icono menu responsive
Columnas y artículos de opinión
Hemisferios
Lepra electorera
Rebeca Ramos Rella
13 de febrero de 2012
alcalorpolitico.com
Vivimos un realismo despellejado. Los mapas de México hechos públicos, por la PGR y por el Departamento de Estado sobre alertas de ejecuciones y territorios en disputa por criminales y narcos y la preocupante afirmación de que “el crimen ha rebasado a las instituciones por lo cual, la seguridad interior se encuentra seriamente amenazada” soltada por del Secretario de la Defensa; cartografías de la implacable e irreversible sequía y el último informe del CONEVAL que revela que entre 2008 y 2012 hay 3.2 millones más de mexicanos pobres; 4.2 millones más en pobreza alimentaria y que en total padecen 52 millones; más las cotidianas notas sangrientas y dolorosas de jóvenes y niños heridos y mutilados de por vida o el hallazgo en vías públicas, de cuerpos torturados y de los nuevos y puntuales gasolinazos, que todo suben mientras no alcanzan los salarios e ingresos, todo este purgatorio sufrimos y quizás hasta deja de sorprendernos y de indignarnos. Ya estos hechos y revelaciones son parte del día a día, así también el proceso electoral en marcha.

Fluye la cascada declarativa de los precandidatos presidenciales. Los vemos en sus actos partidistas enviándose mensajes y réplicas entre ellos; conquistando simpatías, intentando convencer. El electorado está observándolos, arrojan evidencia los resultados de encuestas. Por eso el tono y contenido de arengas y discursos, propuestas y promesas no pueden ni deben enclaustrarse en dichos huecos y mentiras, en soberbias triunfalistas, ni en posturas extremistas. Deben ser realistas y propositivos. Y así, en congruencia deben organizar, movilizar y competir los aparatos partidistas que los impulsan.

Bien por el precandidato priista que llama a sus correligionarios a “sudar la camiseta”-a acentuar el trabajo territorial casa por casa- y a no derrapar en simulaciones: “No caigamos en prácticas de antaño”, les instruyó, aludiendo a los vicios y mañas que exactamente reprodujo la elección interna en el PAN. Y en respuesta a lo dicho por el candidato del PRD, cuando a los suyos les exigió no aceptar despensas por votos, el priista, desde plataforma de demanda ciudadana, les requirió: “A cambio de entregar folletos, despensas y otros vicios del pasado, ahora enfrentemos la realidad del país con propuestas y compromisos firmes”.


Por lo menos el precandidato priista reconoce esos yerros otrora efectivos, pero deshonestos y convoca a los suyos a alejarse de esa subcultura antidemocrática, sucia, antiética y deshonrosa al utilizar la carencia social y fomentar el clientelismo electoral, que manipula conciencias y votos y peor, suele ser pagada con dineros del pueblo.

Las tropelías partidistas ostentan diversas categorías. Van desde el acarreo, dedazo; el cuatismo; la verticalidad en la toma de decisiones; la omisión y violaciones a declaraciones de principios y estatutos; la rasurada de acuerdos en asambleas; el no debate ni la autocrítica sana y propositiva en el seno de grupos colegiados y cupulares; la línea partidista por encima de intereses nacionales, que vemos tanto en las votaciones en el Congreso federal y en los estatales; la designación unilateral y muchas veces, por razones desconocidas, de miembros distinguidos, candidatos y dirigentes; la discriminación por género; las cuotas humillantes por género y por edad; el trapecismo político; la perpetuación de mismas caras y mañas en distintos cargos y encomiendas; la no renovación de cuadros; el no reconocimiento a liderazgos naturales; la flaca capacitación política para crear nuevos cuadros; la asunción de figuras desconocidas sin arraigo ni trabajo de partido o muy bien conocidas por corrupción, traición y deslealtad; los pactos oscuros y bajo la mesa con grupos de dudosa representatividad; alianzas sospechosas con líderes sindicales anquilosados, empresarios y demás sectores adinerado,s a cambio de posiciones, comisiones, contratos y privilegios.

Partidocracia que desde los gobiernos en los tres órdenes –salvo contadas excepciones-, despliegan estructuras alternas, recursos materiales, financieros y humanos para “apoyar” campañas electorales; para pagar sondeos que calibren la “legitimidad” del mandato; para espiar, chantajear y desprestigiar a adversarios, opositores, críticos y empleados. Y en épocas electorales, para eficientar los mencionados menesteres mapachistas, que el ingenio popular ha bautizado: la operación “tamal”, la “ratón loco”; hasta la clonación de credenciales electorales; la inmigración de votantes de otros estados; la inducción del voto en la fila de casillas; la amenaza, como directriz; la sumisión como disciplina y unidad.


Lamentablemente los vicios y prácticas del pasado, siguen presentes. Veamos muestras: La unción de la precandidata panista estuvo salpicada de denuncias y quejas de coacción del voto, urnas embarazadas, casillas no instaladas, amenazas, uso de recursos públicos a favor o en contra. En el otro extremo, los izquierdosos se muerden la boca cuando señalan a otros, lo que ellos mismos ordenan. La desmemoria del Peje neo-amoroso es inconcebible. Despensas, útiles escolares, cerdos y guajolotes, becas para jóvenes y ancianos hierven en estados gobernados por su partido para lograr sus ambiciones necias. Nadie sabe de dónde obtiene recursos para sus actos, traslados y logística de su campaña de 6 años –o habrá que preguntarle a Marcelo o al gobernador de Guerrero y a los ex de Michoacán y de Zacatecas-.

Como están las cosas en México, sería una verdadera falta de respeto y una cínica agresión a las inteligencias de los mexicanos, más de los que la están sobreviviendo apenas, que precandidatos y sus maquinarias partidistas y electorales, tropezaran y la regaran con conductas prehistóricas para llegar al poder y ganarse electores. Los ciudadanos están hartos, decepcionados, desconfiados de los políticos y de la partidocracia, que en la lucha por la cima, desoyen, malentienden, distorsionan y se aprovechan para vencer, de la desgracia de millones, mediante maniobras arcaicas, tan obvias y así tan desmoralizantes al desarrollo de una nueva cultura política y democrática.

Cierto es que en política todo es posible. Pero en un país de leyes éstas delimitan fronteras y debieran respetarse o de plano, reformarse ya, para darle a las argucias partidocráticas, un marco de legalidad, alcances y sanción. Por ejemplo, en el sistema político estadunidense, los ganones en elecciones, lo son porque recabaron la mayor cantidad de dinero privado y nadie refuta si se usó el público y en Brasil, gobierna una presidenta, vil dedazo de su expresidente y mentor, quien indujo, produjo, patrocinó y pagó su campaña. Allá se vale porque es legal.


En México, los lastres y costumbres del autoritarismo, que acuñó en su tiempo, el otrora partido hegemónico, como padre de este sistema y régimen político que aún vivimos, siguen siendo referencia en la competencia electoral y en el ejercicio del poder público, para el resto de los partidos. ¿Por qué? Porque ésta ha sido la única forma de hacer política en México.

Po eso hoy, estos excesos no son distintivos de un solo partido. Lo son de todos. Todos los partidos los practican; son parte de sus estrategias, de sus tácticas y de sus acciones, cuando son gobierno o cuando dominan el Legislativo. Es posible que nadie pueda presumir manos limpias si se trata de lograr el poder, escaños, curules o administración de recursos públicos. Quizás de lo único que podrían vanagloriarse los partidos, es de ser y sostenerse, como los más hábiles y cuidadosos para no dejar evidencias ni fundamentos probables de su actuar. De cualquier manera, la lapidación entre unos a otros, no vale, pues ningún partido tiene la exclusividad ni la patente. Comparten el pecado.

Los libertinajes y perversiones electorales son parte del sistema político caduco que no han querido ni permitido transformar. La política mexicana así se ha desarrollado por décadas, así la hemos aprendido y la hemos practicado y los ciudadanos la han aceptado o la omiten de sus prioridades. Los colores y las siglas cambian; los líderes, estilos y nombres son diferentes, pero han permanecido los vicios y las artes a la antigua. Ojalá haya compromiso real y hechos que lo demuestren para reformar al régimen y al sistema. Nuestra transición democrática aún no está superada. Está estancada como el país, en inseguridad, violencia y pobreza.


En la vida democrática que avanzamos tan imperfecta, persiste la comisión de estos usos cochambrosos, tornados en delitos electorales, cuando hay procesos y que suelen solventarse en tribunales, pasadas las elecciones. Los ciudadanos somos testigos; por esa razón el descrédito de la política y de las y los políticos, que olvidan o soslayan que su vocación y su quehacer debe ser para servir, no para servirse; que debe ser para mejorar y reformar; no para anquilosar y estancar; para generar confianza y adhesión; no decepción y distancia; para asentar certidumbre y calidad de vida; no para engendrar temor, confusión y desesperanza; la política debe ser para construir y aportar; no para dividir y agredir. Y debe ser democrática, inclusiva, transparente, legal y legítima en su acción y resultado.

En estos tiempos adversos y confusos, mapaches y magos, demagogos y populistas deberían ser parte de un museo. Se requiere que partidos y pre y ya candidatos, pulan sus estrategias y acciones y demuestren que van en serio y honestamente a competir, para rescatar al país de sus contradicciones y atrasos.

No obstante, es probable que este 2012 nos enteremos y veamos que la lepra electorera persiste viva en los hábitos partidistas. Ojalá que el próximo presidente de México y su partido, tengan la voluntad, el consenso y el valor de hallar y pactar la cura a un mal, que hasta hoy, parece incurable.


[email protected]