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Columnas y artículos de opinión
Deliberación
Veracruz: El Gordo y el Flaco
Francisco Montfort Guillén
15 de febrero de 2012
alcalorpolitico.com
La cultura ciudadana se forma también con la lucha diaria para contener la arbitrariedad del Estado. No una y heroica vez, sino de manera continua y obcecada. No con la gloriosa violencia revolucionaria, sino con la sencilla y permanente mutación del poder para convertirlo en factor del progreso de todos. En esta tarea sin gloria pero insustituible, los ciudadanos requieren del ejercicio de la memoria. El ejercicio de la memoria como una acción permanente encaminada a no olvidar el pasado presente, y a recordarle al poder, al Estado, a los gobiernos, a las elites económicas las injusticias, las desigualdades, los privilegios que con sus acciones ha conformado nuestra situación actual.
 
Muchos de nuestros males fueron gestados por las acciones de los gobiernos de la monocorde cuerda política que sucedía a sí misma. Las crisis que rompieron el idílico paisaje que envolvía a la nación, de acuerdo al discurso gubernamental, se inició silenciosamente en 1965 con el fin del crecimiento económico sustentado en la tierra disponible y la mano de obra barata. Hizo su estruendosa y miserable entrada espectacular con la severa crisis de 1973, debida a los aumentos de precios de las materias primas, que afectó la producción interna del petróleo y frente a la cual el gobierno no supo como responder y perdió, en tanto salida de flujos ilícitos, el equivalente al 4.4% del PIB. Eran los inicios de lo que más tarde llamarían globalización de la economía, y el gobierno, en lugar de tomar el camino de pertenecer al mundo, escondió la cabeza, creó un Centro de Estudios del Tercer Mundo para fustigar la internacionalización de las cadenas productivas y pretendió fortificar la cerrazón de nuestra economía.
 
En 1976 la crisis fue por la balanza de pagos, que produjo una fuerte devaluación de nuestra moneda y el inicio de la espiral inflacionaria. Las pérdidas por flujos ilícitos que abandonaron el país fue de 5.6% del PIB. En 1982 estalló la crisis de la deuda, quebró el país, perdimos la tranquilidad para los negocios e inició la debacle financiera. Nos saquearon nuevamente y el país perdió en flujos ilícitos 5.3% del PIB. Para 1986 se produjo una nueva crisis del petróleo y los flujos ilícitos se elevaron a 8.1% del PIB. En 1994, con la llamada crisis del peso, o error de diciembre, o Efecto Tequila, los flujos financieros ilícitos acumularon 3.8% del PIB. El país perdió sumas fantásticas de dinero por la salida de flujos ilegales, pero también legalmente perdió fabulosas cantidades de bienes o activos, empleos, recursos humanos, tranquilidad y seguridad: se multiplicaron por millones y aceleradamente los pobres y se cancelaron, también por millones, las expectativas de por lo menos tres generaciones de seres humanos. Ahora debemos sumar las pérdidas de la crisis mundial, que para México significaron la salida de flujos ilícitos equivalentes al 8.8% del PIB. Todo esto sin considerar el lavado de dinero de las actividades ilegales. (Dev Kar, México: Flujos Ilícitos, Desequilibrios Macroeconómicos y la Economía Sumergida, Global Financial Integrity, enero 2012.).
 
Ese es nuestro pasado presente. No son rencores o las sombras de las equivocaciones, promesas incumplidas y mentirosos discursos gubernamentales. Son unos cuantos seres humanos con fortunas cuantiosas y otros millones en la pobreza que no podemos echar al olvido, no debemos eludir ese pasado porque forma nuestro presente y con él convivimos diariamente.
 
La desigualdad inicia con la alimentación, afirmaba y lo demostraba F. J. Clavijero. Esta expresión de la desigualdad demuestra, a simple vista, los efectos de una sociedad enferma, una sociedad saqueada, desorientada, que ve el futuro como huída y parece incapaz de ver en su pasado inmediato las causas de su situación actual. La Cámara Nacional de la Industria del Vestido realizó una investigación, que incluyó Veracruz, mediante una encuesta y trabajo de campo sobre dimensiones antropométricas, titulada «¿Cuánto mide México?, el tamaño sí importa» para construir un Índice de Masa Corporal actualizado de los mexicanos, hombres y mujeres. «Tiene México sobrepeso de mil millones de kilos» tituló El Universal (8/II/2012) su nota para llamar la atención sobre este grave problema nacional. La investigación fue realizada con fines empresariales y económicos, «para evitar desperdicio de materia prima y acumulación de inventarios. «El mexicano promedio pesa alrededor de 70 kilos y mide menos de 1.65 metros. Más allá del punto de vista estético, esta combinación es importante porque representa sobrepeso… un Índice de Masa Corporal riesgoso para la salud…, Margarita Vega, Pesan mexicanos siete kilos de más, Reforma, 8/II/2012». La gordura vista como resultado contrario a la salud y la bonanza, como uno de los efectos de la desigualdad.
 
La contraparte de esta investigación la ofrece el Consejo de Evaluación de la Política de Desarrollo Social. A pesar de que entre 2008 y 2010 «se incrementaron las coberturas básicas de educación, acceso a los servicios de salud, calidad y espacios de la vivienda, los servicios básicos en las viviendas y seguridad social, ésta última especialmente en la cobertura de la población adulta mayor… La población en situación de pobreza ascendió a 52 millones de personas (46.2% del total de habitantes) en 2010, lo cual representa un aumento de 3.2 millones con respecto a 2008…”. El incremento del número de personas en situación de pobreza estuvo relacionado básicamente con el crecimiento de la población que carece de acceso a la alimentación… así como la reducción del ingreso real de los hogares… y la fluctuación constante de los precios de los alimentos”. (ibíd.).
 
La pobreza alimentaria se traduce en desnutrición, en falta de alimentos, en detenimiento del desarrollo cerebral de los mexicanos famélicos. Sin un cerebro en buenas condiciones, desaparecen las ventajas del bono demográfico, pues el capital humano es, centralmente, un cerebro capaz de sostener la evolución de cada persona. Sin alimentos la fuerza laboral languidece y resulta incapaz de aumentar su productividad, su competitividad, y por ende, sus ingresos: el círculo infernal de la verdadera pobreza. En México, El Gordo y el Flaco no son los referentes de los famosos cómicos norteamericanos, ni de los mexicanos Viruta y Capulina. Son las dos caras de un saqueo, de una tragedia, son las caras de la moneda de la desigualdad.
 
El estado de Veracruz ocupa el primer lugar en el incremento del número de pobres. En 2008 representaron 3.86% y en 2010 4.45%. La prensa hace escándalo sin análisis. «hay dos estados, apunta el veracruzano Macario Schettino, que aportan más de 20% de los pobres: Estado de México con seis y medio millones y Veracruz, el estado del gobernador que manda efectivo por avión, con cuatro y medio millones. Nada más 11 millones entre estos dos estados…Tampoco hay comentarios acerca del crecimiento de la pobreza extrema de estas dos entidades: 200 mil mexiquenses y casi el mismo número de veracruzanos se sumaron a la pobreza extrema en dos años, mientras que la cantidad en el país se mantenía estable. El Universal, Pobreza Política, 10/II/2012».
 
Esta desoladora realidad sucedió ante nuestros ojos. Los pobres en pobreza alimentaria y extrema pobreza crecieron en número mientras el Gobierno del Estado recibió los presupuestos federales más altos de su historia. Aumentó la desnutrición, la falta de acceso a los alimentos y también la gordura por dietas inadecuadas, mientras el Gobierno del Estado incrementó hasta niveles irracionales la deuda pública que todos pagaremos, los que comemos y los que no tienen para comer, los flacos desnutridos y los gordos anémicos, sin que exista en contrapartida mayor bienestar individual y colectivo. La desmemoria sobre nuestro pasado presente, sobre nuestro presente sin salidas por un pasado inmediato de desastre, es la más dañina de nuestras debilidades ciudadanas. No cedamos frente al impulso promovido por los medios de comunicación de alentar la cultura del olvido, la cultura del elogio al poderoso en turno y la cultura de culpabilidad al otro, todas contrarias a la cultura ciudadana y a la lucha de la memoria contra el olvido. Este es el círculo infernal del vasallaje, contrario a la espiral de la dignidad democrática. Usted elija en cuál quiere vivir.

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