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Columnas y artículos de opinión
Prosa Aprisa
¿Funcionarios pachecos o pericos?
Arturo Reyes Isidoro
29 de mayo de 2012
alcalorpolitico.com
Que por aquello de las recanijas dudas, adicional a la medida anunciada ayer por el gobernador Javier Duarte de Ochoa para checar que no haya ningún colaborador suyo pacheco o perico, también se les prohibirá que en sus oficinas o durante sus viajes de trabajo consuman Sabritas, pues que por algo los Templarios incendiaron vehículos y bodegas llenos de esos productos en Michoacán y en Guanajuato; que quien lo haga, en automático pasará a calidad de sospechoso. Que también se está pensando prohibirles que consuman coca, más bien que tomen coca cola, pues siempre se ha dicho que es una droga y más vale prevenir.
 
¡Chin! La verdad, ahora sí que me dejó de a seis el gober con su decreto de ayer mediante el cual ordena que todos los servidores públicos de confianza deberán someterse a exámenes toxicológicos “para garantizar que su desempeño público no se vea afectado o influenciado por el consumo de drogas o sustancias prohibidas por la ley”.
 
Por supuesto, no tengo ninguna duda que está lleno de la mejor intención, pero me han quedado muchas dudas. Una de ellas, ¿por qué en este momento y no cuando se inició la administración? Otra, ¿es que hay la sospecha de que alguno o algunos se la andan tronando requetefeo y por eso los van a checar? La tercera, ¿es que no se tiene plena confianza en quienes se contrató para formar parte del gobierno? Otra más, ¿es que alguien pasó el “norte” de que la DEA está investigando a algún colaborador por adicto y presunta vinculación con los malosos y mejor se van a adelantar para no quedar en evidencia? La quinta, ¿es que se pretende beneficiar económicamente a alguien?, pues el boletín dice claramente que la Secretaría de Salud contratará un laboratorio y son un montón los ahora obligados al chequeo.
 
Ayer por más que le di vueltas al asunto no pude entender a qué viene la medida, pero, además, con todo respeto para el gobernador, no me imagino, no me cabe en la cabezota que un día cualquiera, el menos pensado, nos enteremos que, ¿quién? (póngale usted el nombre del funcionario que más guste), haya dado positivo y esté en el Centro de Rehabilitación para Adicciones de la carretera El Chico Chavarillo o en Océanica, y pasado determinado tiempo se nos anuncie que se le reincorpora a la administración, pues en el boletín de prensa se precisa muy bien que si resulta pacheco o perico podrá ser separado de su cargo en forma definitiva o temporalmente, con lo que se da a entender que tendría la oportunidad de regresar.
 
Oficialmente se nos dice que el decreto es para garantizar que el desempeño del servidor público no se vea afectado o influenciado por el consumo de drogas o sustancias prohibidas por la ley. Bien, pero entonces tampoco entiendo por qué el 4 de julio del año pasado, pronto hará un año, entre los 16 organismos públicos descentralizados que eliminó el gobierno estatal como parte de su Programa de Reorganización Administrativa para reducir el gasto público, se desapareció el Centro Estatal contra las Adicciones, que ahora se podría encargar de la nueva tarea.
 
Ahora sí, yo tampoco metería la mano por nadie, pero creo que hubiera sido mejor un decreto para proceder sin ninguna contemplación contra todo servidor público adicto al alcohol, pues que yo sepa, en la administración pública estatal hay varios funcionarios de diversos niveles que han caído en el alcoholismo, pedotes como se dice comúnmente, que sé que al día siguiente cuando llegan a sus oficinas bien crudos, por lo mal que van tratan con la punta del pie a sus empleados y ya no se diga a las personas que van a tratar algún asunto.
 
En fin, hay que esperar resultados, a ver si en el seno de organismos autónomos y en los ayuntamientos se secunda la medida, como pide el titular del Ejecutivo, pero, de todos modos, el borrachito de mi pueblo, si lo obligaran a alguna medida por la mera sospecha de algo, diría la duda ofende. Y a ver si no ahora cada que llegue un secretario, un subsecretario, un director o algún otro funcionario de gobierno a su casa hasta su esposa lo ve con cara de sospecha.
 
Y una última pregunta: ¿no se estará cometiendo un error propiciando sospechas sobre los funcionarios, sobre algo o alguien que el ciudadano ni había pensando?
 
El tema da para comentar que precisamente el domingo se publicó en el diario ABC de España que en su juventud, el ahora presidente Barack Obama se las tronaba de a feo. Se recuerda que él mismo nunca ha negado que fumaba “porros”, como le dicen en España, cigarros con la yerba, pero lo que se sabe ahora es que lo hacía con pasión, según una nueva biografía que aparecerá el próximo mes, un libro titulado Barack Obama: The Story, del periodista David Maraniss.
 
Según el adelanto que se hace, en su etapa de estudiante de secundaria en Hawai y en Los Ángeles, Obama tenía un grupo de amigos que se hacían llamar “Choom Gang”, que “choom” es una manera de referirse a la mariguana. “No es que Barry, como se le conocía familiarmente a Obama, se dejara llevar por los otros, sino que lideraba los experimentos con marihuana, según el libro. Así, puso de moda lo que él llamaba la ‘TA’ (Total Absorption). Se trataba de fumar dentro de un coche con las ventajas bajadas (cerradas) para poder seguir luego aspirando el humo una vez terminados los porros y aprovechar así doblemente la sustancia. Además, Obama fumaba caladas de porros de los demás al grito de ‘interceptado’”. Pero cuando llegó a la universidad, dejó la yerba y empezó a vivir “como monje”. ¿Cómo la ven?
 
Barre parejo Sicilia
 
Sí, barrió parejo, y duro, ayer el poeta Javier Sicilia con los cuatro candidatos presidenciales al reunirse éstos con el grupo de víctimas Movimiento por la Paz. “¿Cómo piensa darle vida a una democracia que su partido nos ha arrancado?... Usted no vibra con las víctimas, hace un discurso frío, muy parecido al viejo PRI. Eso me aterra, nos aterra a todos. Tampoco le oí una mención a todos los delincuentes de su partido, los queremos ver fuera del universo político y a otros los queremos ver en las cárceles”, le dijo a Enrique Peña Nieto. “Dice que en su partido hay gente muy decente, pero te recuerdo a Marco Antonio Adame, que es un imbécil, a Molinar Horcasitas, ese Herodes que sigue impune”, le sorrajó a Josefina Vázquez Mota. “Para muchos usted significa la confrontación, la intolerancia, el mesianismo, la incapacidad de autocrítica y la revancha sin matices”, le asestó a Andrés Manuel López Obrador. “Está bien todo lo que dices, pero lo que hay detrás de tu candidatura es la corrupción”, le reviró a Gabriel Quadri, en clara alusión a que su postulación se la debe a Elba Esther Gordillo. “Ni para ustedes ni para sus partidos existen los casi 60 mil muertos, los más de 20 mil desaparecidos, los cientos de miles de desplazados, heridos y perseguidos, y las decenas de miles de viudas y huérfanos que esta imbécil guerra contra las drogas nos está costando y cuyo número aumenta día con día”.
 
La suya fue la voz de un padre que perdió a su hijo víctima de la violencia a causa de la delincuencia organizada. La suya, sin duda, refleja la de los padres de las 60 mil víctimas que van en los seis años de desgobierno a Felipe Calderón Hinojosa. No le faltó razón.