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Columnas y artículos de opinión
Prosa Aprisa
La fotografía
Arturo Reyes Isidoro
10 de febrero de 2012
alcalorpolitico.com
Viendo la fotografía me puse a pensar si es que además de viejo me estoy volviendo conservador. Lo sigo pensando. Si yo estoy mal o si exagero. O qué me pasa, pues por naturaleza me gusta, me encanta la informalidad en el vestir. Durante muchos años trabajé en el Gobierno y para mí era un sufrimiento disfrazarme con traje y corbata, usar zapatos formales y todo lo que ello implica. A veces despierto asustado cuando sueño que para mi entierro me ponen traje y corbata y todas esas cosas que muchas familias acostumbran para que, aunque ya cadáver, se vea uno “presentable” (así dicen). A la mía ya le he pedido que me dejen descansar en paz poniéndome la ropa más cómoda que hallen, es decir, informal.
 
Viendo la fotografía me puse a pensar si ya no veo la vida como la ve un joven, aunque mi joven nutrióloga –báscula-escáner especial en mano– me acaba de decir, luego de un chequeo-reconocimiento corporal que me hizo el martes, que mi edad fisiológica corresponde al de un hombre de 44 años de edad (¡házmela buena!).
 
Viendo la fotografía también me puse a pensar si es que las reglas de etiqueta, el protocolo, las prácticas, los usos y costumbres oficiales, también han evolucionado; si ya se han roto o se pueden romper sin que se cometa alguna falta y si es la moda y se acepta con toda naturalidad; si han cambiado y no me he dado cuenta y me quedé en el pasado.
 
Viendo la fotografía ayer temprano –ya la había observado en los portales desde la noche anterior, pero por las prisas no reparé mayormente en ella– en la primera plana del Diario de Xalapa me puse a pensar en lo que significa representar a una potencia mundial, a una de las siete mayores economías del globo terráqueo, a una nación prototipo de la puntualidad, de la etiqueta, que fue el imperio que dominó al mundo entre los siglos XVI e inicios del XX, que este mes de febrero está celebrando los 200 años del nacimiento de Charles Dickens, que tiene a una realeza real, cuna del máximo dramaturgo de todos los tiempos William Shakespeare, que creó al prototipo del hombre de acción del mundo civilizado, valiente, héroe, seductor y extremadamente elegante como James Bond, entre otras consideraciones.
 
Viendo la fotografía me pregunté si sería motivo de un análisis serio, de una discusión en el aula de las facultades de periodismo o de comunicación o de estrategias comunicacionales o áreas afines, de una disección detalle a detalle entre maestro y alumnos, entre profesionales de imagen y de medios, si es que alguien la captó o lo captó.
 
La fotografía, que apareció en casi todos los medios impresos y en buena parte de los portales informativos muestra a la embajadora del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte en México, Judith Macgregor (la página oficial de la Embajada británica en México escribe Macgregor, con ge intermedia minúscula y no MacGregor con ge intermedia mayúscula, como apareció), y al gobernador Javier Duarte de Ochoa, sentados viéndose de perfil tres cuartos (¿así se dice?), en una reunión oficial, protocolaria, de gobierno a gobierno, teniendo como escenario al centro de ambos las banderas mexicana y británica y la de Veracruz más grande.
 
Ella se ve vestida apropiadamente, pero a mi juicio, y de ahí mi inquietud personal de que yo ya esté chocheando y viendo las cosas como no correctas, nuestro joven Ejecutivo debió haberse vestido diferente para la ocasión, totalmente formal, aunque nada más hubiera sido para la foto, pues aparece con zapatos informales de hebilla metálica en el empeine, pantalón oscuro, camisa blanca abierta del cuello y sin corbata, chamarra negra. Acaso su joven sonrisa natural suaviza el contraste, pero yo le hubiera sugerido la gala. Representa a un pueblo, a un gobierno. Los visitantes, los ilustres visitantes, debieran llevarse la mejor impresión personal de sus interlocutores, de sus anfitriones, máxime si son autoridades.
 
Insisto, acaso ya las cosas no son así. Acaso me quedé con una imagen de hace muchísimos años cuando el periodista Ricardo Rocha era el conductor estelar de un programa de variedades en el Canal 2, que empezaba a las 10 u 11 de la noche y terminaba a las cuatro de la madrugada, y platicó un día una lección que había recibido del cantante Marco Antonio Muñiz. “Venía yo ya a este escenario para presentarlo cuando de pronto, tras bambalinas, me llamó. Me dijo que dada la representación que tenía, la empresa a la que representaba, la calidad del programa, el respeto a la audiencia y a los artistas y personalidades que asistían al programa y el cuidado de mi imagen personal, no podía salir a escena con ninguna arruga en el pantalón ni en el saco, porque me advirtió una. Desde entonces, cuido ese detalle”.
 
Acaso ya estoy viejo y me quedé con el pie en el acelerador del pasado. Acaso los hechos, el tiempo me lo clarificarán, y ojalá y sea pronto para actuar en consecuencia.
 
Pero si no fuera así, si no estuviera equivocado, entonces creo que nuestro joven Gobernador, por el que siento simpatía porque sé que quiere hacer bien las cosas, entonces tiene al enemigo en casa, a unos asesores que solo le están sacando la lana, que no lo cuidan ni le cuidan la imagen, que no le sugieren, que no le indican, que no le advierten, que no le hacen notar, que no lo aconsejan, que no lo ayudan, que lo exhiben y lo exponen ante la opinión pública.
 
No es ético pero hoy día los asesores y los equipos de imagen, con la facilidad que otorgan los programas informáticos, truquean o trucan –así también dicen los informáticos– las imágenes para que sus productos, incluyendo los humanos, tengan el mejor “empaque”, la mejor “envoltura”, la mejor presentación y “vendan” o proyecten el efecto que se pretende, para lo cual, en el caso de las personas, “maquillan”, quitan arrugas, papada, ojeras, cicatrices, lunares, manchas, o las ponen, según el caso, pero también “editan”, esto es, hasta pueden poner otro cuerpo a un rostro, es decir, ¿por qué no, si es que yo no estoy mal, se le “cambiaron”, por ejemplo, los zapatos al gober, o en la pantalla se le “cerró” la camisa y se le “puso” una corbata?
 
Acaso todo esto sea un asunto menor y debido a este comentario se me venga encima un mundo de críticas por mi conservadurismo. Acaso es que ya las cosas son diferentes y no me di ni me doy cuenta. Acaso, entonces, lo tendré bien merecido.