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Columnas y artículos de opinión
Tierra de Babel
¿Cómo saber votar?
Jorge Arturo Rodríguez
25 de junio de 2012
alcalorpolitico.com
Dos grandes escritores estadounidenses: a Philip Roth el Premio Príncipe de Asturias de las Letras; a Ray Bradbury la gloria del cielo, y que seguramente está feliz de vivir ahora en Marte u otro planeta donde escribirá y leerá eternamente, agradecido de haber vivido en la Tierra: “Todos somos hijos e hijas del tiempo. Así que agradezco al universo por crear vida en la tierra, y permitirme vivir aquí.”

Sí, Ray, “la vida es maravillosa. Esa es una cosa maravillosa”, tanto que dijiste que tu epitafio sería: “Aquí yace Ray Bradbury, quien amó la vida completamente”.

A tus 91 años has muerto, pero vives y vivirás en quien te lea y recuerde, como recuerdo tu estupenda novela Fahrenheit 451 que en su primera versión llamaste El Bombero, y que alguna vez contaste: “Me dio curiosidad saber a qué temperatura se quema el papel, así que llamé al departamento de química de la UCLA y ellos no sabían. Llamé a SC y ellos tampoco sabían, entonces me dije: ‘Idiota, llama al departamento de bomberos’. Llamé al jefe de bomberos del centro de Los Ángeles, y le dije ‘Señor Jefe, podría decirme a qué temperatura se quema el papel de los libros?’ Y me respondió ‘Deme un momento, ahora regreso’. Volvió y me dijo: ‘El papel de los libros arde a los 451 grados Fahrenheit’. Dije ‘Eso es bueno’, cambié el orden de las palabras. Fue así como supe la temperatura.”


Sí, Ray, qué tristeza que la gente queme libros, y mucha razón tienes, “hay peores cosas que quemar libros, una de ellas es no leerlos”, porque “los libros son inteligentes, y brillantes y sabios”.

No sé cuántos mexicanos te han leído -¿leen los mexicanos?-, yo tampoco mucho, tan solo Fahrenheit 451 y Crónicas marcianas, además de tus entrevistas. Pero comparto contigo lo que alguna vez declaraste: “La razón por la que mis libros son populares es porque ellos saben que soy un amante, y mis obras son poéticas. Yo no sabía que estaba escribiendo poesía, pero lo estaba, y en el centro de mis libros está el regalo de la vida. Cuando la gente toca mis libros, ellos están vivos, así que ese es el regalo que les doy”. Grandioso regalo.

Pero volviendo a la quemadera de libros, cierto, “deberíamos aprender de la historia de la destrucción de los libros. Cuando tenía 15 años Hitler quemó libros en las calles de Berlín, me aterró porque yo era bibliotecario... En Rusia no se quemaron libros, se quemaron a los autores en lugar de los libros. Aprendí entonces lo peligroso que era todo eso, porque si no se tienen libros, ni la habilidad de leer, entonces no se puede ser parte de ninguna civilización, no se puede ser parte de la democracia”.


En la torre, Ray, ¿qué podemos esperar de este pobre México jodido? Y no te quedas ahí, añades que los “los dirigentes de muchos países temen a los libros porque los libros enseñan cosas que ellos no quisieran que se enseñaran. Si sabes leer tienes una educación completa acerca de la vida. Entonces sabes cómo votar dentro de una democracia, pero si no sabes leer, no sabes cómo decidir.”

Me lleva la que me trajo… ¿Qué haremos este 1º de julio? Ya ni llorar es bueno, dijera mi madre. Mejor tratar de salir de la barranca, ¿o no?

Por lo pronto, Ray, seguiré leyéndote y seguiré tu consejo: “Ama lo que haces y haz lo que amas. No escuches a nadie que te diga ‘no lo hagas’. Haz lo que quieras, como un niño imagina lo que quieres y constrúyelo. Haz lo que quieras, pero la imaginación debe ser el centro de tu vida. La fantasía debe estar en el centro de tu vida. Párate en la orilla del acantilado y salta, y haz crecer tus alas durante la caída”.
Ahí se ven.


Hasta la próxima
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