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Columnas y artículos de opinión
Una noche de Todos Santos
Rafael Martínez Zaleta
4 de noviembre de 2011
alcalorpolitico.com
Exponiendo sus motivos
Ya lo dicen los expertos
Quien se acuerda de los vivos
En el festín de los muertos

Hace muchos ayeres, una noche de Todos Santos, en la cocina, mi mamá nos platicó que precisamente el Día de los Chiquitos, el tío Murano se fue muy temprano a la milpa; allá estuvo en la escardada toda la mañana. Después del mediodía se puso a cortar el “secapalo” de los naranjos y antes de que el sol le ganara, se metió al cafetal para chapear los acahuales.


-No advirtió el paso del tiempo.

−Cansado, pero con mucha hambre, sacó su bastimento del morral y sentándose en las salientes raíces de una gran higuera, tranquilamente se dispuso a comer. Comió con tanto apetito que terminó con todo, cosa inusual en él.

−Después, encendió un cigarrillo y se puso a observar las gigantescas ramas de los árboles que estaban sobre su cabeza. Al caer las primeras sombras de la noche, lo apagó, se paró y se disponía regresar al pueblo, cuando escuchó un gran murmullo, como si decenas de personas hablaran al mismo tiempo.


−Extrañado se sentó nuevamente sobre la raíz de la higuera y atento esperó. Cerca de él estaba el camino real, quienes fueran, fácilmente de ahí los vería. Las voces arreciaban más y la hierba seca crujía al paso de los caminantes; alerta, el tío Murano se paró, no daba crédito a lo que sus ojos veían: frente a él, antorcha en mano, desfilaban innumerables personas, la mayoría eran adultos, las teas de ocote en alto, iluminaban el camino y el rostro de quienes las portaban.

−Y así, encabezando la columna iban Evodio Santes y Brígida Ticante; atrás de ellos Francis Lizalde y Plutarco Plascencia, Platón Martínez y Trinidad Osorno llevando de la mano a su nietecito Vicente. No a todos conocía; algunos vestían de manera anticuada o extraña, pero identificó con mucha facilidad al viejo tahúr Rodolfo Reyes, a Remigio Santos, Audías Méndez, y a Odilón García. Todas esas personas que él suponía descansaban en paz, conformaban el cortejo. Mucha gente conocida y mucha desconocida, pero todos caminaban como si sufrieran un encantamiento, miraban hacia el frente, nadie se miraba entre sí, algunos iban preocupados, pero la inmensa mayoría se conducían alegres. Cerca del tío Murano, casi rozándolo, pasó Lucio Ágil, gran amigo de su padre y persona a quien mucho admiró en su niñez.

−“Es la quinta vez que vengo de visita −dijo Lucio a Berna Mitróvichs−, a ver qué me tienen de comer en el altar mis nietecitos”.


−“Y de tomar −agregó Mitróvichs, muy aficionado en vida a tomar cervezas y licores”.

−Todos platicaban a gusto sus anteriores encuentros, la manera en que habían sido recibidos, las ofrendas que les obsequiaron, lo penoso de llegar con antorchas y la ventaja de regresar con velas.

−El murmullo poco a poco se fue diluyendo…, ahora se escuchaba el canto de un tecolote. Fue cuando el tío Murano sintió abrir los ojos. Ligero como un venado corrió al camino real, atisbó hacia “Los Pocitos”, esperando ver el tumulto, pero no halló lo que buscaba, únicamente escuchó que el tecolote seguía cantando.


−Confundido, tomó el camino de regreso. Nunca supo si su experiencia fue sueño o realidad, pero ya entrada la noche cuando llegó a su casa, ordenó que mataran al puerco más gordo del chiquero y varias gallinas. La tía Chabela, desconcertada le preguntó:

−“¿Te has vuelto loco?, ¿para qué quieres tanta comida?”

−Quiero que hagas tamales, mole y barbacoa. A partir de hoy recibiremos siempre a nuestros difuntitos −fue la única respuesta del tío Murano.


−Seguidamente se puso a construir el lugar para depositar las ofrendas, habiéndolo terminado cerca de la madrugada. Durmió un rato, cuando despertó, humeante la comida, calientito el pan, frutas, dulces, cervezas y botellas de licor, de manera abundante exhibía el improvisado altar.

−Así sucedieron estas cosas y desde aquella vez la tía Chabela y el tio Murano festejan en grande Todos Santos. Y ahora se van a dormir, no sin antes persignarse −nos ordenó con mucho cariño mi mamá, dando por terminada esta historia.

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