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Columnas y artículos de opinión
Un día en la cámara
Rafael Martínez Zaleta
28 de noviembre de 2011
alcalorpolitico.com
A invitación exprofesa del diputado federal Juan Nicolás Callejas Arroyo, asistí al palacio Legislativo de la ciudad de México. El ambiente político a ese nivel se permea en todos los pasillos, corredores, restaurantes y no se diga el recinto donde sesionan los representantes populares. La cita fue a las 10:30 de la mañana, y a las 10:30 de la mañana en punto, llegó el maestro a su oficina, saludando de mano y con una sonrisa a todos los presentes. Yo le extendí la mía agradeciéndole el favor de su atención, él cortésmente me invitó a pasar a su despacho. Ya en el interior me dijo: en esta soberanía no se oculta nada, todo es transparente, voy a acordar con algunas personas solicitudes, iniciativas, detalles presupuestales del estado y municipios, pero me gustaría que fueras fedatario de las actividades que aquí desarrollamos. Me ofreció una silla a su lado derecho y fui siendo testigo de la manera tan respetuosa como diligente, con que fue atendiendo a todos y cada uno de los servidores públicos de la administración municipal y estatal de Veracruz.

El maestro Callejas Arroyo abordaba los temas con pleno conocimiento de causa, reflejando un largo recorrido por los senderos de la función pública; cualquier detalle por pequeño que fuera, era escrupulosamente analizado. Su manera sencilla de conducirse, se iba hilando con un lenguaje claro. De momento la historieta se hacía presente o la chispa ingeniosa del chascarrillo nos hacía esbozar una sonrisa.

Las horas a hurtadillas se deslizaban y cuando todas las personas habían sido atendidas, aproveché el intervalo. Es interesante platicar con un hombre sencillo y talentoso. Frente a mí, estaba el profesor, el docente, el político, el luchador social, el padre de familia, el amigo. ¿Los temas?, el educativo, social, político, económico y cultural. Habla de su infancia y carencias, de sus anhelos, de sus sueños y esperanzas, allá en su siempre bella ciudad de Misantla. Juan Nicolás Callejas explica con pormenores las causas por la que emigró de su terruño, su arribo a la normal de Perote, su breve estancia en Guanajuato y la realización de su gran aspiración en la vida: ser profesor. Esto acontece en el estado de Michoacán. Aquí el tono de voz cambia y su manera de hablar se hace reflexiva, comenta sus errores y tropiezos, reafirma sus principios y su fé como baluarte en el sindicato magisterial. Hace gala de la anécdota, de lo antes no mencionado, con una narrativa simple, pero amena, cumpliendo con un solo propósito; mostrarse tal cual es.


Mi niñez no tuvo nada excepcional, me crié y desarrollé con muchas carencias, como tantos niños en aquel entonces… eso sí, desde mi tierna infancia aspiré a superar aquel estado de cosas. El alcoholismo como enfermedad social, en mi segunda infancia me atemorizó, observé como jóvenes de clara inteligencia fueron víctimas de esa enfermedad incurable, progresiva y mortal. Cuando empecé a tener conciencia, comprendí que era necesario salir de mi tierra, con todo y que a veces duele mucho dejar el conjunto de nuestros amores (padres, tíos, hermanos), pero repito era necesario salir. Sentía una obligación rebasar los espacios que me limitaban y tenía que arriesgarme, tenía que aventurarme en la búsqueda desalimento y de mi educación. Conocedor de mis sentimientos, conforme avanzaba, nunca quise voltear hacia atrás, le tenía miedo al encantamiento, regresar era fácil; ¡lo difícil!, el largo y áspero camino del esfuerzo que comúnmente conduce a la victoria.

Siempre tuve el cariñoso apoyo de mi madre, una extraordinaria mujer que me enseñó a querer mucho a mi pueblo, de ella aprendí que la distancia no siempre significa olvido. Puedo decir con mucho orgullo que, gracias a mi señora madre, soy fiel a mi espejo diario, fiel a mi querencia y fiel a mis principios.

¿Qué opina usted de los llamados ninis?


Yo creo que la juventud debe estar dentro de las políticas públicas del gobierno y, haciendo un poco de historia, cuando nace la Secretaría de Educación Pública en 1921, tiene la pretensión de formar buenos mexicanos que ayuden al desarrollo del país. Por eso empezó a atacar la educación desde el medio rural, con el nacimiento de las misiones culturales, luego con la escuela rural mexicana y con el padre de la escuela rural mexicana, un maestro veracruzano de Las Vigas, don Rafael Ramírez, nace el sistema de primarias, posteriormente secundarias generales y fue evolucionando nuestro sistema educativo nacional. Pero preocupa que al evolucionar el sistema educativo nacional todavía tengamos siete millones y medio de jóvenes que no tienen acceso ni a las aulas ni al empleo y que despectivamente les llamen ninis, que ni estudian ni trabajan. No es responsabilidad de los jóvenes, es responsabilidad del gobierno y de la sociedad en que nos desenvolvemos, si hubiera espacios en las aulas de educación superior, si hubiera espacios en las fuentes de trabajo, mediante la inversión productiva, no tendríamos ninis, y tendríamos un país muy desarrollado.

Referente a la reforma política, ¿qué opina usted de la reelección?

El criterio nuestro, no es oponerse a la reelección, pero también tenemos una carga histórica, habría que consultar a la sociedad, por eso el Partido Revolucionario Institucional no se opone a la reelección, pero sí pide un transitorio donde diga que antes de aprobarse se haga una consulta popular, para que ésta sea con la aceptación de la base social. Si los demás partidos, dicen que es el pueblo el que manda, entonces nosotros queremos que el pueblo legitime esta iniciativa.


¿Cómo inició su vida dentro del magisterio?

Empecé como profesor de educación primaria, en Cristobal Hidalgo, en la comunidad de Cristobal Hidalgo, municipio de Yecuatla. Posteriormente se presentó un problema en la comunidad de Guadalupe Victoria, municipio de Misantla y la inspección escolar, me pidió que me fuera a hacer cargo de esa escuela, claro, escuela unitaria. Me tocaba ser director, maestro de grupo, conserje y todo. Pero fue una de las grandes experiencias que tuve y que le dieron a mi vida un rumbo, un rumbo porque logramos en esa escuela convivir con la sociedad, hacer que participara tanto en la construcción de los edificios escolares, como en las actividades de tipo social y deportivo. Esto significó que hicimos de la escuela un todo, una verdadera integración, donde lo mismo participaban los padres de familia, los ciudadanos, los alumnos, los jóvenes. Los festivales que realizábamos no los hacíamos con los alumnos nada más, sino que participaba toda la comunidad, participaban los padres de familia, participaban los jóvenes y esto hacía que la escuela fuera un todo. Ahí con estas acciones logramos motivar tanto, que hicimos la escuela de concentración en Guadalupe Victoria y que con el paso del tiempo, después de que había un solo maestro, pudimos dar formación hasta el sexto año. Esa fue la primera gran experiencia de mi vida magisterial.

Al salir de Palacio Legislativo, la combinación rojiza de las nubes que ocultaban un sol agónico, me hicieron recordar aquella sentencia del gran McArthur “…Me voy, pero pronto volveré…”, y yo haciendo un agregado, incluyo alguna frase de mi devoción cristiana “Si Dios me lo permite”.


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