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Columnas y artículos de opinión
Zeitgeist
Convicciones en tiempos de elecciones
Armando Chama Tlaxcalteco
2 de julio de 2012
alcalorpolitico.com
A lo largo de la historia reciente de México, en especial la historia posrevolucionaria, nuestro país, su riqueza cultural, natural, humana y otras innumerables, han sido el objeto del deseo de toda suerte de políticos, de toda clase de lobos rapaces, de buitres de la peor calaña, de saqueadores y profanadores de esas riquezas. Porque ya lo dijo el gran Rubén Darío, “pobre México, tan lejos Dios…”, y si, pobre México; objeto del latrocinio de sus gobernantes durante más de setenta años y por lo menos de otros doce a partir del año 2000.

No obstante el desencanto y el hastío generalizado hacia la forma de política que se opera en nuestro país, hoy, es necesario reconocer que al menos en el corto plazo, fue el medio por el que nosotros los ciudadanos, emitimos nuestra opinión de cual tendría que ser el derrotero del país los próximos seis años. Lástima… solo seis años.

A pesar de ello y dado que no soy partidario de esa forma de “hacer política”, hoy creo que es necesaria, pero, en su acepción de “hacer” y no en la de “decir”. Creo firmemente que para que México camine no se necesita de una guerra malograda que no pretende ser ganada sino solo mantenida, y que en realidad lo único que pretende es coartar nuestras libertades; creo firmemente en que la educación solo tendrá verdaderos cambios, cambios estructurales, cuando al gobierno no le tiemble la mano para trastocar la estructura casiquista de ese sindicato; porque el slogan de Calderón era el de “presidente del empleo” y “mano firme”, y sin embargo dejará un país enlutado, lleno de desempleados y una mano “fascistoide” que a penas y se sostiene cuando se trata del SNTE.


Creo firmemente en que el Estado puede ser un agente proactivo del crecimiento económico primero, y posteriormente propiciar las condiciones de arranque hacia el desarrollo, y porque no, hasta de facilitar la operatividad del capital, pero sin descarados distingos fiscales y sin preferencias financieras que favorezcan a ciertos grupos de interés que lo único que hacen es lesionar los intereses comunes, y encadenar a la pobreza estructural a más de sesenta millones de mexicanos.

Creo firmemente que la percepción casi esquizoide de la violencia producto de esta guerra, no se combate con más policías en la calle ni con la adquisición de más armamento, mucho menos con la restricción de las libertades individuales, sino que estoy convencido, que es con empleos dignos y remunerados de acuerdo a las actitudes y aptitudes de cada trabajador, de acuerdo a su capacitación y empeño, teniendo en cuenta que la eficiencia del trabajador del mañana está ligada, indefectiblemente, a la calidad en la educación de hoy.

Creo firmemente en la revaluación de la figura presidencial y del peso que debería ejercer en aras de la representatividad que éste detenta y en función de la defensa de los intereses de quien lo eligió; creo firmemente que aunque vivamos en una democracia y en una economía de mercado en la cual existe “libertad de elegir”, ésta no funciona sí solo se privilegia a poderes fácticos; aun así ,insisto, no tengo empacho en que se facilite la operatividad del capital, siempre y cuando no sea a costa de la privación de las expectativas de la gente menos favorecida.


Creo firmemente en que las políticas que muchos llaman “paternalistas” no son del todo perversas en un primer momento, pues un Estado que protege socialmente a sus ciudadanos no lo debería hacer como una dádiva ni aún como simple asistencia social, sino como una forma de adquirir legitimación ante ellos; como no implementar este tipo de políticas, insisto, en un primer momento, ante un pueblo dejado en orfandad desde ya hace más de treinta años, y que hasta el día de hoy, ni siquiera ha aprendido a darse de comer.

Creo firmemente que la democracia no se agota en las urnas, sino que solo es, apenas, la mínima expresión de ésta; creo firmemente que una democracia cargada de desigualdades sociales, escoltada por la pobreza, flanqueada por violencia e inseguridad y encima de ello onerosa, no tiene sentido, pues la democracia no solo se reduce a la frialdad de un simple concepto, sino que debería, ser un modo de vida social que permitiera la franqueabilidad constante de las brechas entre los “pocos” que todo lo tienen y los millones que tienen apenas diez pesos o menos al día.

Creo firmemente que de nada sirve un IFE y un proceso electoral “blindados”, sí cada periodo de elecciones también se blindan los presupuestos públicos y privados y con ello se frena la actividad económica real; de que sirve tanta “seguridad en las elecciones” sí se especula en la inversión productiva en la misma medida en que se especula “quién ganará”, hecho que termina por deprimir, también, la creación de empleos.


Eso es lo que personalmente considero y dejo a su consideración amigo lector, muy humildemente le reitero la invitación a reflexionar y a criticar cada una de las acciones que los partidos y el gobierno llevan a cabo; no es sano creer ciegamente todo lo que vemos y escuchamos, no es saludable pensar como se nos indica que debemos pensar, antes bien, es menester estar informados, pues como dice Naomi Klein una importante crítica de la globalización y de las “virtudes” del libre mercado, “la información es nuestra mayor arma contra el shock… armémonos”.

Entonces pues, lo único en lo que los mexicanos estamos de acuerdo sin importar la ideología, credo o estrato social, es que las cosas marchen adecuadamente en el país, que la pobreza se reduzca, que la reducción de la marginación social sea un objetivo del crecimiento y del desarrollo, que los compadrazgos entre empresarios y políticos no sean el preludio de la tiranía de la clase gobernante. Ya sea en tiempos de elecciones o no, las convicciones no cambian, siempre son las mismas, es solo que cobran una fuerza que deberían tener siempre y se tornan de una polémica que no deberían padecer nunca. Simplemente son: convicciones en tiempos de elecciones.