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Columnas y artículos de opinión
Kairós
2012: ¿última elección del siglo XX?
Francisco Montfort Guillén
23 de mayo de 2012
alcalorpolitico.com
Para Gamaliel y Dora.
Ellos saben por qué.

Ni cómo ayudarnos. Nos consumimos en el desengaño. Como no aceptamos nuestra participación en las equivocaciones, nos refugiamos en la «Jaula de la Melancolía»: Roger Bartra explica ahora que el «Retorno de los Brujos» al poder presidencial se debe, principalmente, a los torpes enfrentamientos (agregaría, suicidas) entre el PAN y el PRD. Más allá de las preferencias y decisiones de los electores para la «sucesión presidencial», pienso que esta elección del desencanto evidencia que el país vive un problema profundamente peligroso para su futuro.

Por sus intereses (y visiones del mundo) plutocráticos y oligárquicos, los ahora llamados «poderes fácticos» encabezados por TELEVISA y por otras televisoras, medios de comunicación y nuevas telecomunicaciones han determinado que estas elecciones son aburridas, faltas de interés ciudadano, intrascendentes para el futuro de México.

Ocultan a los actores políticos, los devalúan, los menosprecian. El Tribunal Inquisidor de Tercer Grado, apoyado también por el Grupo Milenio, lidera la imposición de la idea y la percepción de un ganador anticipadamente designado, incuestionable, imbatible. Nos han querido regresar a la «sucesión presidencial» escamoteándonos la «elección presidencial».


Para la sociedad mexicana esta situación debiera ser inaceptable. El Estado democrático es el actor central tanto del tradicional depósito del poder, con su pragmatismo y fuerza coercitiva y legal suprema, como de la nueva función de «cerebro potenciado» de la sociedad que domina y libera al mismo tiempo. El nuevo Estado es eficaz y exitoso menos por su tamaño, grande o pequeño, intervencionista o gran propietario y más por ser una organización pública competitiva, eficaz e innovadora que diseña y guía el futuro de una nación. El Estado mexicano sigue siendo, a pesar de las reformas de los últimos dos decenios, una estructura pensada más para controlar y reprimir que para proteger y liberar el potencial de los mexicanos.

Las campañas electorales que vivimos nos muestran que las élites nacionales han sido incapaces de asir, pensar, hacer suyo y encarnar el espíritu de las mutaciones de nuestro tiempo. Sobre todo las élites políticas evidencian que no son contemporáneas del cambio cultural y la innovación tecno-científica. Las campañas electorales de 2012 son la expresión política de las inercias del «régimen del resultado pre-establecido» y del «adormecimiento de las masas», es decir, del Viejo Régimen. El sistema sigue dominado por la «vieja guardia» refractaria a las nuevas ideas. La cara más joven y la cara más vieja en estas elecciones son los rostros de una misma moneda: el peso acuñado por el régimen que buscó abandonar el siglo XIX y se atoró en el singular modelo colonial-fascista de gobierno hasta hoy vigente. Esos rostros representan las instituciones y prácticas políticas más caducas. Por elegancia, resulta decoroso, además, no hacer referencia del mozo de Elba Esther.

El mundo cambió sin que buena parte de las actuales élites nacionales (que nunca se cubrirán de gloria) se diera cuenta. Sus visiones son tan provincianas como sus conductas, ambas sostenidas por la acumulación de privilegios: son tan obsoletas como su ética, alejadas ambas del primer capitalismo weberiano de los anglosajones, como del nuevo capitalismo asiático-despótico, y drukeriano, de los nuevos samuráis. Quien crea que estas afirmaciones son una exageración debe leer las intervenciones de los candidatos presidenciales en la reciente convención de la Asociación Mexicana de Bancos. La crítica de Felipe González, el andaluz del éxito español, se queda corta.


El texto de Enrique Peña Nieto es de vergüenza ajena, expresado mediante un lenguaje tan pobre como raquíticas son sus ideas. La cara vieja del sistema fue igual de mala, no por ser de izquierda, sino por su desactualización. De los otros candidatos también es imposible expresar elogios.

Las campañas políticas de la inercia nacional-revolucionaria están fincadas en denostar al adversario, en presentar como negativas las propuestas del otro, en lugar de hacer un esfuerzo para proponer positivamente una visión personal y diferente del presente y futuro de México. La polarización es permanente. Lo que en unos es propuesto como un ideal, en los otros se convierte en utopía reprobable. Sus propuestas carecen de un horizonte deseable porque son presentadas como ocurrencias. Les falta el sustento teórico y el contexto histórico para que sus decires tengan sentido, coherencia y racionalidad. Todos se expresan rutinariamente, como si leyeran un manual de procedimientos electorales y aún los discursos mejor articulados, el de JVM y el AMLO, están por debajo de la exigencia mínima que haga aparecer la grandeza de miras, el ideal motivacional, el deseo utópico que debemos convertir en realidad.

Falta debate, falta humor, faltan ideales, faltan esperanzas, y sobre todo, hacen falta en estas campañas las pasiones de la alegría, de la felicidad, esos sentimientos que llegan a ser políticos porque encarnan los sentires de la ciudadanía en sus luchas por ser mejor y más feliz (Michel Onfray). Nos sobran en cambio las descalificaciones, los odios, las vergüenzas, los dolores, las desesperanzas, las frustraciones, las humillaciones, las venganzas, las cóleras, las crueldades, el desprecio por los votantes, los electores, los ciudadanos(Ibíd). Los candidatos buscan hablarles a proletarios y empresarios que están en extinción, a clases medias de un régimen que rápidamente se esfuma. El nuevo capitalismo está ausente en las propuestas de los candidatos: las condiciones y mecanismos para multiplicar la competitividad y la productividad; la manera de lograr a la brevedad la producción en masa tanto de seres humanos con habilidades y conocimientos de alta calidad, como de conocimientos de vanguardia; las posibilidades y costos de impulsar las nuevas formas de organización empresarial/laboral de un sistema de producción, comercialización y financiamiento sustentado en la destrucción creativa de riquezas y de empleos gracias a las tecnologías de punta, con un sector de servicios sofisticados en todos los aspectos de la vida laboral, diversión, descanso y bienestar que exige nuevos recursos humanos con preparación académica de alto nivel.


Vivimos ya en otra era. Las naciones más avanzadas iniciaron hace años una nueva etapa civilizatoria sin que nuestras élites se percaten y asuman la metamorfosis del mundo. Las viejas morales, creencias y conductas cierran sus barrotes para que la nueva civilización no tenga cabida en México. Por esa razón rechazan las conductas y exigencias de los jóvenes universitarios. Los beneficiarios de los monopolios y duopolios públicos y privados, empresariales y sindicales propios del viejo capitalismo mexicano de los «compinches», extractor de rentas se aferran en mantener sus privilegios. En la era de los grupúsculos insurreccionales, de las grandes mayorías virtuales, de la comunidades flotantes, de los Grupos Invisibles que a diario desfilan entre computadoras y teléfonos celulares, y otros aparatos más sofisticados, que han dejado de ser meros artículos de consumo e instrumentos de comunicación para convertirse en los vehículos que sostienen nuevas formas de habitar el espacio y definir el tiempo, nuevas relaciones laborales y amistosas, y que han hecho de la invisibilidad de las masas y sus emociones la nueva presencia política (Michel Serrés), los partidos políticos mexicanos y los candidatos emplean un lenguaje de lengua de trapo, propio del siglo XX, realizan reuniones de falsa e hipócrita comunidad pública entre individuos interesados en sus ganancias, e individuos acarreados sin convicciones políticas, gastando fortunas inmensas de recursos públicos.

El anonimato que envuelve a los nuevos grupos difusos, flotantes, prismas biodegradables de la realidad física que se reconfiguran en la realidad como invisibles ciudadanos, permite que sus opiniones auténticas no aparezcan en las encuestas de opinión pública, que su presencia física esté alejada de los mítines y foros tradicionales que reúnen a otras personas para otros fines: obtener regalos, dádivas, obsequios que si bien los humillan al condicionar sus votos, también les resuelven pequeñas carencias. Estos últimos pueden ayudar a los candidatos y partidos a obtener triunfos electorales, pero nunca obtendrán de ellos las voluntades y capacidades para transformar un mundo que ya los ha hecho prescindibles.

La primera manifestación visible del mundo que no ven las instituciones obsoletas y las campañas de la inercia, la visibilidad de los nuevos grupos invisibles, movedizos y en permanente reconfiguración, estalló en la Universidad Iberoamericana. Sus protestas en contra del candidato de la obsolescencia inercial con rostro moderno, pronto se transformarán en el rostro del repudio a un sistema de viejas ideas, de caducas formas de representación del mundo e inadecuadas conductas para entrar en la era de la transformación cultural de este siglo. De cualquier manera, y sin considerar quien pueda ser el triunfador en la contienda, la presente no ha sido ni será la primera elección en México de la metamorfosis civilizatoria del siglo XXI. Lo más grave es que, dependiendo del triunfador, la entrada del país a la nueva civilización puede ser cancelada de manera definitiva en lo que resta del siglo.