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Columnas y artículos de opinión
Al Pie de la Letra
Calderón, derrotado
Raymundo Jiménez
7 de febrero de 2012
alcalorpolitico.com
En los 71 años de hegemonía priista –desde el surgimiento del Partido Nacional Revolucionario en 1929 hasta la sucesión presidencial de 2000 en la que el Partido Revolucionario Institucional fue derrotado por primera vez por el PAN–, todos los Presidentes de la República en funciones lograron imponer a su sucesor.

Quizá el único caso polémico sería el de Carlos Salinas de Gortari, quien impuso inicialmente a Luis Donaldo Colosio Murrieta, asesinado en una colonia marginada de Tijuana en marzo de 1994, y cuyo sucesor en la candidatura terminó siendo el coordinador de su campaña presidencial, Ernesto Zedillo Ponce de León, considerado el favorito del poderoso jefe de la Oficina de la Presidencia, Joseph Marie Córdoba Montoya, un tecnócrata francés naturalizado mexicano que durante el salinato ejerció discrecionalmente un inmenso poder.

Ahora, en los dos sexenios del PAN en la Presidencia de la República, ninguno de los jefes del Ejecutivo federal ha logrado imponer como candidato al colaborador de sus preferencias. En 2006, por ejemplo, Vicente Fox impulsó con todo a su secretario de Gobernación, Santiago Creel Miranda, pero la candidatura le fue arrebatada por Felipe Calderón Hinojosa, quien meses antes había sido obligado a renunciar como secretario de Energía por haber manifestado públicamente sus aspiraciones presidenciales en una gira de trabajo por el estado de Jalisco.


Ello dio pie a que después el panista michoacano, en su campaña electoral, rotulara el autobús oficial que lo transportaba con el nombre de “El hijo desobediente”, título de un popular corrido mexicano que él gustaba cantar.

Seis años después, Calderón Hinojosa ha tenido que pagar la misma factura. Originalmente, su candidato preferido era Juan Camilo Mouriño, su segundo secretario de Gobernación que falleció en un sospechoso accidente aéreo ocurrido en la ciudad de México en noviembre de 2008. Muerto el ex diputado federal campechano, Calderón optó después por Ernesto Cordero, miembro también de su hermético círculo de amigos.

Pero Cordero, quien en un tiempo record ocupó en el actual sexenio la titularidad de dos supersecretarías de Estado: la de Desarrollo Social y la de Hacienda y Crédito Público, no tenía el oficio ni el carisma político de Mouriño.


A pesar de todos los apoyos que recibió de Calderón y de la mayoría de los gobernadores panistas, Cordero no logró crecer y dar el estirón como en cambio sí lo consiguió Josefina Vázquez Mota, quien inclusive inició su precampaña colocada en las encuestas debajo del senador Santiago Creel, el cual tuvo que separarse de su escaño en la Cámara alta del Congreso de la Unión cuando se percató que la diputada federal con licencia comenzaba a empatarle en las preferencias electorales.

El caso de Creel es patético: en 2006 tenía todo para suceder a Fox en la Presidencia de la República y se dejó arrebatar la candidatura presidencial por Calderón. Y hasta mediados del año pasado punteaba en todas las encuestas del PAN, pero en la elección interna de este domingo 5 terminó relegado en un lejanísimo tercer lugar.

El presidente Calderón queda colocado también en una situación políticamente muy incómoda y bastante endeble, pues primero no pudo lograr que su hermana mayor Luisa María Calderón ganara las elecciones de gobernador de Michoacán en noviembre de 2011, y ahora, tres meses después, tampoco pudo imponer a su “brother” Cordero como candidato presidencial del PAN, a quien la fracasada “Cocoa” igualmente apoyó.


A casi diez meses de entregar la Presidencia de la República, Calderón parece estar más solo que Robinson Crusoe. Varios de sus amigos y ex colaboradores le han dado la espalda. Germán Martínez Cázares, por ejemplo, a quien primero designó como secretario de la Función Pública y luego maniobró para imponerlo en la presidencia del Comité Ejecutivo Nacional del PAN, reveló que votó por Vázquez Mota en las internas de este domingo en la casilla de la Delegación Álvaro Obregón, junto al busto de Manuel Clouthier, “Maquío”, donde también sufragó el mandatario mexicano. Ahí, Josefina arrasó casi al dos por uno a Cordero. Ella obtuvo 413 votos y el ex secretario de Hacienda 237.

“Voté ayer en la contienda interna del PAN, voté por Josefina Vázquez Mota. ¿Por qué por Josefina? Por una razón demostrada claramente en la precampaña: no entiende gobernar como sinónimo de ‘saber’, sino como tarea de ‘convocar’. Vázquez Mota no dijo –desde esa Presidencia personalista mexicana que se niega a morir– ‘yo’ arreglo los problemas del país; entiende al gobierno como responsabilidad de ‘todos’, por eso insistió en llamar a los ciudadanos, no simplemente a los panistas. No aspiró a ser capitana de ninguna embarcación, sino a animar y entusiasmar a la participación cívica y social, no sólo del panismo, sino a toda la sociedad, para resolver nuestros problemas. Ése fue su acierto.

“Josefina tuvo el enorme tino de hablarle a todos los ciudadanos desde la precandidatura panista, mientras otros insistían en practicar la endogamia política o reclamarle tener pocos panistas en sus responsabilidades de gobierno. Vázquez Mota comprendió que la militancia panista no está aislada de la sociedad. Los panistas no son ermitaños ausentes de la realidad, eso es lo que decían las encuestas, y eso dijeron las urnas”, escribió ayer Martínez Cázares en su artículo semanal publicado en el diario capitalino “Reforma”.


Pero lo más interesante del texto del ex secretario de la Función Pública es que cuestiona si el PAN tuvo realmente un proceso electoral limpio. “El proceso debió ser intachable”, dice el ex funcionario calderonista, quien abiertamente señala: “El proceso tuvo dos graves pecados que no pueden pasarse por alto. Uno es el espionaje telefónico. ¿Con qué autoridad moral los panistas en la campaña venidera vamos denunciar el espionaje de afuera, cuando lo toleramos adentro? ¿No fueron los de adentro? Que lo aclare la Procuraduría de la República, delito sí hubo. Es muy importante deslindar la responsabilidad penal en el uso de ese instrumento que el Estado usa legítimamente, y con autorización judicial, para combatir a la delincuencia. El espionaje ilegal no puede manchar la lucha del presidente Calderón contra el crimen”. Y añade: “El otro tema no es menor, es la promoción del clientelismo electoral. Prometer o entregar víveres o empleos a cambio de un voto, como señalan las notas del periódico al informar de las denuncias de uno y otro precandidatos, es prostitución electoral. El PAN no debe claudicar ante el avance del reino de la ‘cultura de la despensa’.”

Pero, ¿acaso no fueron estas prácticas –filtración de videos en contra de ex funcionarios del PRD, reparto de despensas y de dinero en efectivo, y la entrega de cargos como las direcciones del ISSSTE y de la Lotería Nacional, así como de la Subsecretaría de Educación Básica de la SEP a la lideresa nacional del SNTE y dueña del Partido Nueva Alianza, Elba Esther Gordillo– las que hicieron posible que Calderón remontara en la sucesión presidencial de 2006 la ventaja de más de 20 puntos que inicialmente le sacaba el perredista Andrés Manuel López Obrador en las encuestas?