oportunidad para recordar a todos los periodistas de Veracruz – y quizá de México y del mundo – que hay que vivir vidas ejemplares, tal vez como las de los integrantes de la Santa Comisión, que sin duda tienen la autoridad moral de la cuarta transformación para decirles a los periodistas cómo vivir en estos tiempos. Qué vaina.
Desde el balcón
Hace frío y hace sol. La malta tiembla en la copa y la copa tirita en la mano. Uno puede ver algunas montañas, cerca y lejos. En el sendero de enfrente todavía pasan parejas, niños y niñas, perros, señoras y señores con paraguas precavidos y abrigos hasta donde pueden. Enero se va como vino, casi por sorpresa, con muchas sorpresas. Lejos, muy lejos, Saturno y Venus brillan y uno alza la copa de malta y brinda.