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Columnas y artículos de opinión
De Interés Público
El increíble caso de los 25 millones de pesos
Emilio Cárdenas Escobosa
6 de febrero de 2012
alcalorpolitico.com
El episodio profusamente comentado y publicitado en medios nacionales e internacionales de los 25 millones de pesos decomisados al gobierno de Veracruz por la Procuraduría General de la República, no solo le ha significado a la administración de Javier Duarte una durísima y unánime crítica negativa de analistas, columnistas, medios de comunicación y de la opinión pública, sino que por detalles que han ido trascendiendo, el lamentable caso revela la sorda lucha del círculo de funcionarios del primer círculo del mandatario por ampliar su control de los espacios donde se puede hacer negocios y ajustar cuentas con compañeros incómodos de viaje.

La insólita historia del decomiso, tan grave que, amen de la crucifixión en medios del gobernante, ameritó ya un punto de acuerdo del Senado de la República para pedir a la PGR, la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, así como a la Secretaría de Hacienda remitir un informe detallado respecto de la investigación de los recursos incautados, no ha sido óbice para que desde ese grupo cercano se atice la hoguera en la que quieren sacrificar al secretario de finanzas Tomás Ruiz González, quien debió dar la cara para salir al paso de una acción que, desde luego, no fue ordenada ni coordinada por él, que si de algo sabe es de temas fiscales, debiendo hacer suya la increíble explicación difundida originalmente por la vocería del gobierno estatal ante el alud de cuestionamientos que se le vinieron encima a Duarte de Ochoa apenas conocida la noticia.

Institucional, el ex director de Banobras y de la Lotería Nacional, apechugó la ácida crítica de amplios sectores de opinión, y además habría desaconsejado al gobernante la separación de su cargo del tesorero Vicente Benítez González, decisión que, como ocurrió, multiplicó las dudas y cuestionamientos, porque lógicamente contradecía la versión oficial sobre la legalidad de la operación.


Con todo, o justamente por ello, desde el miércoles 1 de febrero soltaron el rumor de que el secretario de finanzas Tomás Ruiz González habría presentado su renuncia al gobernador Javier Duarte, versión que prendió en las redes sociales y que debió ser desmentida por el propio Ruiz y después por la oficina de comunicación del gobierno estatal en sus cuentas en redes sociales. Era evidente que a juicio de los favoritos llegaba la hora de arremeter contra el funcionario y convertirlo en el chivo expiatorio de la fallida operación monetaria.

La columna Templo Mayor de Reforma en su edición del jueves 2 de febrero publicó un trascendido que muestra una faceta clave de este enredo. Apuntó el rotativo nacional: “En el escándalo de los 25 millones de pesos viajeros, Tomás Ruiz anda pagando cuentas que no son suyas. Y es que el cesado, renunciado o escondido tesorero veracruzano, Vicente Benítez, pese a ser su subalterno, no le rendía cuentas al secretario de Finanzas, sino directamente al gobernador Javier Duarte. Es más: para nadie es secreto en Veracruz que el mandatario local le impuso a Ruiz a los subsecretarios con los que tiene que trabajar. De hecho, dicen que la orden del traslado de los 25 millones salió de la oficina del propio Duarte. Lo curioso es que Tomás es quien ha tenido que salir a dar la cara con la fantástica historia de que les ganaron las prisas y era más rápido mandar el dinero en maletas por avión...que por transferencia electrónica!".

Hay otras versiones de los sucedido, como la que recoge el periodista Francisco Rodríguez en su columna Índice Político, que publica en varios medios, donde apuntaba a mediados de la semana que "en el caso de los 25 millones de pesos en efectivo que la Administración Federal incautó al gobierno de Veracruz flota la pregunta: ¿Y si Vicente Benítez González, el despedido tesorero del gobierno estatal, había mandado el traslado de esos valores para él? ¿Para su beneficio? Esto es, ¿se los había robado?". Preguntas que, desde luego, a falta de explicaciones coherentes y convincentes, flotan en el ambiente y que, en su caso, explicarían la intempestiva salida del funcionario, aunque en opinión de analistas y personajes cercanos al caso tiene mayor peso la versión de que están a la espera de que la vorágine arrastre a Ruiz González, se calmen las aguas y felizmente pueda ser reinstalado el tesorero.


Quizá por ello por estos días algunos analistas y columnistas locales han coincidido en afirmar que el gobernador Duarte es posible que no le acepte la renuncia al defenestrado tesorero, a quien –dicen- habría que reconocerle el gesto y el valor de separarse del cargo para no entorpecer las indagatorias y que se debe “reivindicar” la imagen de Vicente Benítez, a quien se califica de joven talentoso, leal al gobernador Javier Duarte de Ochoa y acaso el más duartista que muchos otros”.

Lo que es un hecho es que son fuertes las presiones del primer círculo de amigos del gobernador para aprovechar el viaje y endosarle culpas ajenas al secretario Ruiz para, en su caso, eliminarlo como un serio obstáculo para que los grandes negocios sigan fluyendo como antaño. Entonces, como ya comentan, el tesorero regresaría a su cargo y todos felices. Eso sí, eliminarían a uno de los oficiales del barco, de los que sí conocen de navegación, aunque en esa empresa terminen por hundir la nave. De ese tamaño son las ambiciones.

Al final lo que queda es la impresión de que les ganó el exceso de confianza y alguien de adentro dio el pitazo a la PGR para que interviniera el misterioso vuelo en viernes en la noche al aeropuerto internacional de Toluca, Estado de México, y los agarrara con las manos en la masa.


Las dudas son muchas: ¿Eran aportaciones para la campaña de Peña Nieto? ¿Acaso recursos que iban a depositarse en cuentas particulares? o lo más increíble: ¿Era la premura de los tiempos y situaciones extraordinarias de pago a un proveedor?

Como sea, el asunto es muy delicado y en tiempos electorales tan complejos como los que vivimos no será obviado fácilmente, aunque se quiera apostar a la inveterada amnesia colectiva.

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