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Columnas y artículos de opinión
Hemisferios
Razones de la derrota
Rebeca Ramos Rella
25 de junio de 2012
alcalorpolitico.com
Durante 102 días y lo que falta, he dado cotidiano seguimiento informativo y he realizado el análisis político del proceso electoral federal y estatal. Por hábito, por formación profesional y por interés como ciudadana, integré Concentrados y un Reporte diario de compromisos y pronunciamientos de los candidatos presidenciales; encuestas, notas, columnas y editoriales de periódicos nacionales y locales digitales; ofrecimientos y planteamientos de algunos candidatos en el estado. Han sido horas y horas de lectura, edición, síntesis, redacción de análisis político. Puedo confesar que se me volvió obsesión benéfica y extenuante, estar pendiente, cada hora del día, noche o madrugada, del desarrollo del proceso electoral más importante en los últimos años en nuestro país.

Como permanente observadora y analista del entorno, a una semana de la jornada electoral y en plenos cierres de campaña, quiero compartir algunas de mis reflexiones sobre la contienda presidencial. Desde hace tiempo, el proceso de este 2012 empezó a delinearse como la posibilidad de la segunda alternancia política a nivel federal, tras el cambio en 2000. Muchos factores concurrieron para pronosticarla: los constantes triunfos del PRI en elecciones locales y federales; el crecimiento de un gobernante local, en liderazgo y simpatías diversas; el desgaste político y electoral del partido en el gobierno federal; la campaña permanente del eterno candidato de las izquierdas y las alianzas de partidos pequeños con unos y otros, para sobrevivir sus registros y prerrogativas.

La inseguridad y violencia desfogada por la batalla contra el crimen organizado, los estragos de la crisis financiera que pegaron en aumento de pobreza y en pérdida de poder adquisitivo en estratos medios, desastres naturales y un gabinete federal no muy articulado ni eficaz y la división interna partidista, trastocaron la efectividad de la segunda Presidencia, en manos del PAN. En cambio, en los estados, los gobernadores priistas, con sus estilos y métodos, lograron mantener el control político local y en una relación de contrastes con la federación, entre el reclamo por inequidades y sesgos dada la dependencia presupuestal y la coordinación real, que no tan eficaz, en otras áreas, como en seguridad, lograron que en el ánimo de la ciudadanía, empezara a perfilarse la idea y la certeza de que el país requería de un cambio otra vez.


La sociedad optó válidamente, por cobrarle al gobierno federal, el enrarecimiento del entorno social, el desempleo, los gasolinazos, la subida de precios y la escasez súbita para sacar el mes. Los mexicanos se han sentido descontentos, temerosos, indignados ante hechos sangrientos y cruentos, pero también han conocido de la corrupción y de la impunidad en servidores públicos de todos niveles de mando y de todos colores. Los priistas supieron construir la imagen y actuaron como una oposición responsable, crítica, propositiva desde la toma de protesta de 2006 y aprovecharon la experiencia, su maquinaria partidista y los puntos vulnerables, equívocos, excesos y omisiones del aparato federal y del partido azul, que no terminó por apoyar ni reconocer del todo al Presidente, para perfilar el retorno, pero sobretodo, para legitimarlo en la confianza ciudadana.

Desde el inicio del proceso electoral fue evidente que el PRI estaba más preparado, convencido y conciso en la selección de su candidato presidencial; cuidaron formas y entendieron a tiempo, que venía la casi segura oportunidad de regresar a Los Pinos; priorizaron su disciplina y la unión antes que los intereses de grupos; decidieron jugársela con todo, apoyando al nuevo líder, el que no habían tenido, ni los había congregado desde Colosio.

Para el PAN, este 2012, ha significado, el refrendo al proyecto y al mandato, la conservación del poder, pero tardaron en acordar y hasta se hirieron para visualizar y para aceptar a una mujer como candidata, que no congregaba las simpatías de todos, ni siquiera del Presidente.


En las izquierdas, se impuso el mesianismo populista, al moderado y moderno gobernante y para no romper las alianzas de tribus y de intereses, optaron por sumarse al mismo de siempre.

Las fuerzas políticas nacionales mayoritarias, en procesos “democráticos “internos, según su particular concepción: en la unidad, en la asamblea representativa o en el descarte por amenaza de fractura, ungieron a sus tres contendientes. Y la poderosa Gordillo, hizo valer su presencia y dominio y tras fracasar una alianza, nació a un académico inteligente como el garante de su supervivencia.

A disputa los partidos y sus candidatos, en la arena, iniciaron campañas en las que se pusieron a prueba, siete aspectos, desde mi punto de vista: las estrategias; las propuestas, compromisos y pronunciamientos; el discurso estratégico; la capacidad de organización, movilización y articulación de equipos de campaña y de estructuras partidarias; la promoción y marketing electoral; el uso provechoso de las tecnologías de la información y los estilos, virtudes y habilidades de cada candidato y sus aparatos. Todo ello en el estricto respeto y cumplimiento de tiempos, ritmos, normas, obligaciones y derechos enmarcados en la ley electoral. Elementos que pudieran considerar los perdedores, como el origen y razón de sus derrotas, el 2 de julio.


En el PAN las estrategias iniciales erraron. Centraron sus ataques en el candidato puntero, asumiendo que el de las izquierdas, no los alcanzaría. Se olvidaron de él hasta que los rebasó. Presentaron sus encuestas a destiempo para incubar la percepción de triunfo en el electorado. Omitieron montarse y promover los logros y alcances del Gobierno Federal -porque los hay-, para generar una visión más balanceada en el electorado y menos castigo al partido. Soslayaron potencializar la condición de género de la candidata. Despreciaron plantear y firmar ante notario, compromisos y propuestas de campaña, que crean una sensación de certidumbre. Los ofrecimientos fueron planteados en general sin particularizar en vocaciones productivas y reclamos locales, ni en cambios trascendentales; al no sistematizarlos, se perdieron en la nota del día y en el discurso repetitivo. No hubo forma de consultarlos. No obstante destaco que entre los mejores, fueron las propuestas de eliminación del fuero; el impulso a las reformas estructurales pendientes; la postura sobre la energética y la educativa y las acciones para modernizar y ampliar al sistema educativo, que se parecen a las del PRI.

El discurso estratégico varió en tumbos a lo largo de la campaña. Fue efectivamente diferente: del mensaje maternal y protector, a veces sensiblero, al sexismo y estereotipos de roles femeninos tradicionales, como referencias para el ejercicio del mando –nada más equivocado, ofensivo y denigrante para las mujeres-; transitó al mensaje combativo y descalificador, derrapando en lo doméstico y hasta en lo vulgar, que divierte, pero no convence. La candidata enfocó sus baterías durante mucho tiempo en desprestigiar a sus contrarios, incluso en el segundo debate.

No potencializó las conquistas del sexenio, como la celebración de la Cumbre del G20, que fue la muestra inobjetable de que los pesados líderes mundiales reconocieron la estable macroeconomía del sexenio, el liderazgo global de México, la garantía de seguridad y gobernabilidad pese a los focos de violencia – no hay Estado fallido- y la capacidad de negociación de la política exterior durante este gobierno, que además logró que el Presidente de EUA asumiera corresponsabilidad en el combate al crimen organizado.


Desde el arranque, fue evidente la descoordinación, desorganización y un subliminal rechazo interno y callado, para cerrar filas con la candidata. Tanto que se tardaron un mes en disciplinarse; hubo necesidad de cambios de personajes y tareas. Fue casi al final que tuvieron la brillante idea de incluir la buena imagen de la esposa del Presidente; se observó más apoyo y defensa del dirigente nacional, casi a mediados del proceso. El partido, dividido y resentido con Calderón, reveló sus rencores cuando el expresidente Fox y otros como Espino, decidieron evidenciar su traición y voltearse oportunamente para apoyar al puntero. En la promoción y el marketing, se equivocaron con un lema difuso y sin impacto; si la demanda de cambio era obvia y sonora desde los ciudadanos, la candidata no supo permear con comunicación política eficaz, qué cambio podría representar su candidatura; sin embargo, creo que sacaron buen provecho de redes, propaganda y spots, que se fueron recrudeciendo en la agresión y denostación según los nuevos escándalos ventilados.

En cuanto a la candidata y sus dotes propias, la vimos sencilla en su arreglo personal, elocuente, ágil en la improvisación y con una sonrisa congelada. No tuvo el carisma del líder, ni el aspecto de firmeza y autoconfianza. Se le percibió como una mujer preparada, con experiencia, accesible, pero profundamente conservadora y tradicional. No se plantó como una mujer moderna, fresca, con don de mando que abre paso en las multitudes. Uno de sus grandes yerros fue querer sacar raja del movimiento estudiantil y lo peor fue convocarlos a tomar las calles.

Pero hay que reconocerle que aguantó con entereza y fue sensible en la reunión con las víctimas de la violencia. Tuvo buena recepción con empresarios y mujeres. Ella quiso presentarse como la mamá de la nación, la cuidadora de las familias. Creo que su equipo, no atinó a mostrarse integrado y políticamente con nivel, para reforzarla en las mesas de debate. Fueron descuidados, los grabaron y las intromisiones de estructuras partidarias e institucionales, obligaron a un mecanismo de contención severo en los estados y municipios, para contrarrestar la amenaza y coacción del voto, a cambio de la membresía a programas sociales federales.


Al final, disputando la plata con la izquierda, como lo apuntó el analista Carlos Elizondo, entendió que el enemigo a vencer era el mesiánico líder de izquierda, con todo y su insistente señalamiento de estar a 6 puntos del priista, a una semana de los comicios, competencia donde el margen cerrado entre el segundo y el tercer lugar aún pueden inflar o debilitar la postura belicosa de la izquierda.

Del lado del candidato de izquierdas, la estrategia se dirigió a recorrer el país, pueblo por pueblo, para asentar la cercanía y su autoridad moral sobre la corrupción e ineficacia de las otras dos opciones. A acusar a los oponentes de corruptos y mentirosos y alentar el resentimiento social contra privilegios y excesos de la clase política nacional, salvo los suyos. Desde el inicio puso en sospecha el desempeño imparcial y efectivo del árbitro electoral y sus integrantes; de encuestas y notas informativas; de los tiempos en televisión. Centró la descalificación a todo lo que no le conviniera y lo denominó guerra sucia, mala intención contra su proyecto. Así revivió la idea del fraude y del robo de la elección; de la confabulación nacional.

Un punto medular en su estrategia fue, como hoy ya es probado, la organización y manipulación de los jóvenes estudiantes universitarios para acosar, agredir y rechazar a uno de los candidatos. Desde el gobierno de la Ciudad y su asesor estrella el ex regente Camacho, se propuso prender la mecha de la inconformidad estudiantil, patrocinarla, subsidiarla y reproducirla en el país, para provocar confrontaciones violentas e incidentes lejos de la civilidad, el respeto y la tolerancia, contra el candidato puntero y contra la opositora azul.


Ingeniosa y perversamente, dejó expandir un movimiento estudiantil que todos hubieron de aplaudir y respetar, con pinzas, para no recrear escenarios violentos del pasado, pero cuya consistencia de contenidos en reclamos carecieron de sustento: una aclamada democratización de los medios, que infiere lo contrario a la libertad de expresión y la negación a la supuesta imposición de un candidato por los poderes fácticos. El candidato nació su propio ejército de vigilantes virtuales y de marchistas ofensivos contra el PRI, para construir el entramado de la protesta contra los resultados electorales, que desde el inicio decidió no respetar ni aceptar. Ideó la escena del fraude y del conflicto poselectoral, que viene.

Sin dejar margen de duda, a su liderazgo social entre estratos populares y pobres se complementó con un abanico de propuestas y ofrecimientos demasiado amplios y generalizados, sustentados en conceptos universales: justicia, honestidad, austeridad, orden, trabajo, elementos para el cambio verdadero, que se quedó difuminado en las obviedades sin reparar en los detalles, en las formas y recursos para aterrizarlos en acciones y políticas de gobierno. La negación a las reformas estructurales y la certidumbre personal del candidato de que “todo está mal y habría que volver a hacerlo nuevo”, sembró sorpresa en analistas y especialistas, pues ello podría haber significado la desaparición de Poderes, un Constituyente a modo y a explicación no pedida, remarcó que siendo Presidente, no se reelegiría.

Así, vimos y lo escuchamos destacar en cada mitin, conferencia mañanera, entrevista de calle, el discurso de acusación sobre los vicios y mañas del priismo autoritario, pretendidamente reciclado e impuesto como un producto por las televisoras y los medios de información y por el otro y, sin atacar jamás por nombre al Presidente, la denuncia permanente contra el clima de violencia e inseguridad, el desempleo y la pobreza aumentada en este sexenio y los privilegios del gobierno federal panista, que congregan válidamente al descontento social.


El candidato repitió miles de veces el mensaje del contraste sobre afirmaciones falsas: que no permitiría vender a PEMEX, ni aumentar impuestos, ni ser nepotista; a desaparecer el IETU, bajar precios de energéticos, más salud, más educación, igualdad. Promovió la decisión de bajarse el sueldo y de todo el gobierno y Poderes para “ahorrar” y tener suficiente para no “endeudar” al país. Reacio a críticas y a cuestionamientos sobre sus datos, cuentas y planteamientos sobredimensionados, los tachó de difamación, de equívoco de instituciones, de mentiras por “nervisosismo”, sobre todo cuando en una inaudita encuesta, la única, el periódico Reforma le dio ventaja sobre el puntero, gusto que le duró unos días.

El mesianismo populista fue la estrategia, la propuesta de gobierno, el discurso estratégico. “México necesita un líder. Ese líder soy yo”. Su confesión del origen y la misión como apostolado, la del autócrata dogmático e intolerante que cierra la línea de mando a la relación vertical y estrecha entre él y su pueblo, sin instituciones, intermediarios, ni división de Poderes. De su inicial planteamiento de reconciliación, la República amorosa que todo perdonaba y a todos incluía, transitó a la provocación de inestabilidad social y política, usando la carne de cañón juvenil y alimentando desconocimiento de leyes y rechazo a posibles resultados, con la supuesta reedición del fraude, la conspiración nacional en su contra.


Cierto es que su partido y sus aliados trabajaron en la movilización, organización y articulación. No hubo acto desangelado, ni escaso. Presumieron no acarrear multitudes. La promoción y marketing fueron modestos pero supieron aprovechar muy bien las redes sociales, con los nuevos aliados, los jóvenes, que fue todo un acierto para avanzar puntaje en encuestas y destronar al PAN del segundo lugar. Los intelectuales y personajes respetados, siempre de izquierda, no vieron otra opción que respaldarlo, en base a su congruencia ideológica; incluso el líder moral del PRD, arrinconado por traiciones pasadas, revivió para sumarse. También hubo desbandada. Los resentidos que buscan venganza, publicitaron su adhesión al PRI, en un acto oportunista y convenenciero, para cobrarle viejas facturas.


Lo que nunca imaginaron partidos, candidato y equipo fue que los atacarían por su lado “virtuoso”, el de la autoridad moral, al exhibirlos tan pragmáticos e ilegales, en el pase de charola por 6 millones de dólares, en reunión con empresarios, “para ganar la Presidencia”; en la denuncia insistente sobre la opacidad de ingresos y gastos de las asociaciones civiles como Morena y Honestidad Valiente, que no pagan impuestos ni reportan movimientos financieros; que fantasmas indeseables resucitarían, al recordar la relación con corruptos como Bejarano y Ponce y al comprobar la alta corrupción e inseguridad disparada, durante su paso por la Jefatura del Gobierno de la Ciudad.

El candidato leal a sí mismo, negó y rechazó toda prueba y evidencia de manejos oscuros e ilícitos de sus recursos; despreció tajantemente los hechos y sus propias palabras de otros tiempos, olvidó sus contradicciones. Como dijo, se desdijo y ante la insistencia de comprometerse a firmar el Pacto de Civilidad que plantearon empresarios y el IFE, condicionó su aceptación de resultados, a su propio veredicto sobre la limpieza e imparcialidad de las elecciones. Reclutó a los universitarios para ejercer presión y denunciar vía redes, todo lo que “vean, escuchen y consideren sospechoso”, para legitimar su justificación de no aceptación de resultados.

El candidato de las izquierdas siempre supo que del antipriismo y el rechazo al panismo oficialista, acendrados, la opción podría levantarse en su cancha; por eso, la dirección fue el ataque, la polarización social; promover la perspectiva de triunfo sobre encuestas desconocidas que lo apuntaron; sobre la perspectiva del fraude para victimizarse y engendrar el conflicto poselectoral, plataforma social y política para sobrevivir otros 6 años.


Este proceso emergió del tedio y de la cómoda certidumbre de un triunfo anunciado sin sobresaltos, a un proceso interesante e intenso. He de remarcar al papel del IFE. Puntual, autónomo, sin brecha de sospecha, ha actuado en tiempo y formas legales; ha sancionado a todos por spots denigrantes y los ha prohibido; ha eficientado su labor de árbitro al resolver si el Presidente o si el Jefe de Gobierno incurrieron en parcialidades. Ante el desenvolvimiento de eventos e incidentes, ha previsto y se ha adelantado a cuidar legalidad, libertad y limpieza de la elección; ha recurrido a las tecnologías modernas para agilizar y certificar al PREP; ha aprobado a miles de observadores que vigilarán la jornada y ha llamado a la civilidad, respeto, tranquilidad y tolerancia como pilares del proceso democrático que organiza, blindándolo de la sospecha de fraude y de estallidos violentos por ánimos caldeados. Ha dado entrada a toda queja partidista sobre topes de gastos y financiamiento y ha demandado cumplir con la ley; ha reiterado la veda electoral y la imparcialidad de gobiernos y a la no intervención , ni en recursos ni en especie, que empañen el proceso. Con la ley en mano, ha asentido y ha denegado.

Otro protagonista fue el movimiento estudiantil que lo más que logró al principio, fue que las televisoras transmitieran el segundo debate en horarios y canales estelares y su primer debate independiente, que paradójicamente cercó nuestro derecho a la información. Sin embargo su protesta despreciativa al PRI, obligó al candidato puntero a presentar la mejor propuesta de transformación política nacional, para comprometerse a ejercer la Presidencia Democrática, que le ganó más confianza y simpatías, entre otras que analizaré en la siguiente entrega.

Ciertamente estas campañas fueron tintadas por el escándalo y la denostación, mayoritarias sobre las propuestas. Memorables, el desvío de recursos públicos y falsificación de documentos oficiales, en Coahuila que implicaron al exgobernador y exdirigente nacional priista; la investigación y arraigo por vínculos y lavado de dinero del narcotráfico del exgobernador priista de Tamaulipas y las sospechas contra el ex gobernador de nuestro estado; el tinglado falso y difamatorio de los 56millones de dólares para una supuesta promoción del candidato priista en Estados Unidos; los chismes sin fundamento del diario The Guardian sobre contratos de Televisa para respaldarlo y contra el de las izquierdas, toda una farsa. El olvido de los libros y autores favoritos. Las persecuciones y agresiones que padeció y que trajeron a la mente, eventos dolorosos pasados.


Más. El aparente daño patrimonial a Enciclomedia por parte de la candidata cuando era secretaria de educación; las cifras esponjadas de pisos firmes que construyó siendo secretaria de desarrollo social; la indignación de las mujeres pensantes por la expresión grotesca del “cuchi-cuchi”. El abandono inexplicable de la rebelión y los misiles del mesiánico en el segundo debate; la ofensa sexista de la edecán vedette en el primero; la charola perredista por 6 millones de dólares y el asesor extranjero incómodo; la disidencia del Movimiento estudiantil que ventaneó a sus padrinos perredistas. Inolvidables las frases coloquiales y folclóricas del candidato de izquierda para defenestrar a sus adversarios, todos “al basurero de la historia”. El ruido del único twit presidencial para aclarar que ni despidiendo a todos se ahorrarían los millones como lo propuso el izquierdoso.

En realidad no hubo un debate real de contrastes de ofrecimientos y visiones; los intercambios se ventilaron en acusaciones, recursos, mentiras y medias verdades; supuestos y vicios y yerros del pasado. A la candidata, la persiguió Elba y el sexenio de la violencia y el desempleo; al izquierdoso, su autoritarismo, su belicosidad y sus aliados corruptos; al puntero, las décadas de excesos, mañas, represión y autoritarismo antiguo, sus relaciones con personajes corruptos, los lastres del partido hegemónico y el temor de reciclarlos.

Quizás el intercambio de señalamientos más fuerte se dio en las mesas que conocido periodista organizó con los coordinadores de campañas, en las que el priista permaneció ágil, sereno y puntual, sin titubear frente a la visceralidad e intransigencia del de las izquierdas y de la medianía por falta de oficio, inexperiencia y sagacidad del oficialista.


A unos días de la elección, partidos, candidatos y equipos de campaña, arrecian motores, en la promoción del voto, en la afinación de operativos y en los cierres, con broche de oro, lo más tumultuosos, ruidosos, impresionantes posibles. Difícilmente las tendencias cambiarán, según las encuestas profesionales.

La elección está definida. De los motivos de la victoria, compartiré la semana próxima.
En tanto y en un vistazo, ya desmenuzamos y para la crónica de esta historia, algunas de las razones de la derrota, que refrendarán los ciudadanos, con su voto libre y bien pensado.


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