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Columnas y artículos de opinión
Deliberación
Punto Ciego: # Yo soy 132
Francisco Montfort Guillén
22 de mayo de 2012
alcalorpolitico.com
El error humano tiene un origen biológico y físico. Un punto de convergencia entre el nervio óptico y el cerebro que provoca ceguera. Desde esta base de la naturaleza humana se construyen los errores culturales y las equivocaciones de las conductas e interpretaciones sobre la realidad de los seres humanos. En el error se está, al igual que en la ilusión. Su punto ciego es que la realidad se presenta a nuestros ojos y entendimientos como verdad. Sinceramente se cree y se vive una situación, una experiencia o un conocimiento como lo más indicado, correcto y defendible incluso ofreciendo la propia vida.

Ningún ser humano escapa a esta condición. De las equivocaciones se puede salir relativamente sin consecuencias y en poco tiempo (porque son detectadas de inmediato en tanto conductas e interpretaciones cotidianas), pero del error y de la ilusión ni se sale rápido ni se sale sin grandes repercusiones. En esta situación nos encontramos en este momento. Sometidos al juego de las seducciones y desconfianzas de las campañas electorales, nos pasan desapercibidas las señales iniciales de posibles cambios profundos.

No sería la primera vez. El sistema político del régimen revolucionario mandó señales de agotamiento desde, por lo menos, 1965, a través del fin del crecimiento económico sano de la economía, sin inflación, sostenido por quinquenios pues fue sustentado en la mano de obra barata campesina y la incorporación de tierras productivas.


Después vinieron las protestas de algunos grupos de las clases medias que fueron reprimidas, junto con otras protestas urbanas de trabajadores industriales, en un país de cultura rural y para alumnos de primaria. El error de los dirigentes consistió en no ver la transformación urbana del país, creer que ellos poseían la verdad sobre los comportamientos adecuados del pueblo y dentro de su idea de orden. Descalificar la realidad, esconderla, querer manejarla de manera caprichosa forma parte del autoengaño, de «la verdad» de quien se encuentra en ese error.

Primero fueron los ferrocarrileros y los médicos. Después fueron los estudiantes. Incomprendidas sus protestas y reprimidas con violencia sus legítimas reivindicaciones. Las mismas cegueras acompañadas con descalificaciones, la retórica de falsa aceptación a los que piensan diferente, condescendencia misericordiosa porque son jóvenes inexpertos e ignorantes y con idénticos los llamados a la unidad, al orden y al respeto de las instituciones. Finalmente la muerte de jóvenes y el fin de las ilusiones del cambio democrático legal y legítimo. Las reivindicaciones auténticas fueron sustituidas por las ofertas de «apertura política» de Luis Echeverría y su discurso de renovación revolucionaria, creado y sostenido por Porfirio Muñoz Ledo. Iniciaron los endeudamientos y déficits fiscales del gobierno, el despilfarro de los presupuestos y desequilibrios de las finanzas públicas, se pretendió seguir incorporando tierras a la agricultura con la ampliación de sus fronteras en zonas tropicales. Los países dominantes se abrían a la revolución conservadora disfrazada de liberal mientras en México se pretendía el regreso o reforzamiento del modelo cardenista.

El punto ciego, el error o la ilusión afectaron a muchos mexicanos. El más trágico y más doloroso el de Carlos Fuentes. Después de la masacre del Jueves de Corpus en contra de estudiantes, instigada por Luis Echeverría ya en la presidencia de la república, el famoso escritor, en entrevista exclusiva con Joaquín López Dóriga, declaró que la tragedia del 10 de junio de 1971 había sido una provocación orquestada por «fuerzas oscuras», por la peligrosa derecha para desprestigiar al régimen. Propuso como máxima de interpretación del inaceptable suceso, una disyuntiva estúpida y vergonzosa premisa: ¡Echeverría o el fascismo! El novelista e intelectual optó, por supuesto, por Luis Echeverría y sería recompensado con la embajada de México en París. Su decisión fue criticada, según reciente confesión personal, por Jorge Castañeda, en aquel entonces estudiante de la Sorbona. Renunciaría Carlos Fuentes a este privilegio cuando se nombrara embajador de México en España a Gustavo Díaz Ordaz.


Las clases medias se irían alejando del sistema paulatina pero decididamente. Sobre todo entre los universitarios se instalaría el resentimiento, la frustración y el radicalismo. No obstante la cooptación de una gran mayoría de estudiantes y clases medias durante los gobiernos de L. Echeverría y J. López Portillo, durante 12 años la crisis existencial de las clases medias, que perdieron su calidad de vida y regresaron a un nuevo proceso de proletarización, y sobre todo de los militantes y simpatizantes de la izquierda, estudiante, maestros intelectuales, fue convertida en radicalismo, desesperación, resentimiento y deseos de venganza. El desencuentro duró hasta votar masivamente en contra de Carlos Salinas de Gortari en 1988.

Con éste presidente, modernizador y populista, las clases medias regresarían brevemente sus apoyos al sistema. Los intelectuales más conspicuos de la izquierda fueron incorporados a la modernización salinista (Héctor Aguilar Camín y todo el grupo Nexos: Rolando Cordera, Arnaldo Córdova, los Pérez Gay, José Woldenberg y muchos más).

Votarían, miedosos, los «pequeños burgueses», por el candidato del sistema, en 1994. A partir de 1997 sus votos se dividirían entre varias fuerzas políticas para evitar otorgarle todo el poder a un solo partido. Muchos militantes de la izquierda lograron puestos políticos, fueron altos funcionarios e importantes burócratas. Llegó su momento de resarcir sus frustraciones. Dispusieron a su antojo de los presupuestos. Tomaron desquite en cada institución a donde llegaron y la hicieron suya. Sobre todo en los ayuntamientos y en las universidades, como en la UV.


Las clases medias se ilusionaron con la figura de Vicente Fox en el año 2000, para regresar a su escepticismo y desconfianza tan pronto como en las elecciones de 2003 y después en la presidencial de 2006. Así se han mantenido. Sin embargo, ya dieron señales de querer modificar esta situación. Primero, con las votaciones en los estados y la elección federal de 2009. Ahora, en esta presidencial de 2012, las encuestas sobre preferencias electorales parecen confirmar que las clases medias buscan un regreso a escenarios políticos ya conocidos (el vientre protector del pasado que les causa menos temores y más seguridades).

La imagen general sobre la pasividad electoral de la elección presidencial, su «aburrimiento» decretado así por las televisoras dueñas de la diversión y los espectáculos nacionales, ha sido perturbada por un hecho al parecer insignificante: las protestas de los estudiantes de la Universidad Iberoamericana en contra del candidato del PRI. La quietud y el sosiego de la campaña de Enrique Peña Nieto desaparecieron gracias a una pequeña variación en las conductas de sus escuchas en un foro-mitin. De inmediato el candidato y sus equipos de campaña, partidos que lo apoyan y seguidores descalificaron las conductas de los estudiantes a quienes trataron como porros, acarreados, ignorantes, desorientados y manipulados. La censura y la descalificación mayor corrieron por cuenta de las televisoras, radiodifusoras y cadenas nacionales de diarios. Locutores y reporteros quisieron minimizar las protestas e inclusive esconderlas como lo han hecho con todos los desfiguros y fallas de Peña Nieto. TV Azteca y TELEVISA actuaron de nuevo como «soldados del PRI».

A los estudiantes de la Iberoamericana, ahora se han sumado más estudiantes de otras universidades privadas y han realizado manifestaciones. Todos han brindado su apoyo a los jóvenes que fueron golpeados y detenidos en Córdoba, durante la visita de Peña Nieto a Veracruz. En la Universidad de Nuevo León surgió otra protesta por la forma en que maestros y estudiantes han sido reclutados como posibles votantes del candidato del PRI. Mientras, en Michoacán, los estudiantes enfrentaron represiones por causas que denotan problemas viejos y de otro orden que no han podido ser resueltos a causa del subdesarrollo de aquel estado. En Monterrey, los estudiantes y maestros de una universidad privada sufrieron un asalto armado en sus propias instalaciones, agresión que ya habían conocido dos estudiantes del Tecnológico de Monterrey con lamentables consecuencias.


Si contextualizamos estos hechos en el pasado reciente, podremos constatar que esas clases medias vienen protestando desde hace años sin que hayan obtenido respuestas satisfactorias a sus demandas. Recordemos las marchas impresionantes en contra de la inseguridad que tuvieron por escenario varias ciudades del país y centralmente a la ciudad de México y las descalificaciones que les prodigó AMLO. Con todo, resulta aventurado, en este momento, hablar de una «rebelión de las nuevas clases medias» o de una «primavera mexicana». Pero las condiciones están dadas. No existe el clima de desesperación, locura disidente y grupos de protesta ideologizados de los años setentas del siglo pasado. Sin embargo, el miedo, la inseguridad, el desánimo por el desempleo, los bajos salarios, la violencia y las actitudes de los políticos han generado nuevas fuentes de frustración y desesperanza entre los jóvenes y en general en las clases medias.

Las protestas en contra del candidato Peña Nieto pueden crecer hasta convertirse en una protesta anti-sistema. Las evidencias alcanzan para testimoniar una desviación de las conductas pasivas e indiferentes de algunos grupos de electores en esta campaña, así como de reacciones «del sistema» inadecuadas. El punto ciego de las élites mexicanas ha creado una respuesta similar y diferente, al mismo tiempo, a la incomprensión de los reclamos juveniles de 1968 y 1971. Lo similar radica en el acto reflejo autoritario de los dirigentes del PRI/PVEM y de las televisoras. Es diferente porque la represión no es la acción violenta del gobierno federal, sino que es escondida tras la manipulación informativa de las televisoras, las mismas que decretaron «el aburrimiento de la campaña presidencial». Ojala estemos frente a una equivocación y no de un error. TELEVISA busca ahora, en su noticiero estelar, reivindicar su imagen ofreciendo a los grupos que protestan en contra suya la primera nota con su manipulador oficial.

Les ofrecen a los estudiantes diálogo y fama televisiva, no un cambio en el manejo de las campañas neutral y con información.


Es tiempo de escuchar estas voces disidentes que claman por un profundo cambio, entender su hartazgo, reconocer el nefasto papel de los medios de comunicación en esta elección. La singularidad de estas protestas es que nunca, en la breve historia de nuestra democracia, habían existido manifestaciones en contra de un candidato a la presidencia. Otro dato relevante es que las protestas son de las clases medias altas, con los estudiantes como actores principales. Resulta sumamente significativo que la protesta se realice en el entorno de las industrias más modernas y con mayor futuro del país: el sector de las telecomunicaciones, del Internet, la telefonía y los medios de comunicación. Aquí se inscribe también el ataque de la Cámara Industrial de la Radio y la Televisión en contra de Carmen Aristégui y otros a Purificación Carpinteyro. Por eso las protestas modernas trascendentes ya no son de campesinos y obreros. Es el México del futuro el que está tocando las puertas. Abrámoslas en términos democráticos. Por el bien de todos.