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Columnas y artículos de opinión
Poza Rica (7a. Parte)
Luciano Blanco González
28 de febrero de 2012
alcalorpolitico.com
Asesinato del periodista

Para el Gobierno del Estado, para el supremo Gobierno Federal, ahora sí, ya era demasiada la audacia e irreverencia popular, habían mancillado la persona de la máxima autoridad en el Estado. El movimiento popular Pozarricense, había rebasado los límites de la tolerancia, la ira oficial se había desatado y se dispuso a lavar la blasfemia.

Quienes decían que los líderes habían flaqueado negociando con el Gobernador, recibieron un rotundo mentís, concretado en la brutal represión que siguió a los pocos días. La asamblea permanente que sostenían los inconformes frente al Palacio Municipal, exigiendo la renuncia de Manuel Salas Castelán, fue bruscamente levantada a fuerza de culata y tolete, retirados y perseguidos todos los manifestantes. En la misma media noche del 31 de marzo, sus lideres Fausto Dávila Solís, Isidro Capitanachi Pancardo, Francisco Villa Rentaría y Víctor Meseguer, fueron detenidos y trasladados al campo Militar y posteriormente a Tuxpan, no un día, si no cerca de un año, de donde fueron liberados con la condición de que no vinieran a Poza Rica.

Por la mañana hubo saqueo policiaco y confiscación en las oficinas de la Coalición política, desapareciendo mobiliario y propaganda del movimiento, quienes estaban en el plantón alertaron a la población de lo que sucedía a sus líderes y a sus oficinas y de inmediato acordaron realizar un paro cívico de protesta, los comerciantes cerraron sus tiendas y las mujeres en las calles formaron cadenas humanas atravesadas en los carriles de circulación para evitar el paso de los vehículos por más de una hora, hasta que la policía sometió a la población y restableció el orden.


El pueblo no se rindió, siguió en una permanente alerta, sus dirigentes nunca se agotaron, siguieron en la estela de todos los movimientos sociales hasta sus últimos días. Inclusive el Medico Militar Francisco Villa, único sobreviviente de aquellos legendarios líderes, todavía aconseja con su tono marcial de militar, que siempre hay que vivir con honor y marchar con dignidad, sean cuales sean las circunstancias, mientras el hijo del dorado y muchos más como él, vivan, para nuestra urbe hay memoria y hay historia verdadera,

Poza Rica es indomable, jamás se cansa de luchar, Jaime J. Merino, su benefactor, no salió huyendo ni de Poza Rica, ni de México, como afirman sus gratuitos detractores. Sus poderosos enemigos nacionales, Adolfo López Mateos y Fernando López Arias, le hicieron la cortesía al ex- senador Californiano y en ese momento Vicepresidente de los Estado Unidos de Norteamérica, Richard Nixon, por quien, en honor a su parentesco político, otorgaron a su concuño un Memorándum para que a finales de 1958, fuera a una representación de PEMEX, en los Ángeles California. O sea a Merino le dieron la salida decorosa y la oportunidad de que arreglara todos sus papeles, capital y propiedades, ¿refugiado?, ¿exiliado? Ni lo uno ni lo otro, él estuvo en los Estados Unidos en calidad de huésped. Lo demás, fue un escándalo de gallinero del fiscal de hierro, Procurador General de la Republica, Fernando López Arias, quien aspiraba a ser Gobernador de Veracruz y a quien le urgía que Merino se fuera, pues por razones desconocidas, se presume que había entre los dos recelos mutuos. El funesto ángel vengador, abusando de su poder y de la ausencia y para abonar su eficiencia personal y lealtad a López Mateos, arrojó sobre la personalidad de Merino, toneladas de estiércol, de basura inmunda, de lodo pestilente, le endilgó la titularidad de vastas y valiosas propiedades que nunca le acreditó. Finalmente la responsabilidad de Merino, fue una irrisoria cantidad que no era motivo para enjuiciar con tanta saña, a este personaje que con persecución y exilio pago la lealtad que le tuvo a su ex jefe Antonio J. Bermúdez.

De ahí para adelante aparentemente todo estaba en calma, con esa calma que impone la brutalidad, con ese silencio que impone la muerte y la cárcel, la prensa nacional más independiente, guardo una línea de exigencia respecto a la aclaración de los hechos pasados, en la localidad, el periódico El Diario, denunciaba día con día, los abusos de poder que se suscitaban en el Sindicato y en el Ayuntamiento, su campaña era sistemática contra las arbitrariedades de Vivanco y de Salas Castelán, Merino ya no estaba y un trágico 28 de Julio de 1960, la libertad de expresión fue nuevamente castigada con severidad, en las calles de la Ciudad, muy cerca del Diario, muere cobardemente asesinado su columnista Alberto J. Altamirano.


Esta dolorosa muerte para el pueblo de Poza Rica, volvió a cimbrar toda su estructura, Altamirano estaba muy identificado con la lucha social y el pueblo atribuyó el crimen a Vivanco y a Salas Castelán, el día de su entierro la población entera se volcó para reprochar el asesinato del periodista y para exigir justicia, la respuesta llegó por fin. Manuel Salas Castelán y su comuna se vieron obligados a renunciar para investigar los hechos y en su lugar se nombró un Consejo Municipal que presidió el Ingeniero Luis Vásquez O’Farril y con él, con sus colaboradores una nueva visión de la ciudad, a su lado estaba uno de los grandes pilares de la educación en Poza Rica el maestro Raúl D. Rivera Valenzuela, personaje que por conocido y respetado fue fundamental para que terminara la discordia en el palacio, ameno y conciliador, el profesor Raúl rescató la representación popular y ayudó para que el Presidente del Consejo Municipal fuera aceptado, Raúl transitó con esa bonhomía por los vericuetos palaciegos casi 2 décadas.

En tanto Pedro Vivanco sobrevivía…