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Columnas y artículos de opinión
Hemisferios
La otra mitad
Rebeca Ramos Rella
23 de abril de 2012
alcalorpolitico.com
En la observación de los procesos políticos y fenómenos sociales, estamos atentos a la conducta y acción de los actores protagonistas. Los hombres y las mujeres de poder, sus contextos públicos y privados son parte del análisis y de la prospectiva de los eventos que marcan nuestra realidad.

Hace más de 12 meses que somos testigos de la matanza en Siria, nos llegan cifras espeluznantes de masacrados, negociaciones fallidas, acuerdos traicionados, posturas confusas, amenazas rabiosas, información contradictoria. Lo que pasa allá, lo vemos lejano, pero sabemos que seres humanos inocentes están padeciendo. En la comparativa, el brazo implacable de la dictadura, sus excesos y necedades; el atropello a libertades civiles y a derechos humanos, son escenarios sobredimensionados a lo que vivimos acá. Pero sabemos reconocer cuando los valores y principios humanos universales se trastocan en aras de conservar el poder, cueste lo que cueste.

En este conflicto que raya en guerra civil y en riesgo serio de escalada violenta, para una región ciertamente efervescente, llamó mi atención el alarido severo de mujeres, esposas de embajadores europeos dirigido a la Primera Dama de Siria, Asma Al Assad. En un video público, ingeniosamente tratan de tocar su condición humana básica para pedirle –exigirle- que intente disuadir a su marido en su afán de sostenerse en lo insostenible y detenga la matazón y desesperanza, sobretodo de niños, jóvenes y mujeres en su país.


Asma, apodada como “la Rosa del Desierto” por la revista Vogue, es hija de cardiólogo y de diplomática, sirios, nacida en Londres. Fue educada a la usanza británica y a sus 37 años es graduada en Informática y diplomada en Literatura Francesa. Criada como mujer occidental, se desarrolló profesionalmente primero, en el Deutsche Bank, como gestora de fondos para clientes de Europa y Extremo Oriente. Después, en la banca de inversión de J. P. Morgan, donde se especializó en fusiones y adquisiciones para empresas farmacéuticas y biotecnológicas. Brillante, estilizada, fina y talentosa, logró una posición de la banca en Nueva York, donde despegó su carrera financiera exitosamente. Conoció al junior Al Assad cuando éste estudiaba Oftalmología en Londres y en 2000 se casó con él, para volver a Siria.

La señora Al Assad es ampliamente conocida en Europa y Medio Oriente, como una mujer musulmana moderna, preparada, involucrada en los deberes de su posición y como una gran publirrelacionista. El hecho de ser ciudadana británica le ha servido a su esposo para acercarse a Occidente y estrechar relaciones políticas convenientes, que durante décadas fueron alianzas provechosas y cómplices, ya que en nada protestaron, sobre sus métodos represivos, ni cuestionaron vicios, excesos y privilegios, acumulados en décadas de dictadura familiar y sometimiento étnico-religioso.

Asma, encantadora, espigada y carismática, es reconocida como una de las mujeres mejor vestidas de ambos continentes y por su amplio y exquisito gusto por los lujos. Son memorables, en literatura promotora de la vanidad, sus gastos estratosféricos y el cuidado de su imagen personal. Quizá esta es una razón por la que recientemente, la Unión Europea haya ordenado sanciones y la congelación de todas sus cuentas bancarias, de sus familiares y de miembros y familias del gabinete del tirano Al Assad.


Evidencia confirmada por la oposición levantada –que hoy pide a la comunidad internacional, la intervención armada-, que descubrió, interceptando reveladores correos electrónicos de los Assad, donde se comprueba su miseria humana y mezquindades: mientras miles de sirios siguen padeciendo hambre, dolor, muerte y persecución, Asma, se entretiene comprando vestidos de diseñador, candiles franceses y zapatos carísimos, por internet; en tanto su esposo, elude el horror de su ejército leal, viendo películas de Harry Potter.

Quienes la conocen y supongo tienen cercanía a ella, al constatar esta aberración, decidieron exhibirla y comprometerla a los ojos del mundo. Huberta von Voss-Wittig, esposa del embajador alemán Peter Wittig, y Sheila Lyall Grant, esposa del británico Mark Lyall Grant, alternaron en imágenes, lo grotesco de su conducta vacua y desinteresada por su pueblo, con episodios cruentos y deleznables de madres sirias, enloquecidas por la muerte injusta de sus hijos y el lacerante destino de niños y niñas traumatizados, mutilados, apresados y torturados, como ya la ONU lo ha denunciado.

Sus amigas, la conminan fuertemente a asumir su responsabilidad social como Primera Dama de Siria y como mujer pensante y le demandan categóricamente a defender la paz; la convocan firmemente a abandonar su espacio confortable de aval espectadora y a actuar con humanidad, para detener a su marido y al baño de sangre que comanda.


La llaman a la sensatez y a la conciencia humana. No se explican el silencio de Asma en este capítulo condenable, cuando ha demostrado decidida participación en los asuntos de Estado. Pero la señora, que viste a la moda, únicamente ha declarado, que respalda a su esposo totalmente.

Y aquí vienen las preguntas:
¿Hasta dónde una Primera Dama puede desentenderse de lo que acontece en su país, si se ha manejado tan activa política y diplomáticamente?

¿Hasta dónde la esposa de un mandatario debe apoyarlo en su intransigencia, crimen y arbitrariedad?


¿Está el pacto de amor y la firma del contrato, más allá de la razón de Estado y de las responsabilidades sociales y políticas, si se es la pareja de una o de un mandatario?

¿Dónde radican la congruencia humana y los actos de estricta humanidad si se está ligada a un dictador?

¿Cuál debe ser el rol de una Primera Dama o de un Consorte en una crisis política de estas dimensiones?


¿Es la omisión, la sumisión, la complicidad prueba de fidelidad aún y se apoye a un demente intransigente?

¿Hasta dónde llega la ambición y dónde empiezan las convicciones y el deber del servicio público y social, en la esposa de un Presidente o en el esposo de una Presidenta?

En este caso, que arriesga al mundo a una guerra multinacional y se agrede a un pueblo sediento de libertad, ¿Es traición a la pareja, si se contribuye a la paz y se le detiene en su terquedad mortal? ¿Dónde radica la lealtad primaria?


En estos tiempos, que vivimos un proceso electoral y estamos observando a los contendientes disputándose la gran silla, pensemos también en qué Primera Dama o en qué Consorte presidencial queremos para México.

Creo que esencialmente esperamos inteligencia, sensibilidad y modestia para servir al país desde la irremediable asesoría de cabecera; esperamos discreción y prudencia para no asumir funciones que no competen, ni protagonismos que eclipsen o determinen asuntos de Estado; esperamos parejas que balanceen el ánimo y la visión realista de quienes ostentan el mando por ley y quienes a veces andan montados en su nube; esperamos congruencia, compromiso y honorabilidad; esperamos sencillez y cercanía al pueblo, en vez de banalidades, frivolidades y derroches lujosos y presuntuosos que ofenden; exigimos decisión para apoyar todo lo que beneficie al interés nacional, primero, pues esta es una alta responsabilidad ciudadana e inalienable de quien convive con quien dirige un Estado y lidera una nación. Le guste o no.

Y si es Primera Dama, demandamos no sólo el sentido humanista y diáfano hacia los más desprotegidos, sino todo el deber de aportar para lograr la igualdad sustantiva y el avance de las mujeres.


Sin duda, la otra mitad en la vida compartida de quien detenta el poder, también cuenta.

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