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Columnas y artículos de opinión
A salto de mata
Sísifos de la cultura
Gino Raúl De Gasperín Gasperín
23 de febrero de 2012
alcalorpolitico.com
Sin duda, luchar en un medio absolutamente adverso para promover la cultura, es la nueva tarea de los contados Sísifos, que pretenden llevar la inmensa roca hasta la cima, sabiendo que, al menor descuido, esta caerá estrepitosamente al barranco.

En artículo anterior comenté que el pueblo –insisto, eso que llamamos pueblo- vive una anorexia cultural. A pesar de que todos nuestros pueblos tengan figuras que de una u otra manera han destacado en algunos aspectos de la cultura, la situación es bastante crítica para el común de los mortales. Ni la familia, ni la escuela, ni las autoridades responsables de ello, hacen un esfuerzo serio y consistente para remediarlo y consideran que la cultura es un subproducto menospreciable, en comparación con la adquisición de conocimientos, habilidades, prácticas y costumbres que reditúan más contantes y sonantes resultados.

Un destacado músico de nuestro estado me comentaba acerca de la gran desventaja que tienen nuestros artistas cuando tienen que hacer estudios en el extranjero. Mientras allá sorben la cultura junto con la leche materna, de aquí llevan lo poco que, a base de enormes esfuerzos, han logrado adquirir por sus propios medios y en circunstancias sumamente adversas. Y ni se diga de las estúpidas becas que otorgan los organismos “culturales”, becas que generalmente se reparten entre los vástagos de los políticos o de sus compadres para que sus bienamados hijos disfruten de unos meses o años “aprendiendo el idioma” de cualquier país europeo. Por ello mismo, cuando nuestros estudiantes artistas salen, no regresan al país. Y conste que puedo contar casos dolorosos.


Por esto mismo, cuando alguien o algún grupo logra sostenerse a flote en este mar de mediocridad y de abulia cultural, merece que se le reconozca de toda forma posible. Y sí los hay, por supuesto. Como sucede, por ejemplo, en el caso de Córdoba, en donde la directora municipal de cultura, la doctora Magdalena Dosamantes, promueve eventos con las uñas y cargando la roca a cuestas. Como madre de un notable pianista, sabe, porque ha vivido en carne propia, lo que es esta lucha y sigue empeñada en perseverar.

Y también es el caso del maestro Eduardo Sánchez Carrasco quien, con su orquesta de cámara de Orizaba, durante 20 años ha tenido que soportar las más despiadados agresiones que la han querido aniquilar.

No haré el recuento de las tormentas que ha pasado, sólo basta recordar que, cuando el ahora director de una Universidad “popular” y, entonces, secretario de Educación y Cultura del gobierno del estado desbarató todo lo que el doctor Roberto Bravo Garzón, su antecesor, había hecho para apoyar a los grupos culturales (recordamos al grupo de Recitalistas de la SEC), el maestro Sánchez Carrasco tuvo que andar, literalmente, barriendo los pasillos de las escuelas oficiales para poder salvar su propio y raquítico sueldo y el del puñado de indomables músicos que formaban su orquesta, empezando por el arquitecto Arellano y su hija, la violinista Iris. Salvaron su trabajo y su dignidad y, con la frente en alto, armaron coros con decenas de estudiantes de secundarias y bachilleratos oficiales (recordamos su Carmina Burana), giraron por todo el estado con su ejecución de todas las sinfonías de Mozart e hicieron que se les guardara al menos un poco de respeto por parte de los depredadores de la cultura, que rastreaban y les arrebataban sus sueldos para otros proyectos muy personales.


Y recordamos también el esfuerzo del maestro Guadalupe Flores, recorriendo todo el estado con su Orquesta de Veracruz, a quien también los propios funcionarios estatales encargados de la educación y la cultura le rompieron este sueño suyo. Dijeron que era “demasiado” otra orquesta, cuando la aristócrata y elitista Sinfónica de Xalapa no se mueve de sus sitiales si no va de por medio un buen presupuesto o un fin político.

Por eso, la labor de esos hombres que viven la cultura es más encomiable. No es lo mismo recibir millones de pesos por una actuación baladí en un carnavalito popular, que recibir cinco o diez mil pesos de sueldo mensual por la ejecución de un trabajo arduo y permanente.

Pero de ese tamaño es la incuria de quienes manejan los dineros y los organismos culturales. La cultura les rebota de la cabeza y del corazón, porque la misma palabra lo dice, cultura es cultivo y cultivo es esfuerzo y es feracidad, es abono, es humanismo y es dignidad.


*Academia Mexicana de la Educación

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