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Columnas y artículos de opinión
Tierra de Babel
Elenísima
Jorge Arturo Rodríguez
26 de mayo de 2012
alcalorpolitico.com
Querida Elena: Has cumplido ochenta años y la verdad te ves tan niña, tan princesa, tan llena de vida, quizás porque bien sabes que no debes hacer lo que ese grandioso escritor sarcástico, irónico pero nunca burlón, Mark Twain, dijo: “Al cumplir los setenta años me he impuesto la siguiente regla de vida: No fumar mientras duermo, no dejar de fumar mientras estoy despierto, y no fumar más de un solo tabaco a la vez”.

Ay, mi Elena, mi Elenísima –escribo “mi” porque quien te lee sencillamente ya le perteneces, como perteneces a todos tus lectores; digo, entonces, mi Elenísima, tanta prisa tenemos por hacer, escribir y dejar oír nuestra voz en el silencio de la eternidad, que olvidamos lo único realmente importante: vivir, dijera Robert Louis Stevenson. Y sí, a menudo se nos olvida. Pero no a ti, mi Elenísima. Tú conjugas el hacer, escribir, oír, sentir y muchas cosas más con el vivir. Es más: vives. Y eso pocos lo logran. Vives para los demás y vives para ti. Vives en este mundo y en este país al que tanto amas. Vives y viviste ese pasado tan lleno de todo y del cual me entero y me deleito en tus libros y en tus entrevistas.

Querida Elenísima: Cierto, vives y "hoy en día parece que México es un país al que todo le duele, enfermo de corrupción, infectado de violencia, pero si uno escucha a su corazón escucha un latido tan enérgico, que lo hace temblar: el de sus jóvenes".


Cierto, mi Elenísima, "pensar en 1968 es rendirle tributo a un movimiento que cambió la vida de México. El régimen mostró lo peor de sí y los jóvenes lo mejor... Gracias a los muchachos de ayer, hoy somos más fuertes y le quitamos algo de impunidad al poder”.

Ya lo dijo también el padre Alejandro Solalinde Guerra, que “estamos en un proceso de descomposición, no quiero estar encerrado, tengo un gran dolor por México, me preocupa la corrupción, la violencia, un sistema podrido, unos funcionarios tan corrompidos”.

Vives, mi Elenísima, y a tus ochenta años cumplidos el pasado 19 de mayo, acaso recuerdes y cantes, con labios trémulos, ese lindo tango: “Volver,/ con la frente marchita,/ las nieves del tiempo/ platearon mi sien./ Sentir, que es un soplo la vida,/ que veinte años no es nada,/ que febril la mirada/ errante en las sombras/ te busca y te nombra./ Vivir,/ con el alma aferrada/ a un dulce recuerdo,/ que lloro otra vez”.


Y sí, no son veinte, son ochenta años, mi Elena Poniatowksa. Cuando te preguntaron “¿Qué deseos pide en su 80 aniversario de vida?”, tú respondiste, serena y sonriente: “Que gane Andrés Manuel López Obrador, que a mis hijos les vaya muy bien, que mis nietos sean lo más felices posible, que al país le vaya muy bien, que salgamos de este túnel de violencia en el que hemos vivido y que toda la gente se vaya a dormir cuando haya comido más o menos lo mismo. Que no haya un abismo entre una clase social y otro en México”.

Lindo sueño el que sueñas y nos compartes, mi Elenísima: “…que salgamos de este túnel de violencia en el que hemos vivido y que toda la gente se vaya a dormir cuando haya comido más o menos lo mismo. Que no haya un abismo entre una clase social y otro en México”. Y creo, contigo, que sí es posible, sobre todo si todos luchamos para que sea posible.

Tengo una foto en la que aparezco al lado tuyo, sonriente tú, a punto de darme un autógrafo en el libro Tinísima, emocionado yo, en ese libro que ahora es mío, como eres mía por la lectura que me hace verte y ver a los demás.


Mi querida Elenísima te abrazo fuertemente, desesperadamente por encima del océano que nos separa. Tu Arturo.

(Perdonad que haya echado a perder el final de tu cuento tan delicioso: “Querido Diego, te abraza Quiela”.).

Hasta la próxima


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