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Columnas y artículos de opinión
Tierra de Babel
Mama mía…
Jorge Arturo Rodríguez
9 de mayo de 2012
alcalorpolitico.com
He andado en estos días un tanto distraído, pero más bien retraído, cabizbajo, no pensando en la inmortalidad del cangrejo ni mucho menos, sino con un dejo de tristeza por este mundo tan desgastado, tan destruido, ajado pos nuestras propias manos. Diríase que he andado enfermo… Y es que parece que así anda el mundo: enfermo, y poco hacemos para sanarlo, para que se vaya recuperando de tan lamentable enfermedad. Pero, ¿cuál enfermedad? Pos todos los padecimientos juntos, y conforme pasan los días se va complicando su salud. Y si no me creen, pos nomás observen tantito a su alrededor…Es más, en la atmósfera –qué chinga con eso del calentamiento global y cambio climático- nada más respiramos males: violencia por doquier, guerra contra el narco, guerra electoral, corrupción, impunidad, campañas negras, negras intenciones, opacidad, desigualdades, injusticias… en el orden que ustedes gusten. Incluso, se respira una apatía que, como dice José Saramago, perece vuelto congénita.
Vaya, hasta nos mentimos a nosotros mismos: “No pasa nada”, “Ahorita lo arreglamos todo”, “Esto es provisional”, “Ahorita pasa todo”, “No seas tan drástico”…Y así al infinitum. Claro, nada es eterno, qué caray… Aguafiestas que soy.

En fin, que en estas andaba y que me acuerdo del 10 de mayo. En la torre, en la máuser, en la… ¡Mi madrecita! ¿Qué podía regalarle? Pos no mucho, considerando mis bolsillos casi vacíos y mis tarjetas congeladas –digo, al menos tengo tarjetas, ¿no?- y mis deudas al día.

A ver, pos invitarla a cenar, ni soñando. Llevarle unas serenatas, pos tampoco, si hasta las rondallas ya se conforman de tres elementos y los tríos de dos y hasta de uno nomás, dizque pa’ hacer la rebaja, y así ni chiste. ¿Unas flores? Ya está choteado, eso ni m…, digo, eso no. ¿Qué tal una plancha, un estufa, un refri? Nel, eso es como recordarle que tiene que seguir chingándole. Comprarle un automóvil, estaría bien, pero con qué ojos mi compadre tuerto. Pensé en otros tantos obsequios, pero, la verdad, saben que el asunto no es tan simple de resolver, al menos que pensara lo que muchos, eso de regalar afecto y no comprarlo. ¿Un poema? Eso ‘ta chido, incluso ni lo compraría, le pediría el favor a un cuate que me lo imprimiera en su oficina de gobierno, una impresión láser, a todo color, en hojas opalina. Total, ahí a menudo eso hacen. Pero habrase visto un hijo tacaño, pero pa’ las chelas ni chistea uno, ¿verdad?


En fin, que en estas estaba, ensombrecida mi vida por tan mundo cruel y despiadado, y ahora con el pilón de qué madres le regalo a mi madre, el estrés en su punto…
Y que me acuerdo que no tengo (ni) madre, que mi madrecita, en paz descanse, hace unos años que se me adelantó… Pero si seré, si seré, ya hasta alzheimer me está dando.

Por eso mejor me pondré a hacer algo productivo, porque ya se sabe que la ociosidad es madre de todos los vicios; pero creo que fue Thomas Hobbes quien expresó que la ociosidad es la madre de la filosofía. ¿A quién madres irle?


De cinismo y anexas

Por cierto, les cuento que un hombre encontró la lámpara de Aladino tirada por ahí. Como era un buen lector, el hombre la reconoció y la frotó. El genio apareció, hizo una reverencia, se ofreció:

-Estoy a su servicio, amo. Pídame un deseo, y será cumplido. Pero ha de ser un solo deseo.
Como era un hijo, el hombre pidió:

-Deseo resucites a mi madre muerta.
El genio hizo una mueca:
-Lo lamento, amo, pero es un deseo imposible. Pídame otro.
Como era un buen tipo, el hombre pidió:
-Deseo que el mundo no siga gastando dinero en matar gente.
El genio tragó saliva:

-Este… ¿Cómo dijo que se llamaba su mamá?

Ahí se ven.

Hasta la próxima
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