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Columnas y artículos de opinión
Hemisferios
Peña, presidente para todos
Rebeca Ramos Rella
2 de julio de 2012
alcalorpolitico.com
Ha concluido la jornada electoral. Una fiesta democrática sin violencia, sin sobresaltos y con una magnífica participación de arriba del 62%. El IFE refrenda la consolidación de la democracia electoral en México y se reitera como un extraordinario órgano moderno, imparcial y profesional que organizó los comicios y que logró la instalación de más del 99% de las casillas. Más de 3 millones de mexicanos contribuyeron como funcionarios de casilla, representantes de partidos y como observadores electorales.

Más de 49 millones, votamos y muchos miles reclamaron más boletas en las casillas especiales. Del extranjero, 40 mil 737 paisanos emitieron su voto, cada uno que costó alrededor de 5 mil pesos y en total, el proceso para lograrlos, 207 millones de pesos.

Los incidentes fueron menores. Vimos a los candidatos del PAN y del PANAL, prudentes, moderados, aceptando la ley y a instituciones y sobre todo, a la voluntad del voto ciudadano.


Destaco la civilidad democrática, la entereza y el valor de la candidata oficial, al reconocer su derrota, a tiempo y sin berrinches, ni advertencias. Vázquez Mota ha dejado un referente, a mejorar y superar, para que las mujeres que participamos en política, sigamos pavimentando el camino que logre la primera Presidenta de México, algún día.

No obstante, el partido en el gobierno federal tuvo a su mejor exponente, esta larga noche, en el Presidente Calderón, que dirigió un impecable discurso a la Nación. Contundente, imprimió intensidad y hasta entusiasmo en sus palabras al pueblo, señales concisas de respeto, institucionalidad, certeza y confianza en la transferencia del poder, que le ganaron reconocimiento a su estatura democrática y republicana y hasta el aplauso espontáneo de priistas, por su solidez y madurez políticas. En verdad, el Presidente sale como un vencedor, al final.

La mala nota es, como se previno, aunque bastante desinflada, confusa y ambigua,la espera que se ha prestado el candidato de las izquierdas, hasta tener los resultados definitivos, pues “no está dicha la última palabra”, es decir, no ha decidido qué va a hacer frente a su inminente derrota. Inusitadamente tranquilo y mesurado, denunció inequidades, recursos desplegados y dejó entrever que va a impugnar pues, en el colmo de la necedad, no reconoce como válida la información del conteo rápido del IFE, en contraste con “su información”.


Lanzó la amenaza del recuento, pero al mismo tiempo, se contradijo al sostener que respeta las instituciones y que no actuará irresponsablemente, en otras palabras, no iniciará protestas inmediatas, lo que es una buena noticia. Sin embargo, no se le escatima que alcanzó sostener y acendrar su liderazgo nacional. Convenció a los indecisos que le dieron 6 puntos más y que le abonaron en total, 15 millones de votos aproximadamente. Sin duda, López Obrador estará rearmando su estrategia de inconformidades, ya que no podrá cuestionar mismas instituciones y mismas leyes y procesos, que le brindaron el triunfo en el D.F.; posiblemente en Morelos y la pelea por Tabasco, al PRD.

A estas deshoras, fluye efectivo, funciona el PREP, sin contingencias. La sorpresa es la disminución de los puntos de diferencia entre el puntero y el segundo lugar. La brecha de encuestas previas –de entre 12 y 16 puntos-, según el conteo rápido institucional queda en un margen de entre 7 y 8 puntos, algo más de 3 millones de sufragios.

No hubo aplanadora; tampoco carros completos para avasallar en el Congreso Federal. El PRI no obtendrá la mayoría absoluta para acomodarse en una gobernabilidad sin negociaciones obligadas con otras fuerzas políticas, pero regresará a Los Pinos. Logró, recuperar Jalisco tras 18 años de panismo y Chiapas; aún pelea Tabasco y Morelos; perdió el D.F. perredista, donde ganó el candidato de Ebrard y él mismo, como el que “debió ser”, con un apabullante 66%.


La ciudadanía le cobró al PAN, la inseguridad, violencia, pobreza y desempleo y además en el D.F. y, en Jalisco, lo refundió al tercer lugar. Guanajuato es su única victoria, aunque veremos que se consolidará como segunda fuerza en el Congreso.

Este 1 de julio y esta madrugada del día 2, son históricos. Se ha presentado la votación jamás lograda antes. El PRI vence la Presidencia de la República, por primera vez en su vida, como un verdadero partido político y como una real fuerza opositora, sin los dedazos del pasado, los fraudes, las prácticas indignas, sin la bendición en recursos y parafernalia de la etiqueta de la oficina electoral del suprapresidencialismo.

El PRI ganalegítimamente y democráticamente en una elección que se tornó competitiva, cuestionadora ydesafiante, sobre la carga pesada y sucia de las mañas antiguas; las sombras de priistas corrompidos, envenenados de ambición y poder y ligados con el crimen organizado; por encima de los fantasmas de hechos y personajes indeseables y repudiados que torturan la memoria de millones.


La irrupción de los universitarios manipulados, refaccionados por el GDF, divididos en sus posturas, extraviados en sus reclamos, ofensivos y acosadores, abrieron la ventana de la conciencia social para expresar abiertamente demandas y fobias, intolerancias y agresiones, pero que revelaron la posibilidad de la polarización y la violencia social, que orillaron a candidatos a reforzar el discurso incluyente, tolerante, interesado en serio esta vez, en las nuevas generaciones.

Este cúmulo de ausencia de ética, pecados y excesos, remembrados y exhibidos en la arenga de odio, obligaron al PRI y a Peña Nieto a reiterar con toda definición, que el PRI viejo ha muerto, que el pasado vergonzoso por vicioso, autoritario, represor, corrupto y abusivo, opaco y simulador, ya no puede volver a gobernar este país desde la gran silla. Sin quererlo, la descalificación y rechazo a la reedición del pasado del priismo vertical y populista, reforzaron el mensaje, el cuerpo y la acción de la maquinaria política más experimentada y efectiva para ganar la elección presidencial.

¿Y cómo y por qué gana el PRI? Algunos podrían decir que gana por descarte.


Es válido que la incompetencia del primer gobierno federal panista y la falta de estatura del equipo y partido, que apoyara al segundo Presidente azul, -lo mejor que tuvieron los panistas y no lo reconocieron-, hayan causado que los ciudadanos le arrebataranal PAN la fe en un tercer mandato.

Es válido que la ciudadanía haya negado, por segunda vez, a la izquierda rijosa, agresiva y violenta y al mejor reciclador del autoritarismo priista, su mesiánico candidato, la opción de comandar y “refundar la República”, con sus métodos inefectivos, populistas y opacidades en la gestión gubernamental.

Pero es muy posible que, pese a que vestigios del superpresidencialismo de antaño perviven aún en la forma y en el fondo para gobernar en los estados, los electores hayan ubicado el cambio que quieren, en el partido que construyó las leyes, las instituciones y sistema de este país, que por décadas, mantuvo la paz social y el orden, con rumbo.


El PRI realizó una extraordinaria campaña y tuvo a un genuino líder como candidato. Liderazgo político y social que perdieron en Lomas Taurinas y que ningún priista de la elite demostró después, para congregarlos y convencerlos, sólo hasta ahora.

Peña Nieto labró sus estrategias para vencer. Conjuntó las voluntades en base a su carisma, su juventud con rasgos de hombre formal y respetuoso de las formas internas y desplegó a la Fuerza Mexiquense como el grupo político, moderno, aglutinador de cuadros, el nuevo rostro dentro del PRI. Construyó su candidatura desde la gestión efectiva del gobierno y la ganó.

Echó mano de las redes sociales y de la tecnología para promover su proyecto, ejes y compromisos, asentándose en una cuidadosa y aterrizada planeación para ofrecer obras, acciones y programas que efectivamente dieran respuestas y soluciones, directos, a las prioridades regionales y locales. Aprovechó su imagen, carisma, frescura y las amalgamó con un discurso sobrio, sencillo, con una conducta cercana a la gente, accesible, confiable.


El mensaje fue de cambio con responsabilidad, claro, enfocado en reclamos y en posibilidades reales, sin demagogia, sin generalidades, ni frases desgastadas. Se dedicó a propagar la sensación colectiva de conciliación, de tolerancia y apertura a la pluralidad. Superó los lapsus, derrumbó los mitos y las etiquetas; se avocó a proponer y a ser constructivo, integrador; no respondió ofensas, con agravios ni insultos; aguantó el acoso y la agresión juvenil. Fue determinado en sus posturas y cuidadoso, en los temas escabrosos.

Mientras sus adversarios perdían tiempo en denostarlo, Peña proponía, se comprometía con la gente. Reactivó y reaceitó la capacidad de organización, movilización y articulación de estructuras partidistas y de campaña, de promoción y operación en los estados; les dio un espacio a todos ya todas, no excluyó a nadie, no dejó cabos sueltos; unió al partido y hasta logró adhesiones inimaginables desde la desbandada de la derecha y la izquierda. Concilió con la vieja guardia y apoyó a la nueva generación. Tejió alianzas con grupos y poderes fácticos, sembrando la certeza en la viabilidad de su proyecto. Sedujo, convenció.

Desde mi perspectiva y en base al seguimiento que di acompromisos y posicionamientos, -por cierto Peña firmó 264 Compromisos Nacionales y Estatales-, puedo remarcar que fueron tres los grandes éxitos propositivos de Peña Nieto: la Nueva Estrategia de Seguridad, que remarcó la continuación de la lucha contra los criminales, abatiendo violencia y protegiendo a los ciudadanos y su reiteración inobjetable de que, contra los malos, ni pacto ni tregua, una afirmación tajante frente al mensaje de sus contendientes; aquí se ganó la confianza de quienes queremos un México en paz y en ley, sin corruptos, impunes, reclutados ni infiltrados.


El Decálogo de los Compromisos por la Economía Familiar, que engloban las soluciones para abatir pobreza y desigualdades, desesperanza y precariedad que padecemos millones, un hit en la política social de Estado que perfila.

Y la tercera, la propuesta política más importante que ofreció, el Manifiesto por una Presidencia Democrática, que en síntesis refrenda su vocación por construir un nuevo sistema presidencial, acotado en el respeto a las leyes y derechos constitucionales; que orienta una nueva forma de gobernar y de hacer política, en y desde el PRI, en el gobierno y en la representación, y que, en su esencia, sepulta al superpresidencialismo y a las tentaciones excedidas de quienes han añorado el retorno del pasado, la revancha, el botín.

La Presidencia Democrática es la vacuna contra lo que gritan en las calles, en las redes y en las mentes perversas codiciosas de poder. Es la reforma política al sistema y al régimen y es también la refundación del PRI, del que viene.


Es la nueva ruta que advierte e impone a sus correligionarios, para sumarse y evolucionar, si quieren adecuarse a la realidad que demanda el país y si quieren resurgir renovados, como una clase política y gobernante nacional, que entierra artes y conductas prehistóricas y se somete a conducirse con las nuevas. Que olvida y que aprende.

En el escenario que arrojan las urnas, el PRI en el poder, habrá de demostrar que cumplirá con los comprometido; que con la democracia que le brinda la oportunidad histórica de volver, va a resolver con eficacia, legalidad, transparencia y respeto a la pluralidad; que mejorará sus métodos de negociación y de acuerdo político con las fuerzas minoritarias y destrabará las reformas estructurales que urgen; que romperá con la maldición que lo persigue en las mentes y acciones de muchos priistas, que no entienden, ni quieren sujetarse al quehacer político con ética, dignidad e integridad.

El PRI deberá refrendar la confianza ciudadana quele han dado más de 18 millones de ciudadanos, pero también habrá de conquistar sobre coincidencias y desde los hechos, a los otros millones que votaron contra o por otra opción.


Vienen 6 años para asentar lo comprometido esta madrugada emblemática: que con el triunfo de Peña Nieto, el Presidente de todoslos mexicanos y las mexicanas, hemos ganado.

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