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Columnas y artículos de opinión
Kairós
Red de redes: la telaraña de los electores
Francisco Montfort Guillén
29 de junio de 2012
alcalorpolitico.com
Si donde crece el peligro nace la fuerza que lo conjura, lo soluciona, como propone el poeta alemán Hölderlin, también puede afirmarse que en las soluciones a los problemas anidan la amenaza y la nocividad que las desvirtúa, las eclipsa. En la democracia conviven los problemas y soluciones pero no tejidas en la relación de causa/efecto, sino de causa/efecto/causa pues sus vínculos son retroactivos y recursivos. El mundo cambió mucho en los últimos 30 años. ¿Es posible que México permaneciera inmutable? ¿Qué cambió y por qué no percibimos las transformaciones? Las ideas de Manuel Castells sobre la evolución del capitalismo desde el industrialismo hacia el informacionalismo, pueden ayudarnos a explicarnos el presente. El desafío es interpretar la realidad sin condenarla.
 
¿Por qué llegamos a esta situación de malestar cultural, de pesimismo cívico y cinismo político? Probablemente por las prisas y embarullamientos de los demócratas por arribar al paraíso y la pasividad y cachaza de los autoritarios para no abandonar su edén. A la distancia pareciera que nunca supimos de dónde partíamos y a dónde queríamos llegar. O lo supimos, pero no acertamos a construir el camino adecuado. Porque en medio del camino desapareció el actor que debería anhelar la libertad personal y el individuo que gusta de ejercer su autonomía: el ciudadano.
 
La novedad es la configuración de la sociedad/red, según Manuel Castells. Las redes son «complejas estructuras de comunicación establecidas en torno a un conjunto de objetivos que garantizan, al mismo tiempo, unidad de propósitos y flexibilidad en su ejecución gracias a su capacidad para adaptarse al entorno operativo. Las redes están programadas y al mismo tiempo son autoconfigurables… La dinámica social construida alrededor de las redes parece disolver la sociedad como forma estable de organización social… (como organización) de las burocracias jerárquicas basadas en la integración vertical de los recursos y de los sujetos, como expresión del poder organizado de una élite social, legitimado por la mitología y la religión… (ahora la dinámica social hace surgir) una nueva forma de sociedad, la sociedad red, formada por configuraciones concretas de redes globales, nacionales y locales en un espacio multidimensional de interacción social».
 
A la economía global y a la era planetaria de la cultura, corresponde la sociedad/red, «compuesta por tecnologías digitales de la comunicación y la información»; y a ésta corresponde la reconfiguración del Estado-nación que se asocia y forma «redes de estados»; que construyen «una red cada vez más densa de instituciones internacionales y organizaciones supranacionales para tratar temas globales…; que han iniciado un proceso de devolución de poder a gobiernos regionales y locales abriendo canales para la participación de ONG…. (Así surge) el “nuevo estado/red” que se caracteriza por compartir la soberanía y la responsabilidad entre distintos estados y niveles de gobierno; por la flexibilidad de los procedimientos de gobierno y una mayor diversidad de tiempos y espacios en la relación entre gobiernos y ciudadanos en comparación con el anterior estado-nación».
 
El poder y la lucha por el poder tienen, en consecuencia, a las redes sociales como nuevo actor político, que “une dos ideas…1) que los estándares de coordinación son más valiosos cuanta más gente los utiliza… y 2) esta dinámica -que describo como forma de poder- puede llevar a la progresiva eliminación de las alternativas sobre las que, en otro caso, se puede ejercer la libre elección colectivamente…”. (Grewal, 2008, en Manuel Castells, Comunicación y poder).
 
El ejercicio del poder en la sociedad/red y el Estado/red «depende de dos mecanismos básicos: 1) la capacidad de constituir redes y de programar/reprogramar las redes según los objetivos que se les asignen; y 2) la capacidad para conectar diferentes redes y asegurar su cooperación compartiendo objetivos y combinando recursos, mientras que se evita la competencia de otras redes estableciendo cooperación estratégica».
¿Todas estas transformaciones sociales pueden ser ajenas a la vida democrática? ¿Acaso la democracia no se ve afectada por las redes sociales, su poder y funcionamiento? Por supuesto que sí. A la sociedad, Estado, poder y cultura de las redes corresponde una democracia/red y un elector/red.
 
En México, la construcción del elector/red, que sustituye tanto al elector/grupo corporativo, como al ciudadano/votante con su libertad política y autonomía individual, mezcla arcaísmos y novedades con una eficacia sorprendente. Su aparición en el sistema político mexicano se fue haciendo lentamente y sobre la marcha. Sus signos más visibles aparecen con el desfondamiento de la eficacia de las corporaciones gubernamentales y de los sectores del entonces partido oficial que obligó a sus dirigentes a su gradual sustitución como mecanismo electoral, inicialmente a través del Programa Solidaridad. Los beneficiarios de Solidaridad (que conformarían el posible «partido de la solidaridad» de corte liberal-socialista) surgen también por las quiebras económicas del país debido a torpezas gubernamentales que provocan la aparición del mayor número de pobres en la historia de México y que han resultado un problema insoluble hasta el momento. Las redes sociales ligadas al combate a la pobreza emergen así mismo de las disputas partidistas de un sistema que ya admitía la competencia formal de los partidos de izquierda. Desde entonces, los partidos «revolucionarios» y de izquierda hacen todo lo imaginable por construir, conservar y acrecentar clientelas electorales (que ahora llaman ciudadanía, casi como sinónimo de pueblo). El elector/red es sobre todo la respuesta, el resultado de las acciones de los principales actores del viejo régimen que se disfrazaron de demócratas ante el temor de transitar de la coacción del autoritarismo a la seducción de la democracia.
 
Los avances democráticos en México construyeron una nueva relación de poder, que no se reduce al Estado «con sus instituciones de gobernanza de la sociedad y sus organismos de representación política institucionalizados, y a la gestión y control de la vida social», de acuerdo a como funcionó el sistema por lo menos hasta 1997. La relación de poder, que es «el proceso fundamental de la sociedad, puesto que esta se define en torno a valores e instituciones, y lo que se valora e institucionaliza está definido por relaciones de poder» especifica propiamente el nuevo «poder (que) es la capacidad relacional que permite a un actor social influir de forma asimétrica en las decisiones de otros actores sociales de modo que favorezcan la voluntad, los intereses y los valores del actor que tiene el poder».
 
Y el nuevo poder en México, y en el mundo, es el poder en las redes sociales, del cual forma parte el Estado/red, que surge «de una serie de proyectos que constituyen el material cultural/ideacional sobre el que distintos intereses políticos y sociales presentes en la sociedad trabajan para lograr la transformación del estado». En México, quienes ostentan el poder están organizados en redes, formadas por individuos concretos (no son abstracciones intelectuales, ni personas virtuales, ni seres manipulados que actúan como autómatas) que se han organizado en torno a sus intereses y alientan e imponen sus proyectos a las demás redes y sobre todo a quienes están fuera de las redes dominantes y, más fácilmente, sobre quienes no pertenecen a ninguna red.
 
El elector/red ha desplazado al elector/ciudadano en visibilidad y en la opinión pública. Es el resultado de juntar la vieja cultura corporativista, clientelista y autoritaria con la nueva cultura de las redes sociales de organización horizontal, con objetivos ciudadanos y con aspiración democrática. La configuración de este nuevo actor social entreteje los vestigios de la estructura territorial de viejo régimen, refuncionalizada por todos los partidos, aunque principalmente los del viejo régimen (PRI, PANAL y los de izquierda), con las estructuras de poder de la oligarquía modernizada, a base de crisis, desde 1976. Es este nuevo Estado/Red el impulsor de un nuevo actor político, el elector/red, que creció y se desarrolló ante la debilidad del ciudadano/elector que tuvo una aparición fugaz cuya importancia se expresó y duró entre 1996 y 2006.
 
El elector/red fue construido principal, aunque no exclusivamente, en los estados de la república dominados por el PRI como respuesta a la disfuncionalidad electoral de los grupos corporativos y a los avances de la autonomía de los ciudadanos. El partido, en general: los partidos, se convierten en la máscara bajo la cual se cubren nuevas formas de coaligar intereses e imponer proyectos desde las cúpulas gubernamentales y económicas y desde las bases de la sociedad modernizada.
 
Teniendo como eje a los gobiernos de los estados y la agrupación de intereses de las élites de cada entidad, los gobernadores tejieron redes de seguidores afines a sus propósitos, en todos los medios sociales e inclusive de todos los partidos políticos. Cada día y cada acto de gobierno fue engranado en una red de lealtad política, personal e institucional. El resultado final es la constitución de una red de redes en permanente reconfiguración. El modelo, exitoso, fue replicado en todas las entidades federativas y sólo no triunfó ahí en donde, aliados (Oaxaca y Puebla notoriamente), PRD/PAN lograron construir, únicamente para efectos electorales, una red más poderosa que se fue desvaneciendo en organización, eficacia y proyectos desde el día posterior a su triunfo electoral. Redes efímeras que no han logrado sobrevivir por múltiples factores políticos, económicos pero sobre todo culturales.
 
El único elector/red eficiente y eficaz contrario al elector/red del PRI es el de la capital de la república. En el Distrito Federal el elector/red del PRD constituye la relación de poder más fuerte que sirve de contraejemplo de lo que significa la aparición del elector/red como nuevo actor social y político.
 
La realidad que vemos en escena es la lucha de redes. De un lado, la red entre un partido político (el PRI) con las televisoras y los principales medios de comunicación en todo el país, que expresa la capacidad de constituir redes así como programarlas y reprogramarlas. Estas son las más poderosas, pues son las redes del conocimiento, la red de los programadores. Estas son apoyadas por las redes de los enlaces o los switchers. De esta manera, de acuerdo con las ideas de Manuel Castells (Comunicación y Poder, México,FCE; 2012) es posible proponer que esta elección es el primer enfrentamiento entre redes sociales, la primera evidencia de las nuevas relaciones de poder, la primera disputa entre electores/red, pues a la red de redes del PRI, se enfrentan la red de redes de la izquierda y la respectiva del PAN. Sólo el día de la elección sabremos la consistencia y fortaleza de los electores ciudadanos que no han sido integrados a las redes de redes, así como el sentido de su decisión. Por el momento, lo que las encuestas han indicado es que la red de redes formada por el elector/red del PRI tiene más fortalezas e intenciones de voto.

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