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Columnas y artículos de opinión
Al Pie de la Letra
El 10, clave
Raymundo Jiménez
6 de junio de 2012
alcalorpolitico.com
El próximo domingo 10 se realizará el segundo debate organizado por el Instituto Federal Electoral (IFE) entre los cuatro candidatos presidenciales.

Y no son pocos los analistas políticos que presuponen que este última confrontación cara a cara entre los aspirantes a la Presidencia de la República podría ser definitoria en las tendencias electorales: bien para consolidar la ventaja del puntero Enrique Peña Nieto, del PRI-PVEM, o para perfilar en el segundo sitio a Andrés Manuel López Obrador, del Movimiento Progresista (PRD-PT-MC), quien ha comenzado a despegarse de la abanderada del PAN, Josefina Vázquez Mota, la cual, en la última encuesta mensual del diario capitalino “Reforma”, que hasta ahora es la más favorable a AMLO, se ubica a 11 puntos de distancia (34 contra 23%) del perredista.

Se supone, entonces, que Vázquez Mota irá al debate dominical con la espada desenvainada no sólo en contra de Peña, como lo hizo en el primer encuentro el pasado 6 de mayo, sino que seguramente ahora enfocará también sus baterías en contra de López Obrador, quien en las últimas tres semanas la desplazó en las encuestas no por la trillada y parsimoniosa participación como debatiente del tabasqueño sino por el inesperado aluvión antipriista del movimiento estudiantil surgido hace tres semanas en la Universidad Iberoamericana de la ciudad de México y expandido a otros centros de educación superior públicos y privados del país.


Para la ex secretaria de Desarrollo Social y ex titular de la SEP, el debate del próximo domingo será crucial para su candidatura presidencial. De su atinado desenvolvimiento dependerá que sus aspiraciones para suceder a su correligionario Felipe Calderón se mantengan vivas o de plano se desfonden, lo que en diferentes casos podrían favorecer o perjudicar a los otros dos contendientes punteros.

Por ejemplo, si Vázquez Mota repuntara tras vencer claramente a sus contrincantes en el debate, en los siguientes 17 días de campaña efectivos la panista tendría que aplicarse para desbancar primero a López Obrador del segundo sitio en las preferencias electorales, y así poder jalar a los millones de votantes indecisos que en su mayoría están abiertamente en contra de Peña y del PRI, aunque también existe un buen número de electores todavía indefinidos que ya no confían en el PAN pero tampoco creen en el candidato del Movimiento Progresista.

El ex jefe de gobierno del Distrito Federal se ha entusiasmado con las encuestas que lo ubican a sólo 4 puntos de Peña Nieto. Pero todavía no es hora de echar cohetes y menos de levantar varas.


Una encuesta es una fotografía en la que depende cómo aparece parado el principal interesado para decir que es fantástica o terrible. Y una fotografía es, eso, la estampa de un momento aprisionado, no el anticipo de un futuro concedido. Si López Obrador cree que por estar cerca ya está arriba, y si Peña presupone que por estar arriba ya ganó, de muy difícil digestión será el resultado del 1 de julio próximo.

El tabasqueño afronta el desafío de correr con pies de plomo, mientras que el ex gobernador mexiquense parece haber abandonado la idea de administrar una ventaja y ha relanzado su campaña con el manifiesto apoyo del ex presidente Vicente Fox y la adhesión de ex líderes nacionales del PAN y PRD.

Están por venir días interesantes como pocos, pero también difíciles y peligrosos. En el trecho que falta hay estaciones de parada establecidas pero también insospechadas. Y es que si en cuestión de días la decidida movilización de los universitarios le dio un vuelco impresionante al tedioso proceso electoral, en los 25 días que faltan para el primer domingo de julio cualquier cosa podría volver a sacudirlo de nuevo.


Aun cuando faltan menos de cuatro semanas para estar frente a las urnas, son varias las estaciones de parada obligadas. Una de ellas será el último debate a efectuarse este domingo 10 en Guadalajara. Existe expectación acerca del arsenal del que echarán mano los candidatos, pues cualquier error de cálculo repercutirá en las preferencias electorales.

Pero están también los cierres de campaña, donde los candidatos con mayores posibilidades en la competencia tendrán que hacer el sprint final para, según sea el caso, conservar o mejorar la posición que guardan, mostrando el alma y el músculo de sus seguidores y cuidando que el armado de esa escenografía no se traduzca en el cliché del acarreo que, en vez de animar, desfonda a los candidatos.

Sin embargo, a la par de esas dos estaciones de parada está también la relacionada con el ajuste final de la maquinaria de los representantes de los partidos en las casillas que, sin revestir espectacularidad, es fundamental en la jornada electoral para conjurar la conclusión de la coacción y la compra del voto. Al lado de ella hay otra no menos importante: la del ejército encargado de llevar votantes a las urnas. Este capítulo es clave, pues ahí es donde, más allá de multitudes en plazas y calles, se cifra la posibilidad o no de alzarse con el triunfo. Y es que lo que finalmente define una elección no son los millones de simpatizantes congregados y movilizados durante la campaña sino los votos emitidos y contados el mero día de los comicios.


Este punto será determinante para la calidad del proceso electoral, pues de ello dependerá la legitimidad de quien se alce con la victoria y el nivel de la dificultad postelectoral.

De Peña y de Vázquez Mota no hay duda de que si el resultado de los comicios les fuera desfavorable, acatarán sin descalificación ni berrinches la voluntad del electorado.

Pero… ¿lo aceptaría de la misma manera López Obrador, quien ayer comenzó a ser bombardeado con spots por el PAN y PRI, por lo que el tabasqueño acusó que buscan reeditar la campaña negra de 2006 y preparar un nuevo fraude electoral en su contra?


Sin embargo, el priista Peña Nieto también ha sido blanco de ataques desde el inicio de las campañas que le han costado un descenso en las tendencias electorales. Pero en vez de quejarse, el mexiquense y su equipo las han procurado rebatir y contrarrestar.

El país está en un punto de quiebre y esta circunstancia coloca a México y a quienes aspiran a gobernarlo ante una gran oportunidad o un enorme problema. Se está en un momento tan interesante como peligroso que debería replantear la relación de los candidatos con los electores.

Y es que, por ejemplo, en algunos sectores productivos ha generado temor la reciente presión ejercida sobre el peso mexicano –que hace unos días disparó la paridad frente al dólar– y la amenaza de una inminente fuga de capitales ante un probable escenario de incertidumbre electoral.