icono menu responsive
Columnas y artículos de opinión
Hemisferios
La democracia azul
Rebeca Ramos Rella
6 de febrero de 2012
alcalorpolitico.com
Lejos de partidismos y de preferencias ideológicas, es válido analizar y objetivamente, el proceso elección de la hoy, ya abanderada del Partido Acción Nacional a la Presidencia de la República. La razón es porque el sólo hecho que quien lleva la carga del oficialismo en una contienda, que se prevé de antemano, competitiva, es una mujer y ese detalle torna histórica la decisión de los panistas en el país, con todo y que representan a la derecha, al conservadurismo, a la línea del Yunque extremista, a la ortodoxia y golpes de pecho. La evidencia es que han roto el paradigma y han optado por apoyar a Josefina Vázquez Mota, en vez de favorecer al experimentado y acartonado Santiago Creel y al siempre equívoco, Ernesto Cordero, el delfín, el consentido y bendecido por el dedo del Presidente de la República, el primer panista del país.

Guste o no, una mujer por primera vez en la historia política de México, es la candidata presidencial del partido en el Gobierno Federal, con todo y la carga de recursos, apoyos, alianzas y virtudes y desventajas que ello contempla. Las mujeres, las feministas y las no misóginas observamos este resultado como un parteaguas en la lucha por el reconocimiento de las mujeres en su desempeño, capacidad, liderazgo y participación política.

Si recorremos en retrospectiva el camino que la Señora Vázquez Mota tuvo que transitar para llegar a su unción, ni la tuvo fácil, ni cercana y blandita. Ella, se asegura, era el “Plan B” de Calderón, quien nunca descartó que el “Plan A”-en orden de predilección: Mouriño, Lujambio y Cordero-, lograran alcanzarla en las encuestas, mismas que éste último siempre engallado, descalificó y que le dieron el revés de su vida, inocultable en mueca permanente y labios apretados, cuando tuvo que levantar la mano a su contendiente y correligionaria, a quien le dedicó cualquier cantidad de adjetivos acusándola de diputada “Nini”, de ignorante, de ineficiente, tirándole imprudentemente, la piedra a su Jefe máximo, cuando la responsabilizó de la elevación de los millones de pobres, durante el paso de aquélla, por la Sedesol.


Bien por Josefina que desde la coordinación de la campaña de Calderón en 2006 a esta fecha, padeció y superó la grilla, la intriga, la exclusión, el fuego amigo desde Los Pinos, para tumbarle su aspiración de lograr la Secretaría de Gobernación y con discreción hubo de conformarse con una curul y la coordinación de los azules diputados en el Congreso Federal. Bien por ella que no compró el pleito del gallo del Ejecutivo y sí denunció tropelías y demás vicios y mañas que los panistas han reproducido del régimen arcaico y en coma, que por cierto urge reformar y que ellos tanto han criticado por décadas, desde la oposición.

Bien porque, según conocedores, arriba a su candidatura sin la sospecha del dedazo pre-priista, prehistórico; sin señalamientos fundados de corrupción, deshonestidad, ligerezas, disipaciones personales y privadas y enramadas trepadas, ni de subjetividades obscenas e indignas, que se usan y que propaga el machismo, la envidia y la misoginia de nuestra sociedad aún desigual e intolerante en la equidad de género, para desprestigiar a todas las mujeres políticas que ascienden al poder, tachándolas de arribistas por otros oscuros y carnales medios; bien por ella que conservó el temple y el valor de arriesgarse a superar las vallas anticulturales e ignorantes de aquellas y aquellos, que todavía piensan y sostienen que una mujer no puede ni debe ser poderosa, pues su condición de “fragilidad, de vulnerabilidad, de sentimiento” le impediría tener la mano dura y firme para encauzar al país. Josefina y quienes votaron por ella, en casos, evadiendo y trasgrediendo la línea y la amenaza oficial, derrumbaron los estereotipos sexistas y las costras de la reacción y puritanismo hipócrita y la encumbraron.

Nadie puede afirmar que este proceso fue un laboratorio donde el experimento democrático en el PAN tuvo final feliz, de reconciliación y de unidad. Nada perfecto, pulularon las denuncias, quejas, ciudadanas y simpatizantes de los tres precandidatos, vía redes sociales, de listas rasuradas, casillas no instaladas, urnas embarazadas, coacción del voto a favor de Cordero, acarreos, posibles desvíos de recursos públicos, prácticas antiguas y sucias como en los peores tiempos del régimen autoritario, que insisto, tanto han repudiado los panistas cuando no eran gobierno. El proceso estuvo manchado de perversiones electoreras, pero cuando la tendencia era irreversible, seguramente el primer panista, decidió llamar al suyo y disciplinarlo.


El ganón de este proceso es sin duda el Presidente Calderón. La lectura es benéfica para él. Queda como un demócrata y la candidata, legitimada, desde la competencia que libró con pocas preferencias de los santones electores de alto nivel. Si era Cordero, se hubiera entorpecido el proceso y cuestionado fuertemente al partido y al Presidente. Nadie hubiera creído el resultado. La novedad es que el “Plan B”, le regaló a Calderón el plus: la carambola de su estrategia exitosa en tres bandas; la exhibición y ridículo al que hundió a su viejo adversario; el reconocimiento de panistas y del resto, a su respeto y no intromisión en la decisión final; la reorientación del proceso, al inicio, medio torcido y salpicado de lodo, hacia la culminación sin dolor, sin división ni suspicacias; la etiqueta que selló al proceso de elección interna, como un acto eminentemente democrático, libre y justo para sus correligionarios y la garantía de que una mujer inteligente, centrada, madura, accesible, sin pasado tortuoso, que generó un liderazgo nacional, podrá arrebatarle votos y simpatías a los de enfrente y sobre todo, podría conquistar y esa será su meta, identificarse con las mujeres, jóvenes, madres y jefas de hogar, que son más de la mitad del padrón electoral.

Sin embargo habrá que esperar qué tan buena y efectiva candidata resulta la Señora Vázquez Mota y sus propuestas y si los golpeadores de adentro, serán apoyos incondicionales en la etapa que inicia. Lo que sea de cada quién, ella logró lo que ni Hillary Clinton en la primera democracia del mundo, el referente más “avanzado” en igualdad y perspectiva de género. Allá optaron por tragarse su racismo, pero no la duda e incomodidad de si una mujer puede tener la capacidad y el aplomo para gobernar.

Lo interesante de esta novedad sin par en nuestra historia, será también el cambio de estrategias que los otros dos candidatos a la Presidencia de la República habrán de mostrar, en sus discursos, en sus ataques, en sus propuestas, en sus actitudes, en el marketing electoral, frente a una candidata fuerte, legitimada por un proceso democrático –el que los otros dos no vivieron ni padecieron precisamente tal cuál- y que traerá al aparato oficial de su lado. Habrán de ser muy cuidadosos y brillantes para no derrapar en sexismos ni en dislates irrespetuosos del género, en primera instancia; no les conviene echarse encima a las mujeres. También será significativo, digno de reflexiones, el comportamiento del electorado; de cómo los mexicanos y las mexicanas lo asimilarán.


¿Y estará México preparado para que una mujer sea su Presidenta? Veremos el veredicto de las urnas el próximo 1 de julio, pero siendo muy realista y nada pesimista, no lo creo, nos falta mucha educación y cultura en igualdad y equidad; asentar el respeto al libre ejercicio de los derechos de las mujeres; transformar nuestro sistema político; respetar y reconocer la aportación de las mujeres en la política; tolerar su empoderamiento; limpiar de lastres las mentes de muchas poderosas que obstruyen y segregan a las demás. Por lo pronto, la democracia azul ha dado una lección, para avanzar a ese momento.

[email protected]