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Columnas y artículos de opinión
Espacio Ciudadano
¿Reflexión o memorización?
Jorge E. Lara de la Fraga
17 de mayo de 2012
alcalorpolitico.com
“Es menester proporcionar a los educandos las armas para investigar,
los recursos para que redescubran el mundo que los rodea…”

En el ámbito de la formación humana no hay que desdeñar plenamente a la memoria, pues bien se afirma que en cualquier razonamiento, por poco elaborado que éste sea, requiere de la intervención de la memoria, sólo que abusar de la retentiva, otorgándole una importancia mayúscula en las aulas representa una pifia de singulares proporciones, ya que la memoria sin el concurso de la razón puede derivar en una erudición insulsa, en un haz de datos inconexos y en un compendio de contenidos inútiles o de escaso sentido común. En la Escuela Secundaria N° 3 de Orizaba tuve la fortuna de tener como catedrático al maestro Rogerio Fentanes; dicho profesor, conocedor de la trama lingüística y de los aspectos históricos, en varias ocasiones nos decía: “Es preferible una cabeza bien puesta, que una cabeza bien llena”; nosotros, adolescentes aún, no entendíamos en toda su profundidad la expresión anterior, pero sí nos percatábamos del interés manifiesto del susodicho docente por hacernos pensar en sus sesiones de clase.

En esas imborrables actividades didácticas, cuando ninguno de los alumnos encontrábamos la salida a una de las interrogantes del maestro, éste, retadoramente nos profería: “¡Vamos muchachos, a ver quién saca el buey del barranco”. Así, cuando la situación era compleja, el profesor Rogerio nos encauzaba a través de preguntas claves para que halláramos la solución a la encrucijada planteada. Algo similar acontecía en los exámenes que elaboraba para evaluarnos: no sólo recurría a la memoria, sino que una buena parte de sus pruebas requería del escolar el adicional esfuerzo para correlacionar la información adquirida y para comprender la esencia o el fondo de los contenidos programáticos. Querer sacar un diez de calificación con ese admirable maestro, no era sólo aprenderse “de machete” las notas, sino que para salir avante con una nota aprobatoria exigía, de parte todos sus alumnos, profundizar en los contenidos y racionalizar la importancia de tales conocimientos.


Lo anterior vino a mi mente porque en el momento actual en la mayor parte de las instituciones educativas se le otorga un papel protagónico a la memoria, relegando o considerando en poca estima la capacidad razonadora del niño o del joven; situación que comparten un buen número de padres de familia, quienes ven con satisfacción rebosante cuando su vástago responde mecánicamente a las preguntas que le formulan, sin mediar en ello el raciocinio del sujeto sino su habilidad retentiva. Uno de los cambios trascendentes que debe operar en el seno de los ámbitos pedagógicos es que ameritamos pasar de una formación memorística a una educación basada en la reflexión del pensamiento. Se ha hecho énfasis en que los escolares sencillamente memoricen, lo cual reviste cierta importancia pero no es suficiente; esos niños y jóvenes deben ir más allá. Los docentes tienen que pensar que esa información debe ser revisada, analizada y “digerida internamente” por esos sujetos en formación. El reto es estudiar con sentido crítico y pugnar por una educación que forme y no únicamente informe.

Aprender es, en cierta forma descubrir o volver a edificar lo inventado. Si queremos en lo sucesivo tener alumnos o hijos capaces de producir o crear, no sólo de repetir, la respuesta es inmediata: hay que modificar el contenido y los métodos tradicionales de la enseñanza, a efecto de conformar a futuro hombres plenos que respondan a los retos científico - tecnológicos de manera firme y autónoma. A manera de complemento, bien vale poseer una cultura general básica (“un disco duro”), pero que tal repertorio de elementos teóricos sea utilizado por el individuo de manera racional para solventar situaciones apremiantes.