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Columnas y artículos de opinión
Diario de un reportero
No hay enemigos
Miguel Molina
14 de junio de 2012
alcalorpolitico.com
Porfirio Muñoz Ledo encendió un Benson y cruzamos la avenida San Antonio, en el centro de El Paso. "En política no hay enemigos sino adversarios", me dijo esa mañana de hace veintitantos años.

Muñoz Ledo me había pedido que lo acompañara a comprar una camisa, y yo aproveché para preguntarle qué opinaba del encuentro de Cuauhtémoc Cárdenas con Carlos Salinas poco después de las elecciones de 1988. No recuerdo qué más dijo - ni viene al caso -, y estoy seguro de que no encontramos la camisa que buscaba...

Recordé ahora lo que me dijo entonces mientras veía en Facebook cómo andan los amigos distantes, qué han hecho, dónde andan, qué piensan, qué dicen. A la mayoría le va bien, y se preocupa por la familia, la casa, el trabajo, la comida y el equipo de futbol, las cosas de siempre. Pero algunos de estos amigosya no saben dónde empieza y dónde termina el mundo.


Al principio no les dí importancia. Ponían una caricatura aquí, un video allá, un artículo o una columna más allá, hasta que llegó el miércoles en que las veinte primeras cosas que leí eran insultos y chistes de mal gusto sobre los candidatos presidenciales.

Uno dirá que no vale la pena enojarse por eso. Pero la andanada de lodo preocupa porque confirma que algo anda mal entre nosotros. Los niveles de odio y de violencia contra quienes deberían ser adversarios han llegado hasta el extremo de que alguien se pregunte dónde anda el hombre que asesinó al candidato presidencial Luis Donaldo Colosio. Eso no debe ser.

En alguna parte de su discurso sobre la moral y el poder, el Adriano de Marguerite Yourcenar explica que la moral es una convención pública y la decencia es una virtud privada. Y la pequeña muestra de la pequeña esquina que ocupo en las redes sociales me dice - como el clásico - que moral, en la política mexicana, es un árbol que da moras. No sé qué pensar de la decencia de quienes ponen tales cosas.


Parte del problema se explica porque las personas toman decisiones morales (es decir, de comportamiento público) con base en intuiciones y no en hechos, como explica Jonathan Haidt en The Righteous Mind, un libro que no he llegado a leer: alguien piensa que algo es cierto o es bueno y organiza sus opiniones y sus decisiones en torno a esa idea, aunque no tenga ninguna base.

Pero la gran mayoría de esas ideas y de esas decisiones poco tiene que ver con el país que uno quiere. Viéndolo bien, el escándalo no ha permitido que se escuchen las voces que proponen un proyecto de nación, o no ha dejado que se escuchen con claridad. Lo que uno percibe es odio, ignorancia, enemistad, falta de respeto, intolerancia.

Si las cosas no cambian (y no veo por qué vayan a cambiar en los pocos días que faltan para las elecciones ni vayan a cambiar después de las elecciones), el próximo presidente va a recibir un país más dividido que el que le entregaron a Felipe Calderón. Eso tampoco puede ser bueno.


Uno puede terminar preguntándose valió la pena elegir un presidente para que México termine siendo un país donde unos mexicanos son enemigos irreconciliables de otros mexicanos, y tal vez termine por darse cuenta de que a final de cuentas no importa la respuesta...