3 de julio de 2025
alcalorpolitico.com
Tanto mal, tanta desgracia, tanto cinismo, tanta impunidad, tienen una vida muy corta en la memoria popular. Las atrocidades de los delincuentes se olvidan en una semana, los abusos de autoridad, los robos de fondos públicos en cuestión de meses, la arrogancia de los ladrones en un par de años, la complicidad de quienes tendrían que perseguirlos en un sexenio.
Hemos visto – antes y ahora – que se cruzan acusaciones serias entre personajes políticos de alto nivel, y no pasa nada. Hemos visto –antes y ahora – que se profieren amenazas de funcionarios contra periodistas, y no pasa nada. Hemos visto –antes y ahora – que se anuncian demandas contra gobiernos y funcionarios de otro tiempo, y vemos pasar el tiempo sin que pase nada.
Hemos leído y poco a poco hemos olvidado que el gobierno de Cuitláhuac García Jiménez, el honrado (sic) pero incapaz gobernador que tuvo Veracruz sin merecerlo no pudo – ni ha podido y tal vez no podrá – explicar qué hizo con los miles de millones de pesos que entraron a las arcas del estado y desaparecieron sin que nadie sepa dónde.
Viene a la memoria el caso de los trescientos millones de pesos que García Jiménez encontró en algún rincón de la Fiscalía General de Justicia y pocos días después se perdieron en la oscuridad burocrática que – como antes, como siempre – protege a los suyos para protegerse a sí misma. Pero ahora no se trata de eso, sino de las investigaciones que involucran a ocho empresas fantasmas en el gobierno del ingeniero.
Y de las denuncias del Órgano de Fiscalización Superior por ciento ochenta millones de pesos en irregularidades en las secretarías de Infraestructura y Obras Públicas, de Desarrollo Social y de Desarrollo Agropecuario, Rural y Pesca. Pero eso es lo de menos. Según el Orfis, hay al menos ciento veintisiete denuncias penales porque no se sabe qué pasó con esos fondos y otras cantidades aún no identificables.
Los señalamientos son muchos, tantos que no se pueden ignorar. Alguien se fue al monte con el dinero, pero la responsabilidad es del gobernador que permitió los atracos por inocencia o por complicidad. No hay para dónde correr.
Lo que se perdió o no se ha justificado es mucho dinero, y nadie ha tomado medidas efectivas para ver qué pasó con todos esos pesos. El gobierno tiene más pendientes legales que Donald Trump, que ya es decir. Pero no va a pasar nada, porque la opinión pública va a olvidar esos y otros asuntos que ya duermen en un cajón de alguna oficina en alguna parte.
En la Cuarta Transformación, el brazo de la ley es lento. Y, al parecer, inútil.
Desde el balcón
Qué calor. Si uno tuviera palabras para describir lo que se siente en la sombra del balcón, diría que es una vaina del carajo. La malta es tibia, como es tibia la brisa que viene a mover las hojas de los árboles en la tarde. Uno recuerda entonces. No recuerda a don Justino Reyes, olvidado de todos, de los gobiernos priistas, de la breve administración panista y del gobierno y medio que han sido de la cuarta y humanista transformación.
No. Uno recuerda las tardes de sol y sombra, sentado en las escaleras de la casa de la abuela, leyendo hasta que se hacía de noche, y era hora de sentarse a oír las aventuras de Kalimán y las tragedias del Derecho de Nacer y las ocurrencias de la Tremenda Corte y las transgresiones de Porfirio Cadena, en un radio de bulbos con un ojo mágico que se volvía cada vez más azul cuando se calentaba. Quién sabe por qué.
Fuimos la última generación aural, le dijo a uno Carlos Fuentes cuando comíamos tacos dorados en la residencia del embajador de México, un día de hace tiempo.
Desde entonces hay varias generaciones que crecieron viendo la guerra en televisión y jugando a la guerra en sus teléfonos y en sus tabletas. La muerte, la sangre, el sufrimiento, el miedo, el hambre, la destrucción, son parte de un juego, o de una historia fácilmente olvidable. La vida se ha convertido en imágenes. Y uno mira la luz que baila en la malta que baila en la copa y bebe.
Hemos visto – antes y ahora – que se cruzan acusaciones serias entre personajes políticos de alto nivel, y no pasa nada. Hemos visto –antes y ahora – que se profieren amenazas de funcionarios contra periodistas, y no pasa nada. Hemos visto –antes y ahora – que se anuncian demandas contra gobiernos y funcionarios de otro tiempo, y vemos pasar el tiempo sin que pase nada.
Hemos leído y poco a poco hemos olvidado que el gobierno de Cuitláhuac García Jiménez, el honrado (sic) pero incapaz gobernador que tuvo Veracruz sin merecerlo no pudo – ni ha podido y tal vez no podrá – explicar qué hizo con los miles de millones de pesos que entraron a las arcas del estado y desaparecieron sin que nadie sepa dónde.
Viene a la memoria el caso de los trescientos millones de pesos que García Jiménez encontró en algún rincón de la Fiscalía General de Justicia y pocos días después se perdieron en la oscuridad burocrática que – como antes, como siempre – protege a los suyos para protegerse a sí misma. Pero ahora no se trata de eso, sino de las investigaciones que involucran a ocho empresas fantasmas en el gobierno del ingeniero.
Y de las denuncias del Órgano de Fiscalización Superior por ciento ochenta millones de pesos en irregularidades en las secretarías de Infraestructura y Obras Públicas, de Desarrollo Social y de Desarrollo Agropecuario, Rural y Pesca. Pero eso es lo de menos. Según el Orfis, hay al menos ciento veintisiete denuncias penales porque no se sabe qué pasó con esos fondos y otras cantidades aún no identificables.
Los señalamientos son muchos, tantos que no se pueden ignorar. Alguien se fue al monte con el dinero, pero la responsabilidad es del gobernador que permitió los atracos por inocencia o por complicidad. No hay para dónde correr.
Lo que se perdió o no se ha justificado es mucho dinero, y nadie ha tomado medidas efectivas para ver qué pasó con todos esos pesos. El gobierno tiene más pendientes legales que Donald Trump, que ya es decir. Pero no va a pasar nada, porque la opinión pública va a olvidar esos y otros asuntos que ya duermen en un cajón de alguna oficina en alguna parte.
En la Cuarta Transformación, el brazo de la ley es lento. Y, al parecer, inútil.
Desde el balcón
Qué calor. Si uno tuviera palabras para describir lo que se siente en la sombra del balcón, diría que es una vaina del carajo. La malta es tibia, como es tibia la brisa que viene a mover las hojas de los árboles en la tarde. Uno recuerda entonces. No recuerda a don Justino Reyes, olvidado de todos, de los gobiernos priistas, de la breve administración panista y del gobierno y medio que han sido de la cuarta y humanista transformación.
No. Uno recuerda las tardes de sol y sombra, sentado en las escaleras de la casa de la abuela, leyendo hasta que se hacía de noche, y era hora de sentarse a oír las aventuras de Kalimán y las tragedias del Derecho de Nacer y las ocurrencias de la Tremenda Corte y las transgresiones de Porfirio Cadena, en un radio de bulbos con un ojo mágico que se volvía cada vez más azul cuando se calentaba. Quién sabe por qué.
Fuimos la última generación aural, le dijo a uno Carlos Fuentes cuando comíamos tacos dorados en la residencia del embajador de México, un día de hace tiempo.
Desde entonces hay varias generaciones que crecieron viendo la guerra en televisión y jugando a la guerra en sus teléfonos y en sus tabletas. La muerte, la sangre, el sufrimiento, el miedo, el hambre, la destrucción, son parte de un juego, o de una historia fácilmente olvidable. La vida se ha convertido en imágenes. Y uno mira la luz que baila en la malta que baila en la copa y bebe.