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Columnas y artículos de opinión
Prosa Aprisa
Fin de fiesta
Arturo Reyes Isidoro
22 de junio de 2012
alcalorpolitico.com
Hemos llegado al último fin de semana de una campaña presidencial que hará historia, gane quien gane dentro de nueve días. En Veracruz, acaso lo único reprobable fue la agresión que sufrieron algunos antipeñistas en la ciudad de Córdoba, un incidente menor ante la magnitud de los intereses en juego, pero fuera de ello, y tiene que reconocerse responsablemente, ha campeado plena libertad. Por lo menos no se escuchó o se leyó que Andrés Manuel López Obrador, Josefina Vázquez Mota, Gabriel Quadri de la Torre o Enrique Peña Nieto hayan dicho que trató de negárseles un espacio público o que sufrieron acoso en sus personas para desarrollar sus tareas proselitistas o que se trató de obstaculizar a sus equipos de trabajo, lo que significa un avance democrático pues en el pasado no siempre fue así cuando se trató de beneficiar abiertamente al candidato del partido en el gobierno del estado, que siempre ha sido del PRI, en detrimento de la oposición.

Pero lo mismo puede decirse de los candidatos al Senado de la República y a las diputaciones federales, quienes se han movido en función de sus recursos, de su interés por alcanzar la victoria, de su capacidad de trabajo y de su organización, de su aceptación ante el electorado y del apoyo que han recibido de sus partidos políticos. En sus casos también, hasta ahora no escuché o leí que algún aspirante, de cualquier partido, se haya quejado o haya denunciado anomalía alguna en perjuicio del desarrollo de sus actividades. En ese sentido tiene que reconocerse el respeto para el desarrollo del proceso electoral por parte del gobierno de Javier Duarte de Ochoa, pero también que ello se debe en gran parte a la madurez política de la sociedad veracruzana, que ya no permite ni acepta prácticas del pasado por fortuna superadas como lo estamos viviendo.

En el caso de quienes escribimos y publicamos en los medios como una forma de ejercicio profesional, también hemos podido realizar nuestro trabajo con toda libertad y hemos opinado en tal o cual sentido. En mi caso, por lo menos, he podido manifestarme sin ninguna cortapisa, y apuntarlo ni siquiera sería necesario porque es un derecho constitucional si no fuera porque en el pasado había asomos o se manifestaba abierta y descaradamente el autoritarismo presidencial a favor de su partido, por lo que también tiene que reconocerse el respeto ahora del gobierno de Felipe Calderón Hinojosa, aunque igualmente a la nueva sociedad que ya no se deja ni permite que se le coarte, de ninguna forma, su libertad a expresarse.


Así, en el estado, yo sí creo que están dadas las condiciones para una votación libre, abierta, democrática, que los ciudadanos podremos elegir a quien consideremos que mejor nos puede representar si hacemos conciencia de que no podemos comprometer nuestros intereses ni nuestro futuro a cambio de una dádiva de cualquier partido y del tipo que sea, y que si lo hacemos así, los candidatos que ganen tendrán plena legitimidad, la necesaria para tratar de cambiar lo que haya que cambiar para arribar a nuevos estadios en la vida democrática de Veracruz.

Resalto algunos detalles que advertí y que marcan diferencias con el último proceso que vivimos en la entidad en 2010. Ya no nos saturaron de rojo: ya no pintaron de rojo las escuelas, los hospitales, los transportes oficiales, los edificios públicos; ya no fue excesiva, hasta el grado de abominarla, la publicidad y propaganda con fondo rojo; ya no nos saturaron a determinadas horas con el Himno a Veracruz con niños cantores vestidos de rojo. Esta vez no hubo guerra de lodo entre los candidatos, de ningún nivel. Se comportaron, hasta donde se puede usar el término, decentemente. Poco, o casi para nada, o de plano nada se ha hablado de abstencionismo, por lo que no ha habido necesidad de que se machaque por la tele, por la radio o por los medios escritos de que vayamos a votar. Es tanto el interés –así lo considero– que despierta la contienda que lo haremos por convicción propia. Me pregunto, me he preguntado una y otra vez, por qué los candidatos de oposición del estado esta vez no se metieron directamente con el gobernador Javier Duarte de Ochoa y con su gestión, lo mismo los del PAN que los del PRD o los del Panal. Ni una crítica, ni un señalamiento, ni una acusación directa o indirecta. ¿Cabildeo, pacto, negociación, algún ofrecimiento o simple respeto entre las partes? Tampoco, por lo menos hasta hoy, hubo filtración de grabaciones de voces o de imágenes que expongan comprometedoramente a Duarte como ocurrió con Fidel Herrera Beltrán. Sin que no quepa la posibilidad de que exista o la haya habido, no se nota, como en el pasado inmediato, el dispendio de recursos en propaganda roja, del tipo que sea. ¿Lo notó? Esta vez tampoco hubo en televisión publicidad ni directa ni disfrazada de información de los candidatos a senadores y a diputados federales, lo que al parecer, por lo menos en el caso del PRI, obedeció a una estrategia y a una instrucción para dejarle todo el espacio a su candidato presidencial, pero también ante la cada vez más rigurosa fiscalización de los recursos de las campañas. La que se esperaba, la guerra sucia, el escándalo, la campaña contra el PRI tomando como pretexto la figura del ex gobernador Herrera Beltrán, tampoco se dio. Ningún recordatorio, ninguna alusión a la deuda pública heredada. Salvo un spot nacional por unos cuantos días vinculándolo con la delincuencia organizada pero junto con otros ex gobernadores y el morbo que desató la fotografía donde aparece al lado del señor Francisco “Pancho” Colorado, detenido por presunta delincuencia organizada en los Estados Unidos, tampoco prácticamente nada, ningún señalamiento con pruebas, por lo que el de Nopaltepec ya casi la salvó o ya la salvó pues el grueso de la campaña ya pasó y en lo que queda se supone que los candidatos que pudieran estar interesados seguramente aprovecharán el tiempo y el espacio que les queda para vender su oferta y tratar de convencer.

En mi caso personal, lo comento abiertamente, me felicito por la clase de lectores que tengo y a los que les agradezco su atención. Por un lado, aunque poco, pero aumentaron mis seguidores en twitter, aunque no hay un solo día en que por lo menos no se me agregue uno; en cambio, se multiplicaron las peticiones de aceptación de nuevos amigos de facebook. Pero, sobre todo, me han llovido correos electrónicos, alguna veces llenándome de reconocimientos, otros compartiendo mis puntos de vista, pero también algunos siendo irónicos, otros reprochándome, reclamándome o reprobándome por tal o cual comentario u opinión. Algunos claramente panistas, me han reconocido cuando me he ocupado bien de su candidata o de su partido, pero no me han tratado nada bien cuando han sentido que he dañado su causa. Otros, priistas, directamente o por interpósitas personas o por mensajes electrónicos me acusan de inclinarme, como nunca me habían visto –me dicen–, a favor del candidato de las izquierdas. Y unos terceros, no sé si perredistas, me rebaten incluso hablan de “mi gobernador” refiriéndose a Javier Duarte de Ochoa y de que me ocupo demasiado de los candidatos priistas. A todos los respeto y me da gusto que se expresen y se manifiesten libremente. Lo único que les puedo decir ahora es que gane quien gane continuaré con mi línea: reconoceré lo que se tenga que reconocer, pero señalaré lo que no esté bien, de acuerdo a mi convicción. No me anima otro propósito. No recibo nada de nadie. En verdad, me interesan mis lectores, la sociedad, la población. Y ahí seguimos.