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Columnas y artículos de opinión
Al Pie de la Letra
El mito del ‘fraude’
Raymundo Jiménez
28 de junio de 2012
alcalorpolitico.com
Anticipar que se fragua un fraude electoral para los comicios presidenciales del domingo próximo no fortalece al instituto ciudadanizado que se encarga de organizar las votaciones; tampoco beneficia a los partidos y a su candidato que a priori está descalificando el proceso electoral, y mucho menos se ayuda al país generando desde ahora un ambiente de incertidumbre política e inestabilidad social que vendría a sumarse a la ola de violencia e inseguridad que azota a la mayoría de las 32 entidades de la República Mexicana.

José Woldenberg, un respetado académico que le tocó presidir el Consejo general del IFE en la sucesión presidencial del 2000, cuando se consumó la alternancia en el poder, explica que existen dos momentos estelares en la cadena que edifica el episodio comicial, y a los cuales no se les presta la atención debida. “Se trata no solo de los candados de seguridad más importantes de la elección, sino de la incorporación de cientos de miles de ciudadanos a la tarea crucial de recibir y contar los votos. El primer momento es en el que una institución del Estado deja en manos de ciudadanos la celebración de tan estratégica tarea. (…) El 30 de junio en la noche, el material necesario para celebrar la elección estará en las casas de los más de 140 mil presidentes de las mesas directivas de casilla. En los días previos, los vocales de organización de las Juntas Distritales Ejecutivas de los 300 distritos y sus equipos habrán distribuido a lo largo y ancho del territorio nacional los implementos necesarios para que los más de 79 millones de ciudadanos inscritos en la lista nominal puedan sufragar.

“Los ciudadanos que serán los presidentes de las mesas, que salieron de un sorteo y que aceptaron ser capacitados para cumplir con su función, recibieron en los días previos a algún funcionario del IFE que depositó en sus manos las urnas, las mamparas, las boletas, las actas, la tinta indeleble, las maquinitas para marcar las credenciales, los crayones, la lista nominal de electores correspondiente. Terminada esa labor, en ese terreno, el IFE se disuelve al poner en manos de ciudadanos toda la parafernalia necesaria para que se lleven a cabo las elecciones.


“Sigue entonces un momento de incertidumbre, de nerviosismo. Ya no es una institución del Estado la que se encuentra a cargo de los comicios, sino 140 mil personas que tienen en sus domicilios todo lo necesario para instalar las casillas. Y entonces sucede el segundo momento mágico. El día de la elección, cuando todos y cada uno de los presidentes de las mesas directivas de casilla cumplen con su misión, acompañados por el resto de los funcionarios (secretario y escrutadores), vecinos de la sección como ellos, e igualmente sorteados y capacitados (más de 900 mil con todo y suplentes), y los representantes de los partidos. Entre todos instalan la infraestructura que hace posible que los ciudadanos voten. Más de 34 mil capacitadores fueron contratados por el IFE para instruir a los funcionarios de casilla”.

Woldenberg refiere que “en su momento fue una innovación fruto de la necesidad. La profunda crisis de confianza que generaron las elecciones de 1988 obligó a barrer con la añeja Comisión Federal Electoral, sus normas y sus usos y costumbres. La ley electoral de entonces establecía que el secretario de Gobernación, presidente de la CFE, tenía la facultad de nombrar a los presidentes y secretarios de los consejos locales y distritales, y que estos últimos, a su vez, debían nombrar a los presidentes y secretarios de las mesas directivas de casilla. No era una exageración cuando se afirmaba que toda la red de funcionarios electorales se ‘tejía’ desde esa Secretaría”.

El secretario de Gobernación que en esa polémica elección presidió la desaparecida CFE fue Manuel Bartlett Díaz, hoy candidato a senador por el estado de Puebla y postulado por los mismos partidos (PRD-PT- Movimiento Ciudadano) que abanderan a Andrés Manuel López Obrador, el único aspirante presidencial que ha denunciado la instrumentación del presunto fraude.


Pero Woldenberg asegura que hoy en día es imposible modificar, alterar, maquillar los votos que se depositan en las urnas. “Para hacer fraude se pueden tomar varios caminos: trucar la lista de electores, colocar funcionarios de casilla facciosos, alterar el cómputo, manipular el material electoral”.

Para empezar, explica que el padrón electoral y la lista nominal de electores son revisados por 333 comisiones de vigilancia en las que participan todos los partidos políticos: 300 comisiones distritales, 32 estatales y una nacional, las cuales tienen acceso a la base de datos y la posibilidad de realizar un seguimiento puntual de su elaboración. Además, dice, son instrumentos que se auditan una y otra vez y un comité técnico –con científicos de primer nivel– dictamina sobre ellos. El padrón y la lista fueron aprobados sin impugnaciones y cualquier ciudadano con credencial puede checar si aparece en él. La época de los “rasurados” (ciudadanos que eran cercenados alevosamente de la lista) y los “fantasmas” (ciudadanos inexistentes a los que se expedía credencial para votar) quedó atrás.

“Las boletas son infalsificables. Se elaboran en papel seguridad que tiene fibras visibles e invisibles, sellos de agua, están foliadas, contienen el nombre del municipio en el cual deben usarse y son elaboradas en exclusiva por Talleres Gráficos de México. Son distribuidas por el IFE con el apoyo del Ejército y la Marina. Se trata, por supuesto, de evitar su falsificación y/o trasiego. Y ambas cosas se han logrado.


“Las credenciales de elector están plagadas de elementos de seguridad que las hacen infalsificables. Cuando se han encontrado imitaciones no pasan la prueba del ojo y sobre todo no sirven para votar porque no aparecen en el listado nominal. A las credenciales se les marca una vez que el ciudadano vota, para evitar que vuelvan a ser utilizadas, y para impedir el doble voto –suponiendo que un ciudadano tuviera dos credenciales– se marca el dedo pulgar del elector con tinta indeleble. Además, para el momento de la votación existen mamparas con una cortinilla que permite la entrada de un solo votante, de tal suerte que incluso si fue presionado o coaccionado pueda emitir su voto en libertad, sin que nadie lo observe.

“Los funcionarios de la casilla son ciudadanos residentes en la sección electoral que luego de un sorteo y de una somera capacitación actúan como presidentes, secretarios y escrutadores. No son funcionarios del IFE, sino ciudadanos que generosamente aceptan recibir y contar los votos de sus vecinos. Y ningún dedo todopoderoso los designa, sino que el azar –doble insaculación– y una rápida instrucción los habilita como las autoridades de la casilla. Es difícil pensar que puedan amafiarse para beneficiar o perjudicar a alguien, pero, por si las moscas, los partidos tienen el derecho de nombrar a sus propios representantes, que pueden observar todo el proceso desde la instalación hasta la clausura de la casilla, incluyendo por supuesto el conteo de los votos. No hay excusa para que los grandes partidos dejen de tener representantes en todas y cada una de las casillas.

“Los votantes tienen que identificarse con su credencial y los representantes de los partidos cuentan con una copia de las listas nominales con fotografía para que chequen los datos del eventual elector y su rostro. Una vez que termina la votación, el cómputo lo hacen los funcionarios de casilla en presencia de los representantes de los partidos (e incluso de observadores registrados previamente en el IFE). Y los resultados son asentados en un acta, de la cual se da copia a todos y cada uno de los representantes de los partidos, y los resultados se despliegan fuera de la casilla para que los vecinos los puedan conocer.


“El presidente de la casilla, acompañado por los representantes de los partidos (no vaya a ser que en el camino le entre la tentación del fraude), lleva los paquetes electorales y, por fuera de ellos, las actas del Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP), a uno de los 300 consejos distritales del IFE, desde donde, tal y como van llegando, se trasmite la información a un centro de cómputo en la Ciudad de México. Esa computadora está conectada directamente a internet para que cualquier persona, desde cualquier lugar del mundo, pueda observar cómo se van agregando los resultados no sólo a nivel nacional, sino también circunscripcional, estatal, distrital e incluso casilla por casilla (recuérdese que los partidos cuentan con las copias de las actas de escrutinio de las casillas y las pueden confrontar con los resultados del PREP).

“Pero el PREP es sólo un sistema para informar la noche de la elección. El cómputo oficial inicia el miércoles siguiente en los consejos distritales, en donde se reúnen el presidente (único funcionario del IFE), seis consejeros ciudadanos y los representantes de los partidos.

“Pueden producirse irregularidades en una casilla o en un conjunto de casillas. Pero un fraude maquinado centralmente es imposible”, concluye el ex presidente del IFE.