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Columnas y artículos de opinión
Prosa Aprisa
Peña no piensa invitar a Duarte
Arturo Reyes Isidoro
25 de junio de 2012
alcalorpolitico.com
Los dos últimos gobernadores de Veracruz que estando en funciones aspiraron a ser llamados a colaborar con el presidente de la república en turno, Carlos Salinas de Gortari, fueron Dante Delgado Rannauro y Fernando Gutiérrez Barrios. El segundo lo logró, el primero no. Pero ellos tenían una gran motivación, decisiva para su futuro político: ascender a otros niveles, estar en el centro mismo de las Ligas Mayores de la política e incluso aspirar a la Presidencia de la República, Gutiérrez Barrios con más posibilidades por su trayectoria, su figura política y su participación en hechos que hoy son ya parte de la historia de México.
 
Durante los dos años que estuvo en funciones, el Hombre Leyenda se dedicó a hacer política, política y más política (su única obra material de importancia fue la primera piedra que puso de lo que hoy es el Centro de Especialidades Médicas de Xalapa), apoyado en un gran y excelente manejo de prensa que él mismo procuraba con su don de gentes y caballeroso como era, cosa que logró a tal grado que entre los periodistas de entonces se creó la imagen de haber sido el mejor gobernador que ha habido en Veracruz (entonces no existía la internet ni las redes sociales –empezaban a salir al mercado los primeros aparatos de fax–, la televisión se concretaba al Canal 2 porque lo que es hoy el canal 13 de TV Azteca era una empresa del gobierno muy limitada; estaba más desarrollada la radio pero en los pocos noticiarios que había se concretaban a leer las notas de los medios impresos). Era indudable que don Fernando trabaja para crearse, modelarse una imagen que resultara atractiva e irresistible para el centro, que lo pintara como un gran político, como el político que necesitaba México para conservar el orden político y de seguridad del país, lo que logró con creces pues Salinas de Gortari terminó invitándolo a hacerse cargo de la Secretaría de Gobernación, una antesala natural a la Presidencia, aunque el peso político que logró merced a su trabajo, a su experiencia, a sus relaciones dentro y fuera del país, terminaron por hundirlo pues llegó el momento en que Salinas lo vio con recelo, como un terrible contrapeso que ponía en peligro su proyecto político, el de heredar a su sucesor.
 
Dante, quien había sucedido a Gutiérrez Barrios, hizo el gran trabajo que había dejado pendiente don Fernando. Fue un gran constructor, pero para nada dejó de hacer también política, política y más política con base en el gran conocimiento que tenía –y que seguramente mantiene y que ha de ser ahora de un gran apoyo para Andrés Manuel López Obrador– no solo de la geografía estatal sino de sus actores políticos, pero más, de sus personajes del pueblo, pues su paso por la entonces delegación de la Secretaría de Educación Pública (prácticamente casi toda la estructura de lo que es hoy la Secretaría de Educación de Veracruz, ya que el sistema estatal era muy pequeño) y por la Secretaría de Gobierno le dieron la oportunidad de conocer a Chana y a Juana, a Pedro y a Juan, pero también porque en sus desplazamientos por la entidad visitaba a las familias en su hogar mismo y se metía hasta la cocina –literalmente– de las casas más humildes y saludaba a todos los moradores ¡por su nombre!, por lo que se convirtió en un gobernador muy querido y muy fuerte, políticamente hablando (yo mismo lo comprobé con mi caso, pues fue el único gobernador que me distinguió visitando mi modesta vivienda, pues cuando iba a o venía de la Casa de Gobierno, muy cerca de donde vivo, de pronto hacía que se parara su camioneta, se bajaba, se metía, saludaba a mi esposa, iba a saludar a mis vecinos de al lado que tenían una verdulería y a los que encontrara a su paso; ha sido el único que visitaba la escuela primaria de la colonia sin más preámbulos y convivía con padres, niños y maestros; ha sido el único que periódicamente invitaba a los vecinos a desayunar en la casa oficial; ha sido el único que salía a festejar con los vecinos y a quebrar piñatas y a regalarles dulces a los pequeños de la colonia; y testimonié su trabajo porque además en sus cuatro años de gestión me invitó a viajar permanentemente con él, como reportero, no obstante que era yo de un semanario y no de un diario, fuera a donde fuera), de modo que a punto de concluir su cuatrienio se sintió seguro y merecedor de que Salinas lo aprovecharía. Pero los ecos de los rumores, de los comentarios, le llegaron a éste y un buen día vino y en una gira de trabajo, en un acto en Zentla, una tarde soleada y calurosa, en su discurso dijo que Dante terminaría su gestión “a tambor batiente”, con lo que acabó con la pretensión.
 
Hoy, que yo haya escuchado que lo dijo o que sepa que desde adentro de su gobierno se alimenta la versión de que Javier Duarte de Ochoa desearía que Enrique Peña Nieto lo incorporara a su gabinete si gana, no tengo ninguna noticia. Creo que la especie ha surgido de la comentocracia, de quienes creen sinceramente –o que lo dicen porque no lo quieren– que lo llamarían porque su gestión no es buena y que el copetudo desearía poner a otra persona –así lo he leído en algunos espacios– para tomar el control de Veracruz. Pienso que Duarte (sinceramente no sé con exactitud qué piensa al respecto, pues él no es muy proclive a la cercanía con la prensa, y en mí caso solamente me invitó una vez a la Casa de Gobierno a una cena-charla el año pasado y recientemente apenas días atrás se tomó la molestia de llamarme por teléfono para expresarme sus respetos y consideración a mi persona y por lo que escribo, lo que aprovechamos para breves comentarios) no tendría motivos para querer irse cuando su gestión es nueva, cuando está ante una gran oportunidad política que se llama Veracruz, cuando no es lo mismo ser cola de león que cabeza de ratón, cuando de jefe de la estatura de ser gobernador pasaría a ser un empleado del presidente y cuando seguramente, por su escasa trayectoria hasta ahora y por sus pocos méritos todavía, por el momento no piensa en ser presidente de México, que sería lo único que tendría como poderoso motivo para querer irse al altiplano.
 
De todos modos, Peña Nieto ha dejado ya las cosas muy en claro. En una nueva entrevista a Elia Melchi Reyes, del diario porteño Notiver, publicada el sábado pasado, cuando la reportera le preguntó al mexiquense: “¿Invitaría al gobernador Duarte a su gabinete?”, le respondió: “El señor gobernador nos va a ayudar desde su estado de Veracruz’’. Elia aclaró que luego, el copetudo le mandó a pedir, a través de la alcaldesa de Veracruz, Carolina Gudiño, que eso no lo publicara “porque dejaba la esperanza para los veracruzanos” de que alguien más podría ir a su gabinete, ¿quién? De todos modos, la periodista escribió: “Cuando Peña Nieto respondió, Duarte puso cara de tristeza”. Pero para efectos prácticos políticos inmediatos, en el supuesto de que el mexiquense gane el próximo domingo, Elia le hizo otra pregunta al del copete: “¿Qué esperamos en Veracruz?”. La respuesta: “Haber hecho un compromiso realmente de hacer equipo con el gobernador del estado, de apoyar la gestión de su gobierno y comprometerse con más recursos y mayor inversión para impulsar el progreso de Veracruz”. O sea, Javier Duarte de Ochoa, por lo pronto, ha recibido ya el respaldo del que podría ser el futuro presidente y todo indica que le irá bien si gana el priista, y con él a Veracruz y a los veracruzanos (se supone, cabe esperar).