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Columnas y artículos de opinión
Diario de un reportero
Confiar en las instituciones
Miguel Molina
1 de marzo de 2012
alcalorpolitico.com
En una semana de vacaciones vimos una exhibición sobre Hajj - peregrinación sagrada de los musulmanes a Meca - en el Museo Británico y una muestra de pinturas votivas mexicanas en la galería Wellcome, paseamos por los jardines de Kew, hicimos cuentas y cálculos, preparamos cursos y conferencias y cenas deliciosas, y sobre todo descansamos.

Cuando volvimos del descanso, la realidad nos recordó que en México hay una veda de actividad política - prohibición inusitada e innecesaria para un país que estaba listo para la democracia desde mucho antes que nacieran los burócratas del Instituto Federal Electoral - aunque esa actividad siga siendo intrascendente para la vida nacional.

Desaparecidas las ideologías, lo primero que parece haber perdido trascendencia es el debate político. Si uno lo mira bien, el tono de ese debate hasta el 2000 era asunto casi exclusivo del presidente en turno, que como candidato virtualmente único establecía los temas de discusión y como mandatario eliminaba los que no fueran de su agrado o de su interés. Pero eso cambió cuando el Partido Revolucionario Institucional perdió la presidencia.


Cualquiera podría pensar que la clase mexicana en el poder sólo conoce el modelo priista de hacer política... Eso explicaría que la Cámara de Diputados se haya convertido no en un lugar en que se discuten los intereses de la nación sino una tierra de nadie donde reinan la majadería y el desinterés por la cosa pública, ante el desprecio y la desconfianza de una mayoría que puede dejar de ser silenciosa y convertirse en bronca, como advirtió hace tiempo Jesús Reyes Heroles.

Hay quienes recuerdan los gestos soeces de Humberto Roque Villanueva un lunes de abril de hace once años, y hay quienes no han olvidado los escándalos de Gerardo Fernández Noroña ni las compras recientes de carros de lujo y otras vainas.

Los sindicatos no son mejores. No hay sindicato fuerte con líder pobre. Hay corrupción, hay dejadez, muchos sienten ante los sindicatos la misma desconfianza y el mismo desprecio que sienten por los diputados y los políticos en general. Aunque no sea verdad, muchos piensan que sindicalismo se ha usado para promover el favoritismo, la pereza, la incompetencia y los negocios de unos cuantos que lograron llegar a donde hay. Muchos hay que creen solamente lo que ven...


El sentimiento que hay ante instituciones y sindicatos se extiende también hacia los partidos como tales, convertidos en lugares de paso para personajes que no lograron candidaturas en otra parte, en oficina de trámites y promesas, que a fin de cuentas son corresponsables de que el país esté como está. Y no lo dice uno por el narcotráfico, que no es el único mal que tiene México.

Así volvemos a las autoridades electorales, que han construido serios obstáculos en otras partes del proceso, como el voto mexicano en el extranjero. Como miles, quizá decenas de miles o centenares de miles, yo no podré votar en la próximas elecciones porque no vivo en el país.

Si sacar una credencial de elector es de por sí difícil en México, como señala The Economist en su edición de esta semana, conseguir una desde otro país es imposible. Y todavía falta mucho para que todos los mexicanos, dondequiera que estemos (sobre todo más allá de Estados Unidos), podamos votar, como reconoció el consejero Francisco Guerrero un día gris que conversamos en la residencia del embajador de México en Londres.


Esta sería la hora para que el IFE - es decir sus integrantes - pensaran cómo crear un organismo que fuera más allá de organizar las elecciones para los partidos y representara a la sociedad sin compromisos. Pero cada quien tiene el IFE que se merece. Los mexicanos tenemos éste.

Y el IFE que tenemos comenzaría por evitar que se repitan los ataques que alentó la extrema derecha contra el candidato de la izquierda hace seis años. (Hasta hoy, no se ha probado ninguna de las acusaciones que involucraban a Andrés Manuel López Obrador con subsidios extraños, aunque ni el IFE ni ninguna otra autoridad hizo nada cuando se comprobó que la campaña de Vicente Fox recibió fondos del extranjero).

Pero hasta hoy se han permitido los ataques bajos contra Josefina Vázquez Mota, a quien se agrede con infundios crueles por cosas que no tienen que ver con su actividad política ni su posición ideológica ni su preparación para asumir la presidencia. Nadie ha protestado por estos ataques que a fin de cuentas dañan a todos.


El IFE tendría que estar ocupado en detener las campañas de lodo y excremento político, si quiere que las elecciones reflejen lo que quieren los mexicanos y no lo que los consultores de manejo de medios les han hecho temer a punto de mentiras y de inserciones pagadas y rumores sin fundamento.

Pero los consejeros que ganan sueldos de doscientos mil pesos mensuales más cuarenta días de prima vacacional, quién sabe cuánto de prima quincenal, aguinaldo, vacaciones y otras cosas, pensaron en el número de anuncios que se pueden pasar en radio y televisión, pensaron en los horarios y en los plazos y en las planas y en los espacios, y prohibieron a propios y extraños hablar de los candidatos durante mes y medio, como si estuvieran viviendo en otro tiempo político.

Tal vez eso sea. Dan ganas de irse otra vez de vacaciones y dejarlos con el desmadre en las manos. Ya no se puede confiar en las instituciones.