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Columnas y artículos de opinión
De Interés Público
Jugar con fuego
Emilio Cárdenas Escobosa
14 de mayo de 2012
alcalorpolitico.com
El proceso electoral federal avanza a rumbo acelerado hacia su descomposición. Son ya diversas las señales que lo alertan. El primer debate entre los candidatos a la presidencia fue la señal de arranque de esta nueva ruta, peligrosa vía, que empieza a mostrar el rostro de la intolerancia entre los seguidores de los abanderados y sus defensores en la radio, la televisión, en las redes sociales y en los medios impresos.
 
Desde luego que es entendible que en el mes y medio que media de aquí a la elección se endurezcan las posiciones y críticas de Josefina Vázquez Mota y Andrés Manuel López Obrador hacia el candidato puntero, Enrique Peña Nieto y se ventile la parte menos presentable del priista: sus traspiés cuando no está en escenarios a modo, la negativa a participar en debates fuera de los que organiza el IFE, el incumplimiento de compromisos cuando gobernó su estado, el inocultable vínculo que mantiene con Televisa y el enorme gasto destinado a esta empresa desde el gobierno del Estado de México. De lo que se va a tratar esto es de torpedear su campaña y para ello no hay que descontar, desde luego, la eventual aparición de un fuerte escándalo que involucre a personajes del tricolor, todo lo cual podría afectar de manera importante su actual posicionamiento.
 
De persistir esa dinámica, conforme se acerque la fecha de la elección la distancia que hay entre Peña Nieto y sus competidores irá cerrándose hasta llegar a un final de fiesta dividido en tercios. Solo los más optimistas seguidores del tricolor o su legión de comunicadores panegiristas pueden sostener que los veinte puntos de ventaja –si los hay- que le dan buena parte de las encuestas se mantendrán inalterables. El tramo final de las campañas será complicado y de no fácil pronóstico.
 
En ese contexto, la visita de Enrique Peña Nieto a la Universidad Iberoamericana, que se convirtió en uno de los momentos más ingratos que ha pasado el abanderado del PRI en lo que va de su campaña política, sirve para ejemplificar el tono que va adquiriendo la lucha electoral. Abucheado, duramente cuestionado, despedido con gritos, a zapatazos y con palabras altisonantes, el mexiquense literalmente sufrió en ese centro de estudios, aunque es de reconocerse su decisión de ir a sabiendas de lo que le esperaba.
 
No obstante, más allá de los exaltados ánimos de los jóvenes que, conscientes o inducidos, según la óptica de cada quien, le hicieron pasar este trago amargo, lo que revela el episodio es que la polarización y el encono empiezan a crecer peligrosamente en la contienda electoral.
 
 
 
Pero no solo entre la juventud rebelde e irreverente se exhiben signos de intolerancia. Igual de iracundos que los que repudiaron la presencia de Peña Nieto en la Ibero están analistas supuestamente objetivos y serios que empiezan a perder la compostura. ¿Cómo entender al historiador Héctor Aguilar Camín (encolerizado por el fuerte desencuentro que tuvo en el programa de radio de Carmen Aristegui en MVS con el periodista del semanario Proceso Jenaro Villamil, a propósito de los presuntos acuerdos económicos entre el candidato del PRI y Televisa), adjetivando como "perros" o "jauría" a quienes cuestionan a Peña Nieto? ¿Qué decir de columnistas que hablan de una conjura que utiliza a los jóvenes para rechazar al priista, con argumentaciones trasnochadas que nos remiten a la tónica del periodismo defensor del régimen que se hacía allá por 1968? ¿Qué decir de la feria de epítetos y descalificaciones de analistas y editorialistas afines –o en la nómina- del PRI que tachan de fascistas intolerantes a los jóvenes de la Ibero?
 
¿Abona a la distensión que Pedro Joaquín Coldwell, presidente nacional del PRI, pida a las autoridades universitarias de esa universidad que investiguen el origen de las manifestaciones contra Peña Nieto o que el coordinador de los senadores del Partido Verde, Arturo Escobar, acuse que no eran estudiantes los que protestaron y que se trataba de un grupo que “venía acarreado, venía armado, venía orquestado por el grupo de Andrés Manuel López Obrador”? ¿Y las ocho columnas de los más de 50 diarios de Mario Vázquez Raña, incluido el Diario de Xalapa, que uniformaron titulares hablando del “Éxito de Peña en la Ibero pese a intento orquestado de boicot”, no fomentan acaso la idea de la “conjura” contra el priista?
 
Y del otro lado, ¿No es un llamado a la confrontación que seguidores del tabasqueño, principalmente jóvenes tuiteros, estén convocando en redes sociales a una concentración de rechazo a Peña Nieto el próximo sábado 19 de mayo en el Zócalo de la Ciudad de México? ¿Y si convocatorias similares se hacen en las capitales de los estados? ¿Y si como reacción se convoca de parte de los priistas a concentraciones o marchas en contra de López Obrador o Josefina Vázquez Mota? ¿Y si aprovechan el viaje para infiltrar provocadores? ¿No sería todo eso un coctel explosivo que fácilmente puede salirse de control, y peor en un escenario nacional ya de por sí marcado por la violencia?
 
Se debe imponer la mesura. Ya en el 2006 vimos cómo se deslegitima un proceso electoral cuando se llega al extremo de ubicar al adversario como un enemigo al que se quisiera exterminar. Invocar los miedos o las frustraciones colectivas para intentar allegarse simpatías es atizar la hoguera de los enconos y de los afanes de revancha. Exacerbar la polarización de nuestra sociedad, de por sí marcada por una desigualdad apabullante, es simplemente irresponsable.
 
Las campañas electorales delineadas desde los war rooms de los abanderados que dejan las propuestas en un segundo plano y privilegian la denuncia y el escándalo abonan al conflicto, tensan el ambiente y alimentan las disputas sobre las preferencias electorales que llevan al borde de la ruptura a las amistades de años, a sembrar la discordia en el seno familiar, a recelar del que piensa distinto, a ver enemigos en donde hay opiniones contrarias. (Peña Nieto, por ejemplo, en múltiples entrevistas ha llamado “mis adversarios políticos” a todo aquel que disienta de sus expresiones, lo critique a él o a su campaña o al partido que lo enarbola, trátese de jóvenes universitarios, tuiteros, analistas o medios críticos).
 
La sociedad está cansada de enfrentamientos y estridencias. Si bien el escándalo es la materia prima por excelencia de los contenidos televisivos y es lo que vende periódicos, no podemos continuar adentrándonos en un terreno minado que tarde o temprano puede reventar. Los pendientes en la agenda política y de desarrollo nacional, los problemas cotidianos de la gente, están a la espera de que la clase política se baje del ring. Y más vale que lo haga a tiempo, antes de que el ciudadano decida prescindir de las vías institucionales para la resolución de los conflictos.
 
No se vale jugar con fuego.
 
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