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Columnas y artículos de opinión
Descarrilamiento electoral
Angel Lara Platas
22 de mayo de 2012
alcalorpolitico.com
La ofensiva verbal de las voces azules, rojas o amarillas, está pasando de las palabras a las manos, y eso es muy peligroso. Las bocas se están abriendo solas, sin control, y los puños parecen listos para asestarlos a los contrarios.

Las cosas están subiendo de tono. La caldera se está calentando demasiado. Echarle agua al aceite hirviendo puede provocar quemaduras de tercer grado.

Cualquiera, así mire de soslayo los asuntos electorales, puede advertir que los niveles de agresividad en la competencia por el puesto más grande del país, de continuar creciendo podrían descarrilar el proceso electoral.


Mientras existan competidores aferrados a la repugnante estrategia de ganar a cualquier costo, el país estará al borde del síncope social.

En lugar de atemperar los ánimos de los mexicanos, hay políticos que irresponsablemente insisten en meter –forzadamente- la contienda electoral a las galerías subterráneas de la política.

Grave que personajes falsificados hayan aceptado la tenebrosa encomienda de diseñar las campañas negras, cuyo límite es la imaginación misma.


Lamentable que las redes sociales se utilicen para enviar historias cruentas de los aspirantes a la silla del águila, en lugar de hablar en positivo de los problemas nacionales.

Y por si no fuera suficiente, los que hacen los discursos -como contratados a destajo-, los están escribiendo más emotivos pero más inflamados de coraje, de odio y altamente insultantes. Lugar aparte merecen las estériles letanías y las denostaciones nauseabundas, en voz de protagonistas movidos por sus demonios.
Los que no se miden son algunos atrevidos que andan diciendo que la PGR quisiera registrar representantes ante el IFE… ¡y con voz y voto!.

Nerviosismo, desesperación, nostalgia y denuesto, son la constante que prevalece en el ambiente de las campañas. Unos, adelantando la nostálgica melancolía que otorga el poder omnímodo; otros, deseando se modifique el refrán para que “la vencida” sea en la segunda y no a la tercera; otros más, preocupados por encontrar un refugio blindado que los proteja de la metralla acusatoria.


El cuarto equipo -el más relajado, el que de veras disfruta la campaña-, también está muy ocupado… pero en encontrarle la Quadritura al círculo de la política.

Sin embargo, hay un elemento que es conveniente observar de cerca: la marcha de los estudiantes de la Ibero -y las posteriores réplicas-, efectuadas hace pocos días.

Esta inusual decisión de alumnos generada en una universidad privada, no debe soslayarse.


Gobiernos y partidos deben redimensionar estas nuevas formas de expresión social, a fin de prever alguna chispa que incendie los pastizales políticos.

Esa caminata de los dos grupos de universitarios, cuyo destino final primero fueron las instalaciones de una televisora, debe verse con lupa. Puede tratarse de la punta del Iceberg de un problema recóndito, cuyos efectos pudieran depositarse en la urna electoral.

De cualquier manera, no estaría nada mal que este asunto reúna a los meros-meros de los cuarteles de los candidatos, para dialogar la posibilidad de incluir urgentemente los temas juveniles en las agendas proselitistas.


La presente contienda electoral ni duda cabe que es atípica. Lo delicado son los matices que está adquiriendo el fragor de las campañas.

Una de las particularidades que la hace diferente a las anteriores del México moderno, es el empeño de derribar al contrario pero utilizando cualquier medio a su alcance, sin medir las consecuencias; hasta el extremo de marcar con hierro candente la frente del contrario.

La agresividad -nunca antes observada-, está pasando a los golpes. La violencia es ya un tema recurrente en los mítines y grandes concentraciones. Las acusaciones son mutuas: unos acusan a los otros de intolerantes, y estos a aquellos de provocadores.


Lo que sea, pero ya ha habido casos de auténticos zafarranchos.

Mientras tanto, la figura agigantada del árbitro electoral pareciera empequeñecerse. Los partidos políticos publicitan ofensas, denostaciones y todo aquello que abona la guerra sucia, y el IFE -más preocupado por inculpar al que coció el vestido de la edecán, por no aplicar toda la tela-, permanece en la fila de los espectadores, al margen de lo que ocurre a su alrededor.

Otras figuras que también participan como protagonistas en la misma película, - sin tener la intención- también contribuyen al enrarecimiento del clima electoral, son los empresarios encuestólogos.


Si bien es cierto que se trata de particulares que venden –y muy bien- sus servicios, y que hasta ahí pudiera quedar su responsabilidad, es muy necesario -por la polémica nacional que desatan los resultados de sus sondeos-; que contraigan la responsabilidad de ofrecer explicaciones más detalladas sobre la operación y la interpretación de los resultados, para dispersar dudas.

Hablan mucho, pero todavía en sus charlas se ve que el producto final es la satisfacción del cliente, y este, no necesariamente es el votante.

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