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Columnas y artículos de opinión
En Caliente
Qué tanto estamos dispuestos a creer
Benjamín Garcimarrero
30 de abril de 2012
alcalorpolitico.com
El viernes 27 se desmintió la noticia difundida un día antes, de que la señora Karla Vanessa Pérez Castañeda, tenía en su vientre nada menos que nueve chamacos que daría a luz en breve.
 
La Secretaria de Salud de Coahuila, ordenó un estudio “protocolario” y resultó que no era cierto, es mas ni siquiera está embarazada; sin embargo ya la noticia le había dado la vuelta al mundo y personas de buen corazón se aprestaban para apoyar económicamente a los padres de los nonillizos, quienes vieron en su increíble historia un excelente medio de obtener recursos, como seguramente ocurrió cuando mintieron un año atrás, de que habían tenido trillizos, lo que también resultó falso.
 
Si los cuates o mellizos son una calamidad, imagínese usted nueve pilguanejos acomodados cada uno en su respectiva bolsa aunque dichas bolsas sean de WalMart, Sears, súper Chedraui o el Jáuregui.
 
Pero resulta que los tiempos están para escuchar mentiras, desde las contiendas electorales llenas de promesas imposibles de cumplir, hasta las iniciativas de ley de los Congresos, que confeccionan lo que ya existe pero le ponen tantos parches que acaban por imposibilitar su aplicación.
 
Miente Enrique, miente Chepina, miente Andrés Manuel, miente Quadri, el propio Felipe miente, y si no es así, es que está muy confundido.
 
Cabe preguntarse, ¿Por qué es tan fructífera la mentira?.
 
Nuestro cerebro tiene una cualidad que consiste en integrar en un todo, la información procedente de los sentidos; sirva de ejemplo al certeza a la que llegamos de que va el tren cuando escuchamos el silbato de la máquina junto al traqueteo de los rieles, aun cuando no veamos el tren en realidad pero integramos la información y deducimos que ahí va.
 
Cuando nuestro cerebro combina lo que vemos, leemos, oímos, probamos o tocamos, integra una imagen, la que no necesariamente es cierta, puede ser una ilusión, pues por lo general los sentidos no funcionan aislados, todos ellos participan en la información que mandan neuronalmente al cerebro.
 
Intuitivamente algunos, como el fasto inventado y explotado por la Iglesia para hacer creer a los penitentes que Dios está ahí apoltronado, engendra el uso de una ilusión falaz que solo sirve de medio de expoliación de los mas ingenuos.
 
En las contiendas electorales ocurre algo semejante, bombardean con promesas el inconsciente de los ciudadanos, que se dejan llevar o por lo guapo del más copetón, o la condición de género sin reparar que lo que hace falta es la inteligencia y el rescate de los valores nacionales ahora empeñados con todos los postores extrajeros.
 
Habría que decir muy atinadamente: “Aquí no hay más madre que la que puja”, Trátese de la que mintió sobre sus nueve engendros o de los que están inventando soluciones para ocupar un espacio que habrá de permanecer vacío según pintan los pronósticos.
 
El divorcio de la inteligencia con los cuadros de mando, es gravísimo. ¡Han retornado los brujos!, los oráculos, las pitonisas, los fantasmas institucionales. Las cosas están como para orinarse y no de miedo, sino de indignación.
 
Francesco Schettino, capitán del Costa Concordia, debe estarse riendo del hundimiento de la política mexicana.