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Columnas y artículos de opinión
La mirada de los otros
El Congreso tiene la palabra…
Tomás Rodríguez Pazos
5 de julio de 2012
alcalorpolitico.com
La mayoría de los mexicanos “ha visto” trastocadas sus formas de vida –su cultura- por una televisión abierta comercial que le despacha noticias, telenovelas, deportes, concursos, riñas familiares en vivo y chismes sobre sus “estrellas”, sin objetivos sociales ni restricciones éticas. Estas televisoras se autodefinen como la industria del entretenimiento y se amparan en la libertad de expresión para decir “si a usted no le gusta cámbiele”.
 
¿Cómo se construyó este omnímodo huésped de los hogares mexicanos? En 1947, el presidente Alemán Valdés otorgó las primeras concesiones de TV. bajo un esquema similar al norteamericano, privado y comercial; desechó, entonces, la propuesta de Salvador Novo de constituir una televisión pública con el modelo británico (BBC). En 65 años se ha expandido el imperio “de las imágenes y los sonidos”, cuyos concesionarios concentran el 95% de las estaciones comerciales del País. 99.3% de la publicidad y 98% de la audiencia” (Periódico Reforma. Sec. Negocios, p1, del 21/06/2012).
 
En 1956 se autorizó la apertura del canal 11, como un primer intento de TV cultural –“permisionado”-. En 1972, el gobierno de Echeverría compró el canal 13. López Portillo y de La Madrid llevaron a la quiebra el intento de una TV estatal; en 1993 bajo el presidente Salinas se privatizó el 7 y el 13 con el nombre de TV Azteca. En su libro La Televisión Pública en México 2007-2008. Florence Toussaint daba cuenta de las televisoras estatales, que existían en el país: tres universitarias, tres de cable, dos federales y veintitrés estatales, entre ellas alcanzaban 1762 millones de presupuesto: hay que agregar permisos más recientes para el canal 21 del DF., 45 del Congreso, y el 44 de Guadalajara. 34 señales que son reguladas por la OPMA (Organismo promotor de Medios Audiovisuales); conforme a la nota de Reforma –párrafo arriba- capturan un 2% de la audiencia nacional.
 
Hago 2 valoraciones:
*Durante los años próximos la TV abierta privada seguirá siendo la principal fuente de información y formación de conciencia –o inconsciencia- de las mayorías. Urge una nueva ley para la TV privada y pública, diseñada bajo un espíritu de servicio a la nación –no a la ganancia- con una rectoría ciudadana que autorice las concesiones y las supervise. El Congreso tiene la palabra.
 
* Los proyectos de TV estatal, deben de transformarse en una televisión pública, autónoma del gobierno, para lo cual puede estudiarse y adaptarse el modelo británico y español. La actual dispersión de recursos no tiene justificación. El Congreso tiene la palabra.
 
La Secretaría de Educación y la de Cultura –si la hubiera – debieran ser las principales promotoras de una televisión para formar ciudadanos, menos consumistas y más comprometidos con la equidad y la justicia, bases del bienestar colectivo.