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Columnas y artículos de opinión
Y las chachalacas callaron
Angel Lara Platas
10 de enero de 2012
alcalorpolitico.com
Suena interesante que las izquierdas se hayan puesto de acuerdo para participar en el proceso electoral con un solo candidato. Y es que durante toda su existencia, el PRD ha enfrentado serias divisiones al interior de su estructura lo que en ocasiones ellos mismos consideraban rupturas que parecían difíciles de sanar.

Pero fue una encuesta, de las que el propio López Obrador criticaba porque decía que los votantes son millones y los encuestados solo unos cuantos, y que no todos los mexicanos tienen teléfono; lo que vino a hacer ese milagro. Mueve a sospecha que ahora que él fue el agraciado con los resultados del sondeo, le dé a estos procedimientos toda su confianza.

Perseverante como es, Andrés Manuel López Obrador en esta nueva estrategia de marketing pensando en la presidencia de la República, ha hecho algunos cambios en su discurso y actitudes con el firme propósito de alcanzar el poder supremo a como dé lugar.


Cuando encaminaba sus pasos a la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal, misma que detentó del 2000 al 2006, y pretendía ganarse la confianza de los defeños, sus asesores de imagen política le sugirieron algo que fuera de acuerdo a sus ideales del hombre que lucha al lado de los marginados y los desposeídos. En aquella ocasión le hicieron algunas recomendaciones a fin de proyectar una imagen pública de extrema sobriedad.

Por eso utilizó como vehículo de transporte un austero “tsurito”. En el conductor también se fijaron: no debía ser propiamente un chofer, sino un amigo que fungiera como un auxiliar y compañero de viaje. La tercera de las recomendaciones fue domiciliarlo en un departamentito de colonia popular. La escena, a pesar de las dudas sobre su autenticidad, fue bien vista y hasta agasajada.

El éxito fue rotundo. Sus asesores habían logrado vender la idea que el Peje era dueño de una conciencia de altos escrúpulos. Los capitalinos estaban seguros de haber encontrado al hombre que acabaría con todo aquello de lo que el capitalino se quejaba.


Y para la foto, de vez en cuando debía visitar, en carácter de cliente, alguna concurrida taquería para hacerle los honores al venerable señor taco. Después de las imágenes entre destacados tacófagos, todo lo demás era buche comido.

Pero luego las sorpresivas contradicciones. Que su chofer, Nicolás Mollinedo Bastar, alias el Nico, tenía un salario superior a los 80 mil pesos mensuales más viáticos y gastos de representación, y que no nada más conducía el modesto vehículo sino también manejaba jugosos negocios.

En esos días, un percance vial puso al descubierto que su hijo conducía la camioneta de lujo involucrada. Y sobre el pequeño departamentito, cuentan que rápido creció y sigilosamente se mudó a otro lugar más acorde con su investidura.


Otro de los atinos de los estrategas fueron sus conferencias de prensa muy de mañana. Todos los días, El tabasqueño ponía en la agenda nacional el tema de la jornada.

Pero en 2006, después de la histórica derrota frente a Felipe Calderón en la contienda por la Presidencia de la República, vino lo inesperado. No se sabe quiénes fueron sus consejeros en conflictos postelectorales, pero lo hicieron mal, muy mal.

Con cargo a su imagen pública, los habitantes de la Ciudad de México todavía recuerdan una de las más dolorosas decisiones de Andrés Manuel: la estrangulación del Paseo de la Reforma, una de las principales arterias de la Capital del país, como parte de sus estrategias de protesta por lo que llamó “el robo de la elección”. Tampoco se les ha olvidado a los miles que tenían que caminar muchas cuadras para llegar a su destino. Y los que perdieron su empleo o cerraron sus negocios por haberse convertido en un lugar inaccesible. En aquel tiempo, la ciudad toda se llenó de suspiros y quejas. Toda una tortura.


Esa acción representó para el ex Jefe del Gobierdo una contundente caída en las preferencias ciudadanas.

La irritación de los capitalinos creció cuando se percataron que las decenas de casas de campaña instaladas en la avenida más hermosa de México, era todo un montaje. Además lucían desiertas. En el día, la poca gente jugaba algo y tomaba café. En la noche, solo guardias en rondines.

A pesar de su sigilosa elocuencia y su lenguaje aterciopelado, su discurso de la paz y del amor, que es bueno, carece de credibilidad.


Antes de considerar algún éxito en el intento, AMLO tendrá que revertir el ánimo de los empresarios después de lo que de ellos publicó en su libro La mafia que se adueñó de México, y sanar las contusiones provocadas durante cinco años de promover el rencor entre mexicanos por todo el país.

Haber estrechado su mano franca a Televisa, vestir trajes Brioni y Armani, envaselinar su pelo para desaparecer su característico gallito y caminar como le indica su asesora de imagen, no serán motivos suficientes para que los votantes pongan en olvido todas las borrascas pasadas, como el bloqueo de pozos petroleros en Cunduacán y Huimanguillo, Tabasco, en 1996.

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