19 de marzo de 2012
alcalorpolitico.com
El pasado 8 de marzo, como cada año se volvió a celebrar el Día Internacional de la Mujer. Igual, como hace uno, dos, tres, más años, las mujeres fuimos felicitadas sólo por serlo. Mínimo recibimos un mensaje de texto, un correo, una flor, un pensamiento y hasta pastel. Fue un día de reinado femenino en el Congreso Federal, donde los legisladores varones “permitieron”, en homenaje a nuestro género, a una Diputada federal y a una Senadora, presidir, por algunas horas, ambas Mesas Directivas y conducir las sesiones de trabajo. ¡Cuánta generosidad! ¡Qué feministas! Como cada año, al otro día volvimos a la realidad. Transitamos de “mujeres divinas”, al nefasto término del “viejerío”. Bastó una semana para comprobar la hipocresía convenenciera. Ya vimos cómo un diputado priista morelense, evidenciando no sólo su inmensa ignorancia, si no también su profunda misoginia, machismo y desprecio, recurrió a un dicho aldeano –que él erróneamente etiquetó de “frase histórica”- y para pegarle, cuestionando al director del ISSSTE, quiso lucirse y espetó que “…no hay mujer bonita que no llegue a ser a meretriz…” lo que motivó una rebelión y tardía de 40 diputadas que tomaron tribuna al estilo Noroña, para denunciar el exabrupto sexista del torpe patán con fuero y aprovechar demandar el debate de género.
Ojalá así se hubieran insurreccionado cuando les prestaron el mando del Legislativo, un ratito; cuando repartieron candidaturas y suplencias que siguen siendo para mujeres; ojalá las tres Secretarias Generales de las fuerzas políticas más importantes –Cristina Díaz, Cecilia Romero y Dolores Padierna- abanderaran el empoderamiento de las mujeres, liderando el cambio cultural, educacional, productivo, laboral, social y político para desterrar la injusticia. Ojalá así, tan vehementemente reaccionaran ante la desigualdad contra nosotras y con todos sus apellidos: la social, económica, laboral, salarial, electoral, cultural, educacional, política y legal. Siendo las legisladoras, hacedoras de leyes, representantes populares de miles de mujeres menos favorecidas, jamás reconocidas ni escuchadas, discriminadas y arrinconadas, enterradas e invisibles; mutiladas, acosadas o muertas, ya vemos, todas aquellas lideresas, dirigentas, las gobernantes y servidoras públicas de alto nivel, esas empoderadas padecen lo mismo, se guardan agresiones y luego se aguantan; de repente protestan pero tampoco las pelan.
Han tolerado agravios, abusos, segregación demasiado tiempo, a cambio de posiciones y cargos; de cuotas desiguales y ciertos privilegios; éstas han sido las mordazas para tenerlas "quietas”; se han sometido al juego del poder y a las reglas misóginas de ellos y de otras: La espontánea toma tribuna en la Cámara de Diputados, fue un acto mediático y pasajero. Habría que tener una postura y una propuesta sostenida y cotidiana, razonada y bien coordinada, en consenso y con acuerdo mayoritario, para lograr algo más trascendental: Iniciativas de ley que aterrizaran en políticas públicas y en más presupuesto, con perspectiva de género.
Ojalá lo hicieran, pues ¿Qué podemos esperar el resto? ¿Qué pueden esperar las más pobres y violentadas en sus derechos fundamentales? ¿Qué esperanzas paras las campesinas, las afectadas por la emigración, las olvidadas en el campo, en los cinturones de miseria suburbana, en las sierras, en las comunidades indígenas? En México hay 13 millones de mujeres que sobreviven en áreas rurales y sólo 17% poseen propiedad ejidal o comunal; trabajan, según la CEPAL, 53% más que un hombre y el 30% padecen pobreza alimentaria. ¿Y qué hay para ellas? Sólo la simulación, las promesas demagógicas de campañas y después, la indiferencia, la molestia, la amarga realidad: desigualdad, violencia y discriminación.
En contraparte, Naciones Unidas festejó este aniversario con el lema “Habilitar a la mujer campesina-Acabar con el hambre y la pobreza”, documento que presentó la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer 2012 del Consejo Económico y Social, remarcando la importancia sustancial de atender urgentemente esta situación, porque, pese a que en 115 países del orbe, las mujeres rurales tienen igualdad de derechos a la propiedad y, a la herencia en 93 países, aún persisten disparidades de género en la tenencia de la tierra.
Abunda: “Las mujeres rurales constituyen una cuarta parte de la población del mundo. Son líderes, responsables de la toma de decisiones, productoras, trabajadoras, empresarias y proveedoras de servicios. Sus contribuciones son vitales para el bienestar de familias y comunidades y de economías locales y nacionales (...) producen la mayoría de los alimentos que se cosechan, especialmente en la agricultura de subsistencia y llevan a cabo la mayor parte del trabajo de cuidado no remunerado en las áreas rurales –tienen jornada múltiple, en el campo y en el hogar de 16 a 18 horas diarias-. Enfrentan mayores dificultades que los hombres para tener acceso a servicios públicos, a protección social, oportunidades de empleo y a mercados e instituciones locales y nacionales, a causa de normas culturales, a inseguridad y a falta de documentos de identidad”.
Y ahí están los números: El 70% de 1400 millones de personas en extrema pobreza viven en zonas rurales, en países en desarrollo. En 2010, padecían hambre crónica 925 millones de personas -el 60% mujeres-. “La agricultura da sustento al 86% de las mujeres y los hombres rurales y emplea a unos 1300 millones de pequeños agricultores propietarios de tierra y a trabajadores agrícolas sin tierra propia, de los que el 43% son mujeres”. Dos tercios de 400 millones de pobres en el mundo que se ocupan del ganado, son mujeres. Además, informa la ONU, en el orbe hay 884 millones de personas sin agua potable; 1600 millones sin energía; 1000 millones sin acceso a caminos; 2600 millones sin servicios sanitarios adecuados y 2700 millones usan fogatas y cocinas tradicionales. Y claro, son las mujeres rurales quienes tienen que resolver, además de cuidar a sus familias y sin ninguna remuneración, desde esta precariedad inhumana e indignante.
Por si fuera poco, sufren desigualdad en acceso a créditos, a salud y educación. A este infierno se suman crisis alimentaria y económica y estragos del cambio climático.
Ante lo evidente, la ONUMujeres y la FAO sostienen que si las mujeres rurales accedieran equitativamente a semillas, fertilizantes, herramientas, créditos y demás recursos productivos, las personas que sufren hambruna en el mundo, bajarían entre 100 y 150 millones. Aseguran que el rendimiento agrícola aumentaría 4% y subirían a 20-30% las exportaciones agrícolas; se fortalecería la seguridad alimentaria y nutrición y se abatiría el rezago que afecta a 200 millones de niños en el globo. Concluyen que la desigualdad contra las mujeres en el campo, no sólo las perjudica a ellas y a sus hijos, que usualmente son muchos y desnutridos; sino al desarrollo nacional.
A los gobiernos nacionales, la Comisión les exhorta a tomar medidas exhaustivas y determinantes para abatir la desigualdad contra las mujeres en el medio rural:
-Adoptar respuestas estratégicas, programáticas y de políticas eficaces para crear la base de activos para pequeñas agricultoras mujeres: mejorar su acceso a recursos y servicios; ampliar sus oportunidades para diversificar su producción; aumentar su productividad y facilitar su acceso a mercados de productos de alto valor;
-Dar prioridad a mujeres y niñas rurales en el financiamiento para desarrollo rural, agricultura y cambio climático;
-Dar preferencia a proyectos de infraestructura, caminos y transporte a mercados locales, esquemas comunitarios de agua y fuentes de energía renovable e invertir en iniciativas que promueven agricultura sostenible y biodiversidad;
-Transparentar el uso y aplicación efectiva de recursos y asistencia oficial, ya que, si bien la comunidad internacional ha contribuido con 7500 mdd al desarrollo para el adelanto rural y el sector agrícola, en 2008-2009 a países en desarrollo, sólo el 3% fue asignado a programas de igualdad de género y sólo el 32% se comprobó destino, a aquéllos en los que era un objetivo secundario. -¿Qué hicieron con ese dinero?-.
-Garantizar que funcionarios de gobierno y proveedores de servicios tengan la capacidad de utilizar herramientas disponibles, incluyendo los presupuestos con una perspectiva de género para el desarrollo; implementación, monitoreo y evaluación del desarrollo rural, políticas y programas agrícolas, creación de infraestructuras y suministro de servicios, que prioricen cuestiones de género;
-Asegurar que las prioridades de mujeres rurales estén reflejadas en todos los procesos internacionales, nacionales y locales de gobernanza, incluyendo la creación de políticas, la administración pública, el suministro de servicios y los mecanismos de financiamiento y de rendición de cuentas;
-Dar prioridad a mujeres y niñas rurales en el desarrollo rural y en políticas y programas agrícolas; en planes nacionales de desarrollo y en estrategias de reducción de pobreza a fin de alcanzar su acceso equitativo a recursos productivos, servicios básicos, oportunidades de empleo y a tecnologías que economizan la mano de obra;
-Abolir leyes y cambiar políticas que discriminan a mujeres y niñas rurales, así como las que limitan sus derechos a la tierra, propiedad y herencia o que restringen sus capacidades jurídicas;
-Los gobiernos deben rendir cuentas para avanzar en derechos, oportunidades y participación de las mujeres y niñas rurales.
Este 2012, el llamado urgente a Estados nacionales, gobiernos, sector privado y a sociedades es a invertir en las mujeres del medio rural; a hacer realidad el compromiso de la igualdad de género y del empoderamiento y aprovechar el potencial femenino rural, del que depende el desarrollo y el crecimiento de los países.
Se insiste, pero no se actúa con determinación. Las voluntades, los discursos y las acciones definitivas, quedan mediocres, simuladas, subvaluadas. En tiempos de cascada de propuestas, compromisos de campaña y proyectos de gobierno, ante la posibilidad de alternancia, quizá los candidatos, que tanto usan la igualdad de la mujeres como lema y sustentan su proyecto político, sobre la meta del multicitado progreso, deben reconocer y garantizar en los hechos, que tanto desarrollo, como crecimiento integral, pasan por el reconocimiento, respeto y acceso igualitario de recursos productivos a las niñas y mujeres campesinas y agricultoras. Si en verdad queremos crecer y ser prósperos, la igualdad de género en el medio rural es la solución, es la inversión más inteligente.
[email protected]
Ojalá así se hubieran insurreccionado cuando les prestaron el mando del Legislativo, un ratito; cuando repartieron candidaturas y suplencias que siguen siendo para mujeres; ojalá las tres Secretarias Generales de las fuerzas políticas más importantes –Cristina Díaz, Cecilia Romero y Dolores Padierna- abanderaran el empoderamiento de las mujeres, liderando el cambio cultural, educacional, productivo, laboral, social y político para desterrar la injusticia. Ojalá así, tan vehementemente reaccionaran ante la desigualdad contra nosotras y con todos sus apellidos: la social, económica, laboral, salarial, electoral, cultural, educacional, política y legal. Siendo las legisladoras, hacedoras de leyes, representantes populares de miles de mujeres menos favorecidas, jamás reconocidas ni escuchadas, discriminadas y arrinconadas, enterradas e invisibles; mutiladas, acosadas o muertas, ya vemos, todas aquellas lideresas, dirigentas, las gobernantes y servidoras públicas de alto nivel, esas empoderadas padecen lo mismo, se guardan agresiones y luego se aguantan; de repente protestan pero tampoco las pelan.
Han tolerado agravios, abusos, segregación demasiado tiempo, a cambio de posiciones y cargos; de cuotas desiguales y ciertos privilegios; éstas han sido las mordazas para tenerlas "quietas”; se han sometido al juego del poder y a las reglas misóginas de ellos y de otras: La espontánea toma tribuna en la Cámara de Diputados, fue un acto mediático y pasajero. Habría que tener una postura y una propuesta sostenida y cotidiana, razonada y bien coordinada, en consenso y con acuerdo mayoritario, para lograr algo más trascendental: Iniciativas de ley que aterrizaran en políticas públicas y en más presupuesto, con perspectiva de género.
Ojalá lo hicieran, pues ¿Qué podemos esperar el resto? ¿Qué pueden esperar las más pobres y violentadas en sus derechos fundamentales? ¿Qué esperanzas paras las campesinas, las afectadas por la emigración, las olvidadas en el campo, en los cinturones de miseria suburbana, en las sierras, en las comunidades indígenas? En México hay 13 millones de mujeres que sobreviven en áreas rurales y sólo 17% poseen propiedad ejidal o comunal; trabajan, según la CEPAL, 53% más que un hombre y el 30% padecen pobreza alimentaria. ¿Y qué hay para ellas? Sólo la simulación, las promesas demagógicas de campañas y después, la indiferencia, la molestia, la amarga realidad: desigualdad, violencia y discriminación.
En contraparte, Naciones Unidas festejó este aniversario con el lema “Habilitar a la mujer campesina-Acabar con el hambre y la pobreza”, documento que presentó la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer 2012 del Consejo Económico y Social, remarcando la importancia sustancial de atender urgentemente esta situación, porque, pese a que en 115 países del orbe, las mujeres rurales tienen igualdad de derechos a la propiedad y, a la herencia en 93 países, aún persisten disparidades de género en la tenencia de la tierra.
Abunda: “Las mujeres rurales constituyen una cuarta parte de la población del mundo. Son líderes, responsables de la toma de decisiones, productoras, trabajadoras, empresarias y proveedoras de servicios. Sus contribuciones son vitales para el bienestar de familias y comunidades y de economías locales y nacionales (...) producen la mayoría de los alimentos que se cosechan, especialmente en la agricultura de subsistencia y llevan a cabo la mayor parte del trabajo de cuidado no remunerado en las áreas rurales –tienen jornada múltiple, en el campo y en el hogar de 16 a 18 horas diarias-. Enfrentan mayores dificultades que los hombres para tener acceso a servicios públicos, a protección social, oportunidades de empleo y a mercados e instituciones locales y nacionales, a causa de normas culturales, a inseguridad y a falta de documentos de identidad”.
Y ahí están los números: El 70% de 1400 millones de personas en extrema pobreza viven en zonas rurales, en países en desarrollo. En 2010, padecían hambre crónica 925 millones de personas -el 60% mujeres-. “La agricultura da sustento al 86% de las mujeres y los hombres rurales y emplea a unos 1300 millones de pequeños agricultores propietarios de tierra y a trabajadores agrícolas sin tierra propia, de los que el 43% son mujeres”. Dos tercios de 400 millones de pobres en el mundo que se ocupan del ganado, son mujeres. Además, informa la ONU, en el orbe hay 884 millones de personas sin agua potable; 1600 millones sin energía; 1000 millones sin acceso a caminos; 2600 millones sin servicios sanitarios adecuados y 2700 millones usan fogatas y cocinas tradicionales. Y claro, son las mujeres rurales quienes tienen que resolver, además de cuidar a sus familias y sin ninguna remuneración, desde esta precariedad inhumana e indignante.
Por si fuera poco, sufren desigualdad en acceso a créditos, a salud y educación. A este infierno se suman crisis alimentaria y económica y estragos del cambio climático.
Ante lo evidente, la ONUMujeres y la FAO sostienen que si las mujeres rurales accedieran equitativamente a semillas, fertilizantes, herramientas, créditos y demás recursos productivos, las personas que sufren hambruna en el mundo, bajarían entre 100 y 150 millones. Aseguran que el rendimiento agrícola aumentaría 4% y subirían a 20-30% las exportaciones agrícolas; se fortalecería la seguridad alimentaria y nutrición y se abatiría el rezago que afecta a 200 millones de niños en el globo. Concluyen que la desigualdad contra las mujeres en el campo, no sólo las perjudica a ellas y a sus hijos, que usualmente son muchos y desnutridos; sino al desarrollo nacional.
A los gobiernos nacionales, la Comisión les exhorta a tomar medidas exhaustivas y determinantes para abatir la desigualdad contra las mujeres en el medio rural:
-Adoptar respuestas estratégicas, programáticas y de políticas eficaces para crear la base de activos para pequeñas agricultoras mujeres: mejorar su acceso a recursos y servicios; ampliar sus oportunidades para diversificar su producción; aumentar su productividad y facilitar su acceso a mercados de productos de alto valor;
-Dar prioridad a mujeres y niñas rurales en el financiamiento para desarrollo rural, agricultura y cambio climático;
-Dar preferencia a proyectos de infraestructura, caminos y transporte a mercados locales, esquemas comunitarios de agua y fuentes de energía renovable e invertir en iniciativas que promueven agricultura sostenible y biodiversidad;
-Transparentar el uso y aplicación efectiva de recursos y asistencia oficial, ya que, si bien la comunidad internacional ha contribuido con 7500 mdd al desarrollo para el adelanto rural y el sector agrícola, en 2008-2009 a países en desarrollo, sólo el 3% fue asignado a programas de igualdad de género y sólo el 32% se comprobó destino, a aquéllos en los que era un objetivo secundario. -¿Qué hicieron con ese dinero?-.
-Garantizar que funcionarios de gobierno y proveedores de servicios tengan la capacidad de utilizar herramientas disponibles, incluyendo los presupuestos con una perspectiva de género para el desarrollo; implementación, monitoreo y evaluación del desarrollo rural, políticas y programas agrícolas, creación de infraestructuras y suministro de servicios, que prioricen cuestiones de género;
-Asegurar que las prioridades de mujeres rurales estén reflejadas en todos los procesos internacionales, nacionales y locales de gobernanza, incluyendo la creación de políticas, la administración pública, el suministro de servicios y los mecanismos de financiamiento y de rendición de cuentas;
-Dar prioridad a mujeres y niñas rurales en el desarrollo rural y en políticas y programas agrícolas; en planes nacionales de desarrollo y en estrategias de reducción de pobreza a fin de alcanzar su acceso equitativo a recursos productivos, servicios básicos, oportunidades de empleo y a tecnologías que economizan la mano de obra;
-Abolir leyes y cambiar políticas que discriminan a mujeres y niñas rurales, así como las que limitan sus derechos a la tierra, propiedad y herencia o que restringen sus capacidades jurídicas;
-Los gobiernos deben rendir cuentas para avanzar en derechos, oportunidades y participación de las mujeres y niñas rurales.
Este 2012, el llamado urgente a Estados nacionales, gobiernos, sector privado y a sociedades es a invertir en las mujeres del medio rural; a hacer realidad el compromiso de la igualdad de género y del empoderamiento y aprovechar el potencial femenino rural, del que depende el desarrollo y el crecimiento de los países.
Se insiste, pero no se actúa con determinación. Las voluntades, los discursos y las acciones definitivas, quedan mediocres, simuladas, subvaluadas. En tiempos de cascada de propuestas, compromisos de campaña y proyectos de gobierno, ante la posibilidad de alternancia, quizá los candidatos, que tanto usan la igualdad de la mujeres como lema y sustentan su proyecto político, sobre la meta del multicitado progreso, deben reconocer y garantizar en los hechos, que tanto desarrollo, como crecimiento integral, pasan por el reconocimiento, respeto y acceso igualitario de recursos productivos a las niñas y mujeres campesinas y agricultoras. Si en verdad queremos crecer y ser prósperos, la igualdad de género en el medio rural es la solución, es la inversión más inteligente.
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