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Columnas y artículos de opinión
Diario de un reportero
Legalización y debate
Miguel Molina
19 de abril de 2012
alcalorpolitico.com
Muchos se rieron cuando Margarita Guillaumín Romero - ex diputada local y candidata a senadora de Veracruz por el Partido de la Revolución Democrática - declaró el lunes que es hora de debatir la legalización de la mariguana, y se volvieron a reír cuando pidió que se hiciera una consulta en la que participen especialistas.

Pero el tema de las drogas no es cosa de risa. Por primera vez en la historia, los jefes de Estado y de gobierno del continente americano discutieron el fin de semana pasado la posibilidad de adoptar una nueva estrategia ante el evidente fracaso de una política que lleva medio siglo de guerra contra el narcotráfico.

Nadie se burló de ellos por hablar de un tema que hasta el momento era materia reservada, si acaso, para expresidentes y ex diplomáticos.


Tampoco nadie se burló de Nigel Insker ni de Virginia Comolli, investigadores del Instituto Internacional para Estudios Estratégicos (IISS) que el martes presentaron en Londres un estudio muy serio sobre las drogas y los problemas de la prohibición.

El libro "Drogas, inseguridad y Estados fallidos", que llevó a los investigadores a países productores y a naciones de tránsito en América Latina y en África, concluye que la guerra contra las drogas es una amenaza a la seguridad internacional.

Los investigadores sugieren que en vez de ver el narcotráfico como un problema que hay que resolver habría que ver el fenómeno como una situación que hay que manejar.


"La estrategia basada en la prohibición y la reducción de la oferta no ha afectado ni el tráfico ni el consumo de drogas en el mundo", explicó Comolli. "Han pasado cuarenta años y ni la demanda ni el consumo han disminuido".

Según Inkster, director de Amenazas Transnacionales y Riesgos Políticos del IISS, ante estas evidencias de que lo que se ha hecho no ha servido para mucho, "se necesita un debate global (...) porque la prohibición global ha causado o ha perpetuado la violencia generalizada y la inestabilidad en países productores y de tránsito".

Uno sabe bien a qué se refiere Inkster porque oyó lo que dijo Ollanta Humala, presidente de Perú: que el propio Felipe Calderón reconoció que el Estado mexicano ha perdido terreno ante el narcotráfico, que ya cobra impuestos en zonas bajo su control.


Algo debe saber Calderón para decir lo que dice. Y eso hace más urgente el debate sobre las drogas en México, una discusión basada en hechos y no en opiniones, un análisis de lo que pasa y de lo que se puede hacer. No se trata de legalizar nada - un debate no produce leyes - sino de encontrar maneras de sacar al país de la situación en que se halla.

Pero el análisis del problema significa que hay que ver la realidad sin tratar de imponerle vagas nociones espirituales ("la legalización no frenará la violencia", dice el episcopado mexicano) ni oponerle argumentos políticos ("los responsables son los otros", aseguran los partidos), ni rechazar lo que no se ha discutido (como declaran políticos y funcionarios).

Poco ayudan los que estorban. Los que dicen sin probar que si se legaliza el consumo (no la producción) de drogas, el número de adictos aumentará de manera notable. Los que aseguran que no va a pasar nada. Los que descalifican de entrada cualquier posibilidad de cambio. Los que prefieren hablar del pasado en vez de pensar en el futuro.


Y en eso tiene razón la señora Guillaumin, aunque no tenga la razón en otras cosas. Es importante que todos participen en el debate sobre el narcotráfico y las drogas, que es el mal que aqueja a la nación, porque a fin de cuentas ver lo que pasa nos permitirá entender a dónde hemos llegado y nos ayudará a ponernos de acuerdo sobre dónde queremos ir y qué hay que hacer para lograrlo. Es cosa seria.