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Columnas y artículos de opinión
En Caliente
¿A dónde va sr. Presidente?
Benjamín Garcimarrero
26 de marzo de 2012
alcalorpolitico.com
Ha sido una costumbre saludable que cada presidente mexicano, al terminar su mandato se vaya del país por una buena temporada. Se atribuyen esta acción de cambio de aires a la razonable medida de que el nuevo, se aclimate al poder y de paso tape las rendijas que necesariamente se hacen por el uso y el abuso que se hace de la democracia.

En el caso cercano del cambio de Calderón por Fox, éste solamente agarró monte y se fue a refugiar a su rancho San Cristóbal en San Francisco del Rincón, Guanajuato; donde Martita debe sentirse frustrada, aunque siempre con mucha mejor suerte que Evita Perón.

A Fox nos lo dejó de herencia Ernesto Zedillo, quien al terminar su sexenio se fue a vivir a New Haven, Connecticut en Los Estados Unidos de Norteamérica, donde permanece, aunque muchos de sus negocios los sigue haciendo en México como ese lucrativo sistema llamado CENEVAL, entre otros.


Zedillo poco interviene en la política nacional, al menos eso parece y que mejor, pues no siempre fue muy brillante, él mismo reconoció que el mayor lustre que logró, fue cuando boleaba zapatos siendo chamaco.

Antes de Zedillo, Carlitos Salinas se fue a refugiar a Dublín, Irlanda, quizá para poner agua de por medio y no hacerle mucha sombra a Zedillo, que como ya se dijo, es de pocas luces. A pesar de ello, las ansias de novillero, no se le acaban a don Carlitos y parece que le platica al oído a Enrique Peña Nieto, quizá para ablandarle la peña y porque lo ve como su nieto… putativo pero nieto.

Como ya soplan otros aires, y no precisamente de fronda sino de popa, se presiente que andan picando peña para modificar la Constitución y permitir la relección. ¡Que mi boca se haga chicharrón!


Miguel de la Madrid, antecesor de Salinas, se quedó a vivir en Coyoacán porque así se lo solicitó su cofradía; como gente decente no se involucró en la actividad política de su ahijado presidencial. Pactos se hicieron y se hicieron pactos, el caso es que no tuvo que emigrar ni por precaución ni por vergüenza.

La lista podría ser más larga que la cola de Marcial Maciel, pero estos ejemplos nos llevan a una conclusión: No estorbar es uno de los mandamientos del poder transmitido, o en caso contrario el exilio diplomático como le ocurrió a Díaz Ordaz.

Otras cosas se han visto más dramáticas como el destierro de Don Porfirio, la ejecución de Madero, el fusilamiento de Iturbide y el magnicidio de Colosio.


Todo esto nos pone a pensar en lo que ocurrirá en poco menos de un año cuando termine su mandato el Sr. Presidente Calderón. En los casos anteriormente relatados, permaneció la misma estructura de poder, lunares más, pelusas menos; pero ahora los enemigos al frente son organizaciones criminales que se han visto perseguidas y acosadas con franco propósito de exterminio.

Es muy previsible que al término del mandato actual, el ahora presidente no se vaya a Francia, algo me dice que Nicolás Sarkozy no lo quiere bien.

Parece que también se ha malquistado con Obama y las empresas norteamericanas vendedoras de armas y consumidoras de drogas.


Quedarse en México reclamando el agradecimiento popular, no me cabe en la neurona reumática que me queda. En Los Pinos no se puede quedar a vivir. Irse al Vaticano a lamerle el pastoral a Ratzinger, como que no le sienta la sotana.

Hay otras dos opciones: La institucionalización de la relección, o la permanencia forzada, previa declaración de suspensión de garantías y afirmación de que el horno no está para bollos o como quien dice no hay condiciones para el cambio del poder.

Las dos son peligrosas pero no imposibles; ahí es donde los combates cotidianos nos siembran temores que nos dejan mudos.


La simple mención provoca reacciones de fatalismo, imputaciones de apocalíptico. Pero la verdad dan ganas de salir corriendo, porque en México, ya se vivió alguna vez en 1913 con Victoriano Huerta o seguir la suerte de Calles corrido por Don Lázaro.

Hay síntomas cuando el estado de derecho se ha vulnerado gravemente, cuando hay instituciones que bajo el supuesto de la buena fe violan los derechos humanos y cuando flota demasiado plomo en el aire contra todos los discursos de que en seguridad tenemos diez.

También en el ambiente flota la interrogante: ¿Y ahora, pa’ donde cojo?