icono menu responsive
Columnas y artículos de opinión
Hemisferios
Panamericanismo
Rebeca Ramos Rella
16 de abril de 2012
alcalorpolitico.com
Con los llamados de Calderón, a optar por fortalecer el liberalismo económico, a la reducción de aranceles y a garantizar la propiedad y libre empresa y del colombiano Juan Manuel Santos, a superar pobreza y desigualdades, los mandatarios del continente abrieron la Cumbre de las Américas en Cartagena de Indias, Colombia, hace unos días, donde una vez más se pretendió sellar la fraternidad panamericana y la cooperación hemisférica para afrontar retos comunes.

La realidad es que el discurso, la amistad, la calidez de estos encuentros regionales siempre redundan en voluntades manifiestas para superar todos los males que también unen, con la intención de estrechar lazos y acciones para combatirlos. Por lo menos ese ha sido el espíritu; ya la realidad amarga es otra.

Lamentablemente, como es costumbre, la Cumbre cerró sin Declaración Conjunta, ante falta de consensos, sobre temas espinosos –inclusión de Cuba y respaldo a la soberanía argentina sobre Las Malvinas- , que siendo la novedad sobre las mismas obviedades, como luchar contra pobreza, desigualdades, desarrollo, marcaron las profundas divergencias que existen entre las y los mandatarios. Tan graves que Doña Cristina de Kirchner y Evo Morales, se fueron sin despedirse; que Correa de Ecuador ni fue; tampoco Ortega de Nicaragua, en solidaridad con la exclusión de Cuba para próximas Cumbres.


No obstante, nos regalaron algunos comunicados que valen destacar: Se comprometieron a garantizar “amplia participación en el Segmento de Alto Nivel de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible, Río +20”, que se efectuará en Río de Janeiro, los días 20-22 de junio; acordaron fortalecer presencia en el VI Foro de Competitividad de las Américas, en la Reunión Anual de la Red Interamericana de Competitividad y en la Reunión de Ministros de Economía, Finanzas, Industria y Comercio e invitar a pequeñas y medianas empresas, nuevos emprendedores y cooperativas. Para enfrentar y combatir a la Delincuencia Organizada Transnacional en el Hemisferio, consensaron “implementar una entidad coordinadora para armonizar las estrategias y acciones de los Estados americanos en contra la delincuencia organizada transnacional, deber que recayó en la OEA y conciliaron visiones para apoyar a la Conferencia Internacional de Ministros de Relaciones Exteriores y de Jefes de Organismos Nacionales Especializados contra el Problema Mundial de las Drogas, a realizarse en la ciudad de Lima, Perú, los días 25 y 26 de junio.

Así que continuarán reuniéndose, debatiendo, buscándole la cuadratura al círculo.

De cualquier forma, el tema prioritario fue la lucha regional contra el crimen organizado y el tema de la despenalización de las drogas, que el Presidente guatemalteco había impulsado y a la que se oponen determinantemente EUA y México, quedó en el nivel del contraste de posturas.


Ahora, sin menospreciar la calidad declarativa y resolutiva de este club, aquí el gran protagonista suele ser y lo fue, el Presidente de Estados Unidos, quien en ruta de la mesa redonda donde se había de departir con el sur, ya había adelantado su postura frente a posibles reclamos o señalamientos que le tenían preparados los latinoamericanos.

Obama hábil, respetuoso y prospectivo y a la letra del power intelligent de la nueva política exterior de EUA, había reiterado que su país ha aceptado la responsabilidad, en la reducción de la demanda y consumo de drogas y ha refrendado su apoyo, para juntos, ser la solución al narcotráfico que aqueja a México, Colombia y Guatemala.

Mismas aseveraciones recicladas, que realizara en marzo del año pasado, en su gira por el subcontinente – con el tema de Libia en la frente, como lo es hoy el de Siria- y en las que refrendó una “nueva era de alianzas con América Latina”, dejando claro que “como presidente de Estados Unidos aceptamos nuestra parte de responsabilidad por la violencia de las drogas”. Aquella ocasión como ahora prometió recursos, equipos, entrenamiento, tecnología y seguridad fronteriza y presión financiera a los cárteles. En ésta tampoco llegó con las manos vacías, pues anunció 130 millones de dólares para propósito idéntico para Centroamérica.


La diferencia es que este 2012, Obama está en campaña de reelección y pese a que los intereses de seguridad nacional en el exterior de Estados Unidos están concentrados en conciliar la relación tensa con China y Rusi; en resolver la masacre indiscriminada en Siria, en la amenaza de escalada del conflicto en Medio Oriente, que arriesga a sus aliados, Israel, Turquía e Irak y que puede detonar la furia extremista de un Irán nuclearizado, sabe, reconoce y concede que Latinoamérica sigue siendo el espacio natural de influencia de la superpotencia y de respaldo legitimador, sobretodo, porque un porcentaje significativo de “hispanos” en EUA, pueden hacer la diferencia, para ganarle al seguro candidato opositor Romney y pueden ser toda la oportunidad para lograr mayoría demócrata en el Congreso.

De manera que Obama portó el mismo mensaje que gusta tanto a la subregión: el del apoyo, la apertura, el respeto y la alianza, además de algunos recursos extras. Y quizá se predispuso con tolerancia a escuchar la pretensión de algunos pocos líderes sobre la opción de legalizar drogas y del machacado reclamo para la regulación de armas a México y Centroamérica, aunque en un manotazo sutil les espetó que dejen de culpar a EUA de todos sus males.

Fue Dilma Roussef de Brasil, la valentona que le soltó de frente la crítica a la política monetaria proteccionista que encarece productos de otros países y exigió trato de iguales y relaciones más equilibradas. Pero Obama, le recordó que la crisis mundial ha pegado a la superpotencia y que siendo el principal comprador de América Latina, les conviene que a EUA le vaya bien. Y ahí quedó.


Lo que anima mi reflexión es que de este lado, no hay consenso sólido en acciones y decisiones trascendentales, a causa de la inexistencia de un frente común que fortalezca posturas latinoamericanas de cara al poderosísimo vecino norteño. Y creo que este ha sido el gran error. El panamericanismo ha persistido en los discursos retóricos y en el sueño bolivariano que ya duerme por siglos: La institucionalización de las Américas unidas está viva en la OEA, pero siempre es Washington y ahora Canadá, quienes extrapolan posiciones y decisiones.

La Cuba de los Castro sigue representado el pelo en la sopa de la unidad y del consenso hemisférico. Al respecto y con todo y berrinche de los “Albistas”, Obama fue categórico: “lo que impide que Cuba sea un miembro completo de la comunidad internacional no es EUA, es su propia práctica que es contraria a los principios universales’’. Y los aliados callaron. Hasta ahí.

Otro factor que obstruye la cadena de fuerzas en el subcontinente, es también la ausencia de un liderazgo que aglutine, converja y convenza. Estas vallas no han permitido que los latinoamericanos negociemos y presionemos en bloque con el hegemón.
Hoy en día no hay en la región un líder como Lula Da Silva que concilie y Dilma está muy ocupada combatiendo corrupción en su gobierno; Piñeira en Chile ha batallado con los estudiantes; Cristina no logró consenso en su causa de Las Malvinas contra el Reino Unido; Santos de Colombia quiso retomar el tema cubano y aprovechó la Cumbre como plataforma de protagonismo, sin trascender; Chinchilla de Costa Rica es súper aliada; Pérez en Guatemala tomó el debate de la legalización como instrumento político y de seguridad interna para darse a conocer; el resto son aliados incondicionales y Calderón va de salida; ya no incubó el liderazgo regional que por tradición ha tenido México.


Por el lado de los contras, Chávez está ponchado de salud, no pudo asistir para dar la nota picante; Evo de Bolivia envuelto en las contradicciones de su mandato doméstico, se quedó solo representando a la Comunidad del ALBA y se regresó sin glorias; Ortega de Nicaragua, Correa de Ecuador, perdieron oportunidad de balancear posicionamientos, ni fueron y se evidencia, no llenan el disparatado liderazgo antiyanqui de la Venezuela chavista; los Castro en Cuba, convalecen la edad, en el agotamiento del rencor.

Obama no observa contrapeso a su liderazgo global, en su vecindad. No mira contraste desafiante que reposicionara a América Latina como prioridad, en la agenda de la Casa Blanca; no existe un liderazgo consensuado subcontinental, que fuera más allá de la constante letanía de culpas de algunos y demandas de todos y cada uno. Obama y el gran dolor de cabeza que le causa la pobreza, la violencia y la seguridad nacional y hemisférica, sabe que se alivia, pero que no se cura, con dólares y apapachos.

A México le sobran razones para reconquistar acuerdos y voluntades en Latinoamérica pues es país entre dos mundos. Es el interlocutor natural entre el norte y el sur. El pacificador, el árbitro, el país con mayor tradición diplomática y de respeto al derecho internacional. México puede volver a ser el vocero, el artífice esencial en el tablero.


Desafortunadamente en el proceso de la sucesión nacional, aún no se sabe con certeza cuál es la propuesta de todos los candidatos al respecto. Algunos planteamientos sobre política exterior fueron perfilados sólo por el candidato priista, que resaltó el fortalecimiento de la alianza económica y comercial con Norteamérica. Sobre el sur de la frontera de Chiapas ha propuesto “fortalecer la cooperación con Centroamérica y el Caribe, sobretodo contra el crimen organizado y la migración laboral, donde debe haber coherencia entre el trato que demandamos para nuestros connacionales en el exterior y el que se ofrece a los extranjeros en nuestro país (…) se requiere invertir en infraestructura fronteriza física y digital y en el fortalecimiento de las instituciones”. Y para Cuba, promete inversiones y cooperación para el desarrollo.

Y en específico, ha resaltado “recuperar la interlocución efectiva con América del Sur”, a través de más foros; alianza energética fortalecida con Brasil; más vinculación comercial con Argentina y Chile y acentuar el intercambio sobre seguridad con Colombia.

Sin embargo, analistas e intelectuales han insistido en la decisión y definición que debe tener México para mirar al norte, más que al sur. Con EUA y Canadá la integración económica y comercial nos es más conveniente, aseguran; con el sur, nos significa la fraternidad y la historia común y todos los problemas compartidos, bajo el riesgo de la inexistencia de un acuerdo generalizado y sí bien disperso, entre distintos protagonismos nacionales, a partir de la división ideológica y política que genera EUA, plataformas que siguen obstruyendo el gran pacto hemisférico.


La conclusión es que quizá debemos balancear ambos afectos con unos y otros y efectivamente ejercer una política exterior conciliatoria, que fomente equilibrios. Debemos aprender a potencializar la oportunidad de la estrategia de la geopolítica que nos impone nuestro lugar en el continente.

Ojalá que el candidato presidencial ganador reconfigure la política exterior de México hacia el norte, pero también hacia el sur del continente y recomponga los contrapesos de la balanza, para que el panamericanismo logre reconstruirse y reforzarse desde el liderazgo diplomático continental que México puede y debe hacer resurgir.

[email protected]