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Columnas y artículos de opinión
Tierra de Babel
El secreto es la honestidad
Jorge Arturo Rodríguez
14 de febrero de 2012
alcalorpolitico.com
“Soy honesto con ella y contigo, a ella la quiero, a ti te he olvidado…” Para ser sincero, fueron estas palabras y su tonadilla con Juanga lo primero que se me vino a la mente cuando supe de la campaña esa del Gobierno del Estado, a través de la Contraloría General, “Soy honesto”.
 
La verdad, sonreí. ¿Quién cree y practica la honestidad en estos tiempos? ¿Qué es eso de la honestidad? ¿Cómo se come? Porque ya estamos fintados y desconfiamos de todo y todos, más de nuestras autoridades. Y no es para menos. Desde hace muchísimos años que México ha padecido más de la deshonestidad y anexas que cualquier otra cosa. Y ha sido así porque nuestros políticos y autoridades parece que siguen lo que expresó Groucho Marx: “El secreto de la vida es la honestidad y el juego limpio, si puedes simular eso, lo has conseguido”. O, incluso, aquellas palabras de George Sand, que dicen que nada se parece más a un hombre honesto que un pícaro que conoce su oficio.
 
Pero bueno, la intención es buena, y al menos hay que intentarlo, ¿no? Recordemos que “honestidad”, es la cualidad de honesto, según el Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia Española. Y “honesto”, es: 1. Decente o decoroso. 2. Recatado, pudoroso. 3. Razonable, justo. 4. Probo, recto, honrado.
 
Me quedo con eso de “honrado”, es decir, que procede con honradez, y honradez significa “Rectitud de ánimo, integridad en el obrar”. Vaya, que se porta bien el niño…
 
En la presentación de la campaña de comunicación “Soy honesto”, la Contraloría General del Estado señaló: “Propiciar la disminución e incidencia de conductas negativas en que pudieran incurrir los servidores públicos en cualquiera de las dependencias y entidades de la administración pública estatal, es hoy un compromiso, que se traduce en la ejecución de acciones concretas”.
 
Y según que la campaña tiene tres grandes vertientes: disminución de actos de corrupción; contribución de la sociedad como coadyuvantes de la acción de la Contraloría General, y fomentar la cultura de denuncia ciudadana. Chido, la verdad.
 
Incluso hay un “Decálogo de Honestidad”: 1. Cumplo con lealtad y profesionalismo el servicio que se me encomienda; 2. Ejecuto con eficiencia los planes y programas correspondientes a mi área de competencia; 3. Utilizo honradamente los recursos públicos que están a mi disposición; 4. Observo y cumplo las disposiciones vigentes de mi área; 5. Trato con respeto, lealtad, imparcialidad y rectitud a los ciudadanos y compañeros de trabajo; 6. Desempeño mi trabajo sin buscar obtener beneficios económicos adicionales; 7. Acato las leyes para realizar mis actividades; 8. Me comprometo a mantener una imagen digna y de confianza ante la sociedad; 9. Realizo sin distinción y con prontitud los trámites de los ciudadanos; 10. Soy el representante del gobierno ante los individuos, la familia y la sociedad.
 
Bien chido, ¿no? Digo, por buenas intenciones no paramos. Pero más vale eso a nada. Porque, como dice Mark Twain, la honestidad es la mejor de todas las artes perdidas. Recuperémosla. Nos hace mucha, pero muchísima falta.
 
Ya lo dijo William Shakespeare, ningún legado es tan rico como la honestidad.
 
Y, siendo honesto, ya me cansé de tanta locuacidad y verborrea. Así que ahí se ven.
 
Hasta la próxima
 
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