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Columnas y artículos de opinión
Prosa Aprisa
Actuar, antes de que sea demasiado tarde
Arturo Reyes Isidoro
9 de mayo de 2012
alcalorpolitico.com
No es privativa de Veracruz la violación a los derechos humanos, pero la del estado es “gravísima”: se están violando 44 de los 58 derechos humanos contemplados en las convenciones de las Naciones Unidas a causa de la violencia, declaró ayer el presidente del Instituto de Acción Ciudadana México, Edgardo Buscaglia. Para el especialista en temas de seguridad y reformas judiciales, vivimos una auténtica “pesadilla de violencia” y los periodistas una situación extrema, similar a la de Afganistán, Irak, Pakistán o Palestina, debido a las constantes situaciones de amenaza, violencia, represión y todo lo que engloba el crimen organizado. De visita en Xalapa para ofrecer una conferencia, dijo contundente: “Hemos pasado de la inseguridad pública a la inseguridad humana”.
 
El maestro Buscaglia es una lectura y una consulta obligada por todos los interesados en el tema de la delincuencia organizada, en especial por los estudiantes y los estudiosos de derecho, los abogados, los fiscales, los jueces, los magistrados, los especialistas, los investigadores, y su autoridad, su trayectoria y su prestigio lo colocan lejos de que se pueda pensar, de especular siquiera, que ha venido a dar un diagnóstico tan descarnando de nuestra realidad por algún interés particular, menos político electoral.
 
Por eso, tan contundente diagnóstico debe constituir la piedra angular para replantear una nueva estrategia en el estado que tenga como objetivo primordial remediar tan grave situación, a corto, mediano o largo plazo, cuando sea pero entre más pronto mejor, antes de que sea más tarde o demasiado tarde y pasemos de la verdadera pesadilla que ya vivimos a un verdadero infierno que nos atrape, irremediablemente, a todos.
 
Leí ayer en el diario xalapeño El Águila de Veracruz que habrá un relanzamiento de la Oficina del Programa de Gobierno, lo que de manera formal dará a conocer el gobernador Javier Duarte de Ochoa en fecha próxima. El titular de la dependencia, Ranulfo Márquez Hernández, declaró que se está haciendo una actualización de las políticas públicas que tienen que ver con el reforzamiento a la gobernabilidad del estado. “Eso va a ser fundamental”. Tiene que serlo.
 
El funcionario ha mencionado un concepto clave: la gobernabilidad. Nunca antes en la historia de Veracruz, el estado y su gobierno vivieron momentos de crisis como los que enfrenta la actual autoridad. Muy joven todavía la administración, ningún veracruzano se imaginó apenas el 1 de diciembre de 2010 que en pocos meses viviríamos una situación extrema. En poco tiempo las circunstancias cambiaron dramáticamente. Es cierto, la situación no es privativa del estado pero cada quien vive su propia pesadilla y a los veracruzanos corresponde enfrentar, combatir unidos, la que nos quita el sueño y nos mantiene en estado de zozobra permanente. De por medio está la gobernabilidad y con ella la seguridad de todos.
 
Sería injusto dejar de reconocer las intenciones, los esfuerzos, las políticas del Ejecutivo del estado por mantener la buena marcha de Veracruz, por dotarnos a los veracruzanos de seguridad e incluso, según reza su eslogan de gobierno, por llevarnos a la prosperidad. Pero también sería irresponsable lisonjearlo, aplaudirle, dando por hecho que todo se ha logrado y que vivimos en el mejor mundo posible, en el paraíso terrenal. La mejor ayuda que se le puede dar ahora es partir de la realidad incuestionable.
 
El relanzamiento de la Oficina del Programa de Gobierno debiera ir acompañado de un replanteamiento del Plan Veracruzano de Desarrollo, de las políticas públicas de Gobierno, pues es indudable que las circunstancias han cambiado dramáticamente y que lo que se pensó hace un año y medio como mejor para Veracruz, en parte o en mucha parte ha perdido validez e incluso ha sido rebasado a un costo de la pérdida de valiosas vidas humanas. No puede continuar más la situación igual, o peor.
 
Dentro de la administración pública estatal ha habido despidos, cambios de funcionarios, pero el ejercicio de la responsabilidad en el poder desgasta. Acaso debiera hacerse una revisión minuciosa pero responsable, imparcial, de qué y quién ha funcionado bien y quién no y se debiera actuar en consecuencia, sin más compromiso ni consideración que los de la sociedad, pues para los veracruzanos muchos no han cumplido ni cumplen bien y directa o indirectamente están contribuyendo al actual estado de cosas.
 
Pero eso debiera ser el punto de partida para un nuevo Estado fundacional, para iniciar una nueva relación entre gobierno y sociedad en todos los órdenes, de acercamiento, de entendimiento, pues ahora más que nunca se necesita de la buena relación con todos, gusten o no, compartan intereses personales o particulares o no, pues el tamaño del reto, la gravedad del problema requiere del esfuerzo conjunto.
 
Es hora de dejar atrás, todos los veracruzanos, desencuentros, diferencias, agravios, acaso mal entendidos, alejamientos, pero toca al Gobierno, como responsable político del estado y por lo mismo de la suerte de todos sus representados, quienes lo han hecho depositario del poder, en un acto de verdadera democracia, sin simulaciones, dar el primer paso, extender la mano y, con toda franqueza, la del entendimiento, convocar, solicitar de nuevo todo el apoyo y la unidad para enfrentar todos los problemas que se padecen, el más grave y preocupante ahora, el de la violencia y la inseguridad pública y humana.
 
Tiene que movernos a tomar conciencia de la gravedad de la situación por la que atraviesa Veracruz el diagnóstico de una autoridad mundial como es la de Edgardo Buscaglia, quien no ha parado en nada para venirnos a decir algo que ya vivimos pero que no le habíamos puesto nombre: estamos igual que en los países islámicos dominados por la violencia, una situación que hasta hace relativamente poco creíamos que era algo que solo nos llegaba por la televisión o la internet. Triste realidad, nos ha alcanzado ya. El asesinato ayer del síndico de Pueblo Viejo, Jaime Lladó Delgado, en el extremo norte del estado, en la colindancia con Tamaulipas, no viene más que a confirmar lo terrible y preocupante de la situación.
 
Cada quien desde su esfera de responsabilidad, instituciones como las iglesias, las oenegés, la iniciativa privada, los partidos políticos, organizaciones diversas, todos, debemos actuar antes de que se agrave más la crisis que se padece. No tenemos –por lo menos la gran mayoría– más a donde ir. Aquí nacimos, esta es nuestra tierra, aquí viven nuestras familias, aquí están nuestros intereses. Todos unidos, sí, pero con el Gobierno por delante.