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Columnas y artículos de opinión
Prosa Aprisa
La comida con Calderón, de reproches
Arturo Reyes Isidoro
9 de julio de 2012
alcalorpolitico.com
Lo que ocurrió durante la inauguración de la autopista Perote-Banderilla el jueves pasado fue un síntoma de lo que le esperaba al presidente Felipe Calderón horas después en el Hotel Crowne Plaza Xalapa. Ese día pareció que no hubo decisión o preocupación por parte del panismo en la entidad de acuerpar a su Presidente por lo que, si no hubiera sido porque el Gobierno del Estado movilizó oportunamente a sus empleados y algunos presidentes municipales por donde pasa la nueva pista hicieron lo mismo, la ceremonia se hubiera realizado casi en solitario.

Así, cuando los organizadores del acto y la avanzada del Estado Mayor Presidencial advirtieron que los lugares destinados para el personal federal estaban vacíos, viendo que ya habían llegado y estaba ahí trabajadores de la administración estatal, decidieron que éstos ocupara los lugares. Fue hasta después que se hizo presente la burocracia federal, pero aquello ya estaba resuelto. Y llegó entonces Calderón. Pero, oh cosas de la política, mientras que los trabajadores de las dependencias federales acaso si le dieron un tibio aplauso, quienes se desbordaron fueron los estatales con gritos de “¡Feeeliiipe, Feeeliiipe, Feeeliiipe!”.

Llevaban consigna. Esa era la instrucción que habían recibido. Que arroparan, que acuerparan, que cobijaran al Presidente. Calderón, que llegó serio y que a su arribo había saludado al gobernador Javier Duarte de Ochoa y a otros funcionarios que lo esperaban en forma muy seca, ya en el micrófono sonrió y entonces se le vio relajado, como si no acabara de perder la elección presidencial, como si haber ocurrido ello le quitara una carga de encima.


Mueve a pensar que por iniciativa propia de la administración estatal se dio la instrucción de cubrirlo o bien porque por parte del equipo de Enrique Peña Nieto hay línea en todo el país para hacerlo y con ello pagarle su apresurada decisión de reconocer, aun antes de que la autoridad electoral lo hiciera, el triunfo del mexiquense. Tienen razón quienes en el país y en el extranjero critican que Calderón se haya precipitado y haya avalado un triunfo que todavía no era declarado legalmente como tal por parte del órgano legal facultado para hacerlo, el IFE.

Acaso, el 1 de julio por la noche, el Presidente debió salir a dar un mensaje para reconocer la participación y la madurez de los mexicanos, para destacar el desarrollo en paz de la jornada comicial y para adelantar que su administración reconocería a quien fuera declarado oficialmente como su sucesor. Pero no. Él lo dio por hecho y casi casi le dijo a Peña Nieto en cadena nacional que si quería que en ese momento le entregaba el poder, con mucho gusto, faltaba más.

¿Qué pasó? ¿Por qué lo hizo así? Se me antojan dos posibles causas. Una, que de esa forma influiría y precipitaría la avalancha de reconocimientos hacia el copetudo, lo que ocurrió no solo en el país sino en el extranjero, y con ello desarmaría cualquier pretensión de Andrés Manuel López Obrador de llegar a la Presidencia, porque sabe, sabía muy bien que, para ellos sí, para los miembros de su gobierno, el Peje sería un peligro pues llegaría a descubrir todos sus negocios y a actuar en consecuencia. Esto parece confirmarlo el hecho de que finalmente el PAN hasta la fecha se niegue a impugnar el resultado. Le conviene que llegue el PRI y nadie más. Pero la otra, que, seguramente, viendo que la candidata de su partido, no su candidata, Josefina Vázquez Mota, no ganaría, negoció con los tricolores, ofreció hacer el reconocimiento del triunfo de inmediato para evitar mayores complicaciones y a cambio pidió y logró impunidad para él, lo que se habrá de comprobar cuando llegado el priismo al poder no actúe ni descubra ninguna anomalía ni presente alguna denuncia en su contra. Quizá por eso el apapacho tricolor que ahora recibe. Le hizo un gran favor a la causa priista y le están agradecidos y lo están pagando.


Pero no así los panistas locales, sus correligionarios. Quién sabe si a estas alturas los diputados locales del PAN no se han arrepentido de no haber asistido a la comida que les invitó en el Crowne, pues en cambio los que sí lo hicieron convirtieron aquello en una verdadera cena de negros, o en una comida de negros, si se quiere, pues no lo trataron con el respeto que se merece un Presidente de la República sino como a uno más de su partido, al presidente nacional del PAN, que en los hechos así ha sido, y lo llenaron de reclamos y de reproches y lo culparon directamente por la derrota en las elecciones del 1 de julio así como por su falta de apoyo a Josefina y a los verdaderos panistas del país.

En el convite acaso había una veintena de personas, entre ellos miembros del Comité Directivo Estatal e integrantes de las fórmulas ganadoras, o sea muy pocos, y, por supuesto, uno de los reclamos fue por su apoyo desmedido a Miguel Ángel Yunes Linares y a su hijo Fernando Yunes Márquez, ahora nuevo senador electo. En realidad, ellos reflejaron muy bien el reclamo de los diputados locales albiazules que no asistieron quienes reclaman a Calderón que los dejó solos.

Y mientras adentro aquello fue un verdadero baño de sangre… política, afuera los diputados locales acusaban que Calderón “viene seis meses tarde”, que los dejó huérfanos en las campañas, que no apoyó a Josefina y que tenían “algo más importante que hacer” y que por eso no iban a su comida.


Estos legisladores de la derecha tal vez ni ellos mismos han reparado en que con su actitud hicieron historia porque, que se sepa, nunca antes, ningún otro Presidente de México, priista o panista, había recibido tal desaire de sus propios compañeros diputados locales o federales, los que, también, nunca antes habían rechazado una invitación presidencial y mandado al diablo al titular del Ejecutivo federal. Eso, mínimo, en tiempos pasados, aunque no muy pasados, les hubiera acarreado represalias, mínimo prisión con cualquier pretexto aunque antes despojo de todo poder. Pero no. Hicieron a un lado su investidura y lo trataron de tú a tú, sin respeto y lo pusieron como lazo de cochino en una reunión, eso sí, a puerta totalmente cerrada.

Esto mismo no es más que el preludio de la feroz batalla por los despojos que han quedado luego de la terrible debacle que los mandó al tercer lugar en preferencia electoral en el país, aunque en el estado, ciertamente, ganaron la elección. El panismo histórico, los que se consideran panistas puros, se han reagrupado ya para mantener el control de la dirigencia estatal al precio que sea. Por lo pronto, van contra los Yunes Linares-Márquez, sobre todo ahora que ya algunos como el todavía delegado de la Sedesol, el coatepecano Abel Cuevas Melo, anda presumiendo que con la bendición de los Yunes (los del PAN, no los del PRI) será el próximo candidato panista a alcalde.

Este grupo de panistas defiende que la alta votación que alcanzó Josefina Vázquez Mota en el estado en mucho la lograron ellos, que es pura fama que lo lograron los Yunes y citan como ejemplo que incluso perdieron en Tantoyuca, que reclamaban como un bastión suyo. Pero esto, apenas comienza. En otra entrega me ocuparé de ello.