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Columnas y artículos de opinión
Rafael Martínez Hernández
Guillermo H. Zúñiga Martínez
7 de julio de 2012
alcalorpolitico.com
Fue un buen hombre. Siempre amable, estudioso, diligente, le agradaba resolver problemas y daba gusto compartir responsabilidades con él.

Tuve el privilegio de conocerlo hace más de 30 años, cuando dirigí la Educación Popular en el Estado de Veracruz; al tratarlo, me enteré que sus primeras clases las había impartido en Coatzacoalcos.

Con el tiempo el maestro Ángel J. Hermida Ruiz, valoró su preparación y méritos didácticos y lo nombró inspector escolar en la zona de Pánuco.


Cuando me visitó y conocí su trayectoria, le propuse que fuera inspector escolar en la zona de Coatepec; en esa circunscripción se le recuerda con afecto porque su desempeño fue impecable, demostró honorabilidad y sensibilidad con los directivos y maestros de grupo y, generalmente, obtenía resultados positivos en cuanto a la labor que se debe emprender para lograr un ambiente adecuado para la superación del personal y principalmente para la preparación de las nuevas generaciones.

Atento y respetuoso con las autoridades, le satisfacía cumplir los compromisos adquiridos. Durante 6 años traté a Rafael Martínez Hernández, en un marco de amistad y convivencia agradables, jamás una discusión o discrepancia respecto de las acciones que emprendía. Para sus compañeros fue un paradigma en el cumplimiento del deber.

Culminó el ejercicio que nos correspondió como representantes de la educación popular de la entidad; él se quedó trabajando en la Dirección General al lado de la maestra Laura Mora Muñoz, a quien sirvió con lealtad e integridad. Rafael era muy eficaz con las personas con las cuales trabajó.


Pasó el tiempo y se dedicó a organizar sus actividades; quien esto escribe, se vio inmerso en otras funciones, hasta que hace poco tiempo volvimos a coincidir, precisamente cuando empezaron a surgir las primeras licenciaturas avaladas por el Instituto Veracruzano de Educación para los Adultos, porque le pedí que tuviera la gentiliza de apoyarnos en esas tareas que se empezaban a desarrollar, para servir a nuestros semejantes, principalmente a los que no habían tenido la oportunidad de estudiar en universidades o que, por situaciones diversas, se habían alejado de la aulas .

Con eficiencia empezó a desempeñarse en la Subdirección de Licenciaturas; supervisaba los planes y programas de estudio e impulsaba las diversas carreras que actualmente se encuentran ya consolidadas; el reencuentro fue muy grato, porque si algo describió a Rafael Martínez Hernández, fueron su honradez y la confianza que despertaba entre quienes lo conocimos y tratamos.

Posteriormente, tuve la oportunidad de volver a frecuentarlo en la Universidad Popular Autónoma de Veracruz, cuando fungió por un tiempo como Director de Educación Superior; su trabajo fue creativo y ejercido con la responsabilidad que invariablemente lo distinguió, los problemas que se encontraba los superaba con una gran suavidad, en armonía y haciendo hincapié en la aplicación estricta de las normas que rigen a esta nueva Institución; lo veía alegre y contento de estar desempeñando una misión que le fascinaba, hasta que un día, en una conversación de amigos, me confió que tenía algunos problemas de carácter físico y empezó a recurrir a médicos y practicarse los análisis que le encargaban; el resultado fue que debía guardar reposo y dedicar su tiempo a cuidarse, eso lo llevó a solicitar su separación del cargo, para ubicarse en tareas académicas que le permitieran estar más tranquilo y ocuparse de su salud. Así lo hizo.


Hace alrededor de 15 días, me habló para comunicarme que le habían señalado el 5 de julio para ser sometido a una operación del músculo cardiaco; el día 4 del mismo mes sufrió, lamentablemente, un infarto del cual no se pudo recuperar, por lo que emprendió el viaje sin retorno al que estamos destinados todos los humanos.

Fue un maestro preocupado también por el bienestar de su familia. Su trabajo y esfuerzos estaban inspirados en su esposa –a quien conoció en Coatzacoalcos durante sus primeros años como docente-, en sus hijos y hermanos, quienes sólo guardan buenos recuerdos de él. Su respetable señora esposa me comentó que en sus ratos libres le gustaba escribir sobre su trayectoria, lo que seguramente dará origen a sus memorias.

Sinceramente lamentamos su partida y vamos a extrañar su cordialidad y la generosidad que exhibía en todos sus actos.


Descanse en paz tan estimado maestro.

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