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Columnas y artículos de opinión
A salto de mata
La función social de la escuela
Gino Raúl De Gasperín Gasperín
29 de junio de 2012
alcalorpolitico.com
“Nuestra visión de la educación responde a un sentido humanista y a una cosmovisión donde todos los hombres que integran la sociedad merecen igualdad de oportunidades para desarrollarse tanto física, como espiritualmente, y el medio idóneo que encontramos para alcanzar tal fin es la educación y el acceso a las manifestaciones culturales”, dijo en una ocasión un pensador veracruzano.

Está entendido que la educación es una actividad que permite a toda sociedad su propia identidad y, por lo tanto, su supervivencia. De ahí que los fines que tenga el sistema educativo de cualquier comunidad estarán determinados por esa misma comunidad. En aquellas sociedades de estructura simple, quizá los objetivos sean simples, únicos y directos; pero en las sociedades de gran complejidad, como la nuestra, serán los distintos grupos sociales que la integran quieren tendrán todo el derecho de marcarlos y luchar por ellos.

Para nadie es desconocido que los resultados que obtenemos de muchos centros escolares, de todo nuestro sistema educativo, ni han respondido ni responden en estos momentos a los grandes reclamos que la misma sociedad presenta. Primero, porque estamos ante la urgencia de una renovación de las estructuras políticas, en que la democracia con sustento ético debe suplantar a las tradiciones autoritarias; segundo, porque los avances científicos nos ponen en la permanente urgencia de la actualización; tercero, porque los rapidísimos, fáciles y omnímodos sistemas de acceso a la información nos demandan habilidades y destrezas nuevas; y, finalmente, porque las tendencias económicas mundiales nos ponen en tensión con nuestras propias tradiciones y costumbres y hasta idiomas, es decir, con nuestras culturas locales.


Nuestras escuelas han surgido de la necesidad que tiene cada grupo social de mantenerse, de pervivir y de integrar a sus nuevas generaciones a su cultura. Pero la sociedad teje su trama con otras muchas influencias que, en ocasiones, por desorden y por ambición, se oponen, rebasan y hasta hacen nugatorios los esfuerzos de las instituciones educativas. Se vive, así, en una lucha permanente en que, por una parte la misma sociedad reclama a la escuela forme ciudadanos con base ética, con un actualizado bagaje científico, con habilidad para aplicar sus conocimientos para lograr un mayor bienestar, con sentido crítico, democrático y equitativo, y por otra permite que surjan estructuras, grupos, movimientos, medios que contraponen sus intereses particulares a ese beneficio colectivo. Y entonces se demanda al sistema educativo que afronte su responsabilidad al extremo de sus capacidades, en ocasiones sin recursos técnicos, materiales, económicos y humanos; que haga de cada aula un sombrero de mago y extraiga casi de la nada a los elementos que necesita, actualizados, solidarios, creativos, inteligentes y dinámicos para enfrentar a sus propios monstruos. Cuando la sociedad ha encontrado que estos “frankensteins” que ha prohijado tienen en la mira devorarla, roerle sus propias raíces y cimientos y ponerla en riesgo de catástrofe, entonces se recurre a la escuela como la “desfacedora de entuertos”, se deposita en la educación una “carga de esperanza” y se confía en que la escuela cumpla una complicadísima tarea, ya que no solo se trata de instruir o de enseñar encerrados entre cuatro paredes, sino de trascender e involucrar a la sociedad en su conjunto. Esta visión de la escuela exige la renovación del pacto social y grandes cambios políticos y sociales. Se trata de hacer pensar a los niños y jóvenes cómo vivir mejor, enfrentándolos a las dos grandes preguntas que se hace el programa de Filosofía para niños: ¿Qué clase de persona quiero ser? y ¿En qué mundo quiero vivir?

Sin duda una enorme responsabilidad que el sistema educativo debe afrontar, que quienes trabajamos en la educación debemos enfrentar con más imaginación, con más voluntad, con más inteligencia, con la esperanza de que los niños (“el futuro del hombre”) y jóvenes puedan alcanzar el nivel de vida que les corresponde en justicia.

*Academia Mexicana de la Educación
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